Guerra económica

La nueva ola de cierres de empresas europeas provoca una fiebre consumista en Rusia

Ikea, Mango, H&M, toda la automoción, el metal o las aseguradoras suspenden la actividad en Rusia y se unen a las sanciones de la UE. El rublo sigue en caída libre

Una segunda oleada de cierres y salida de empresas disparó ayer a la línea de flotación de la industria y la economía rusas, que se enfrenta al aislamiento más duro impuesto desde la I Guerra Mundial. El bloqueo afecta sin distinción a todos los sectores y amenaza con dejar sin suministros a la industria rusa, especialmente la militar y tecnológica, pero también al gran consumo, ya sea de bienes de primera necesidad, moda o turismo. Ya no hay distinciones. Miles de rusos se echaron a la calle para aprovechar las compras antes del cierre masivo de empresas retail, moda y decoración.

La industria del Kremlin empieza a sufrir las consecuencias de la suspensión de la importación y exportación de bienes y suministros, lo que ha provocado una reducción drástica de la producción, que en la mayoría de los casos es ya total.

Así, Volkswagen paró ayer la producción de vehículos en Rusia hasta nuevo aviso, una decisión que se aplica a los centros de producción de Kaluga y Nizhny Novgorod, y además suspendió las exportaciones de vehículos con efectos inmediatos. El mismo camino ha seguido Hyundai, que detuvo temporalmente la producción en San Petersburgo, y Renault hizo lo propio en Moscú.

Volvo ha detenido las exportaciones «hasta nueva orden»; Ford y BMW han suspendido la colaboración con sus socios industriales rusos, y Daimler Truck ha suspendido todas sus actividades comerciales. Asimismo, Sumitono Electric Industries ha congelado la fabricación de cableado en Ucrania y Nokian ha anunciado un traslado de su producción de neumáticos fuera de Rusia. Según fuentes de estos gigantes de la automoción, Rusia y Ucrania son «piezas clave» para el sector de la automoción, ya que son los principales productores de paladio, gas neón y del cableado de catalizadores y semiconductores.

Otros sectores industriales tampoco se han salvado. El fabricante francés de neumáticos Michelin anunció que se ve obligado a suspender temporalmente la producción de varias de sus plantas en Europa por los problemas logísticos. «Cada planta decidirá la duración específica y las modalidades», indicó en un comunicado.

La firma brasileña Embraer, tercer mayor fabricante de aviones del mundo, anunció parar sus servicios de piezas, manutención y soporte técnico a los clientes rusos, en virtud de las sanciones impuestas por Occidente. Por su parte, la fábrica del mayor productor de acero del mundo, ArcelorMittal, situada en la ciudad de Krivói Rog, a unos 200 kilómetros al Norte de la frontera con Crimea, ha cerrado sus puertas.

Al margen del parón industrial, la repercusión de las sanciones se han trasladado a otros sectores estratégicos. La aseguradora Europ Assistance, del grupo italiano Generali, cortará lazos con Moscú con el cierre de su oficina de representación. Generali, uno de las mayores aseguradoras de Europa, abandonará la dirección de la compañía aseguradora rusa Ingostraj, de la que posee el 38,5% de su capital, y de este modo «no tendrá influencia alguna en su actividad».

Otro gigante, Ikea, ha decidido interrumpir de manera temporal sus operaciones en ese territorio así como suspender las importaciones y exportaciones de y desde Rusia y Bielorrusia, con un impacto directo sobre alrededor de 15.000 trabajadores. Lo mismo que Mango, que cerrará todas sus tiendas y el «e-commerce» en Rusia, además de frenar sus envíos al país. La cadena cuenta con 120 tiendas en Rusia, de las que 65 son franquicias.

Lego, H&M, Galp, Boeing, Airbus... Un suma y sigue que ha vuelto a provocar un nuevo desplome del rublo pese a los esfuerzos del Gobierno de Putin de mantenerlo a flote. La moneda sigue pagando las consecuencias del desvarío del Kremlin. La invasión de Ucrania arroja un cambio de 125 rublos por euro, una depreciación del 8% y un auténtico agujero en las cuentas de la población civil rusa y del propio régimen, cuyos activos en su propia divisa se están depreciando a marchas forzadas. De hecho, la divisa rusa ha perdido más de un 30% de su valor en lo que va de año respecto al euro, ha llegado a pagarse a 131 rublos por euro, y su debilidad se agudiza a medida que Putin se enroca en su ambición territorial. Al cierre de esta edición, un rublo se cambiaba por 0,0040 euros. Un agujero que empieza a ser insondable.

Para intentar evitar que Putin pueda eludir sanciones y bloqueos con sus divisas en yuanes, oro o bitcoins, la Unión Europea prepara un nuevo plan de medidas para evitar que las criptodivisas sean utilizadas para sortear el «corralito» impