Resaca de Wimbledon

Viaje a los orígenes de Alcaraz: despistado, desde niño con las dejadas y el piropo que le tiró Toni Nadal cuando tenía 16 años

Kiko Navarro fue el primer entrenador de Alcaraz, el flamante campeón de Wimbledon. Un genio que miraba a las pistas de al lado y se despistaba hasta con el tanteo, pero que lo aprendía todo a la primera. Así fueron mejorando su aceleración, su movilidad y su consistencia para ser el tenista casi perfecto

Carlos Alcaraz, junto a Kiko Navarro, su primer entrenador
Carlos Alcaraz, junto a Kiko Navarro, su primer entrenadorKiko Navarro

«Cuesta asimilar todo, pensar que hace nada estábamos jugando por España o tomando una Coca-Cola en el club... Hablo con el padre, nos miramos a la cara y estamos un poco en shock, pero al mismo tiempo si tiras para atrás, los que llevamos toda la vida ahí, te sorprende un poquito menos», cuenta Kiko Navarro sobre lo que está consiguiendo Carlos Alcaraz, el flamante campeón de Wimbledon, su segundo Grand Slam con sólo 20 años, después de derrotar a la leyenda de Djokovic.

Pues tiremos un poco para atrás...

Kiko Navarro era tenista e incluso llegó a enfrentarse a Rafa Nadal en el Nike Júnior Tour (que ahora se llama Rafa Nadal Tour, una especie de circuito con los mejores de España), en el Club Atlético Montemar, en Alicante. Jugaron en primera ronda. «Le iba ganando 5-2 y 40-15 arriba en el tercer set, pero al final se impuso por 7-5. Después, se llevó el torneo de calle», cuenta Kiko, cuyo entrenador era Carlos Alcaraz... El papá del actual número uno del mundo. Kiko no pudo hacer carrera como jugador y es técnico en el Club de Campo, que dirige Alcaraz padre, con quien mantuvo la amistad y le dijo que echara un vistazo a su hijo Carlitos. «Tenía cuatro años y estaba con el tema del revés cortado. Suena a risa, porque con esa edad bastante que los críos le den a la bola tirándosela con la mano muy cerquita, y llamaba la atención cómo era posible que con cuatro años cogiera bien la empuñadura. El revés cortado con poca fuerza golpeando la bola por encima del hombro sale un poquito para arriba, parecían más dejadas que cortados, pero el gesto técnico lo hacía bien. Otro chaval con cuatro años, con todos los respetos, no sabe ni lo que es», recuerda Kiko, que pasó a dirigir a un chaval superdotado para el tenis pero del que «había que tirar un poco».

"Miraba la pista de al lado, hacía malabares con la raqueta... Me ponía de los nervios. Era despistado, pero es lógico"

KIKO NAVARRO

«Tiene su parte de lógica porque no es fácil estar ahí todos los días. Todo es muy rutinario: ir al colegio, entrenar solos, un día, otro...», opina Kiko. Por eso su gran preocupación en esos comienzos (estuvo con él hasta los 17 años, hasta hace nada, en realidad), era que estuviera motivado, porque lo que es jugar lo hacía de maravilla. «Se comportaba bien, tenía su carácter, era un poquito cabezota, pero era muy sencillo, y con sus cosicas, como todos los chavales con 10 años por el tema del móvil, y un poco desordenado fuera de pista... Al final eran más cosas fuera que dentro de la pista, pero es importante: si tú fuera no descansas bien, no te cuidas, pues te va a influir», insiste.

También era «despistado». «A mí me ponía de los nervios. Sólo sabía mirar para la pista de al lado o estaba haciendo malabares con la raqueta como de vez en cuando hace ahora, y a un entrenador eso le pone un poco de los nervios porque la sensación que transmite es que no está en el partido, aunque luego ganase y jugase bien; pero sí, era un poco despistado, incluso con el tanteo. A la gente con ese talento le puede pasar eso, que sea despistado o le cueste entrenar, pero si saco la media de los entrenamientos en los años que he estado con él, es buenísima, está claro», reconoce Kiko.

Carlos Alcaraz y Kiko Navarro, en la academia de Carlos Alcaraz
Carlos Alcaraz y Kiko Navarro, en la academia de Carlos AlcarazKiko Navarro

El que enseñó a jugar al tenis a Carlitos fue su padre, el que lo fue puliendo después fue Kiko, con el padre también como un ayudante en la sombra. «Llega un momento en el que el padre quería intervenir un poquito y el crío, ya con ocho o nueve años, no lo aceptaba mucho, y entonces el padre me daba su opinión a mí, y yo encantado porque es muy buen entrenador y es mi padre deportivo. Una de las suertes es que Carlos sea técnico y haya sabido dar un paso un lado y no hablar de tenis en casa, porque al final es un deporte complejo y hay que echarle muchas horas, y si llegas a casa y el padre sigue con el tenis erre que erre...», opina Navarro.

Los resultados empezaron a llegar desde el minuto uno. La primera salida fuera fue a Croacia e hizo final y luego en España en el Rafa Nadal Tour, siendo él alevín de primero, debutó en Madrid en la Ciudad de la Raqueta, y ganó; al mes siguiente en Valencia también ganó... «Lo más exagerado fue que siendo infantil de segundo año, nos clasificamos para el campeonato de España cadete (jugar con chavales uno o dos años mayores). Yo tenía novia y le dije: “Martes o miércoles estamos aquí...” Pero se metió en la final, perdió con un chico de Burgos, muy amigo nuestro que está intentando meterse a profesional, Nicolás Álvarez Varona (está en la actualidad en el top 300), que le sacaba pues te puedes imaginar, tres cabezas, dos piernas... Y Carlitos perdió 7-6 en el tercero. Siempre ha sido muy precoz», desvela su primer técnico.

Un artista desde niño

El tenis imaginativo que tiene ahora ya se veía en esos momentos. «Las dejadas de niño le daban una barbaridad de puntos, pero siempre pensé que a nivel profesional, con los tenistas que son tan atletas y tan rápidos, no iba a ser así, y me asombra, pero es que las hace perfectas, las elige muy bien, que es lo que al final hemos trabajado mucho: las dejadas son hacerlas en el momento correcto; y luego la ejecución, que parece que la hace con la mano en lugar de con la raqueta», observa Kiko Navarro. Jugaba ya con la «misma alegría» aunque con menos velocidad, excepto con la derecha que sí despuntaba ya, tanto, que Kiko escuchó esto de Toni Nadal, en un torneo disputado en la Academia del Balear en Manacor: «Que sepas que el chaval ese que llevas tiene ahora mismo una de las mejores cinco derechas del mundo». «Y yo empiezo a contar: está Rafa, Federer, Djokovic, Murray, Wawrinka, Del Potro... Algo no me cuadraba», rememora Navarro. Alcaraz tenía 16 años y acababa de ganar a Jaume Munar, que era el 89 del mundo en ese momento.

Esa derecha que tanto impone en el circuito, esa capacidad para acelerar la muñeca, su entrenador de niño opina que viene de serie en parte, y en parte se debe al trabajo realizado, con millones de pelotas lanzadas flojas con la mano para que él las acelerara. «Al principio, cuando empezamos a trabajar con Ferrero, en una cesta que hacíamos para mejorar la aceleración, estábamos con Pablo Carreño [también es de la academia de Juan Carlos] y le tirábamos bolas Samuel López [técnico del gijonés] y yo a uno y a otro con la mano y veías que a Carlitos, que todavía no era nada, le andaba más la bola a Carreño, que estaba “top 20”», recuerda Kiko.

En Murcia en esos momentos no había rivales de nivel para el joven Alcaraz y además ya buscaban un poco más de profesionalización, y por eso se fueron a la Academia Equelite, a Villena, que reunía todo lo que necesitaban al estar a poco más de una hora de casa. «Albert Molina, el manager de Carlitos, le hablaría a Ferrero de él, pero era una apuesta acertada, como digo yo», asegura Kiko. Entre los 15 y los 17 años, Ferrero y él combinaban su trabajo y fueron puliendo todavía más a la joya. «Ferrero es de los tenistas de la antigua usanza, de mucho trabajo y mucho peloteo, es verdad que Carlitos de niño marcaba las diferencias pero era capaz de lo mejor y de lo peor entre comillas. Igual se ponía 0-30 que de repente hacía tres cositas y te ganaba el juego, la sensación era que le costaba sufrir de fondo, y a base de trabajar esa constancia es cuando ya lo conviertes en un jugador casi perfecto. Si a la variedad de golpes le unes la consistencia...», explica Kiko.

"Le corregías una cosa y a la primera lo hacía bien"

KIKO NAVARRO

«El tema de la mentalidad es de lo que más orgulloso me siento: todas esas horas en tren, coche, avión, le daba mucha caña con que fuera humilde», continúa el primer técnico de Carlitos. A nivel técnico, se lo puso fácil la materia prima que tenía: «Lo hablé con Toni Nadal un día, que no es lo mismo que tengas un chaval al que le corrijas una cosa y a la primera te lo haga bien, que que te lo haga bien a la décima. Es como el tema del saque, que lo cambiamos Juan Carlos y yo, ahora junta los pies cuando saca, y eso no lo hacía antes. Si desde el minuto uno ves que lo hace bien, para el entrenador es una suerte, no pierdes tiempo y todo va más rápido. Aunque suene raro, técnicamente no hemos tenido que trabajar muchísimo ni hacer muchos cambios. Sí el tema físico y el tema de la movilidad, que de niño le costaba mucho y el padre me daba mucha caña con eso, y ahora es uno de los que mejor se mueve», asegura Navarro, que también se preocupó de otro asunto: «Desde el viaje a Croacia con diez años ya teníamos sponsor, Postres Reina, era amigo mío y me hizo caso. El padre, que jugaba muy bien, o yo, no tuvimos sponsor y en el tenis cuesta llegar. Tenía claro que si Carlitos no era tenista por otra cosas, bueno, pero no que no fuera por falta de sponsor», describe Kiko Navarro. Ahora, lógicamente es un imán para las marcas más importantes.

Con 17 años, en febrero de 2020, Alcaraz debutó en un torneo ATP, en Río, además con victoria ante Albert Ramos. Poco después Kiko dejaría de ser entrenador y ya se quedaría sólo con Ferrero, con el que ha explotado de forma espectacular en la élite como hizo de niño.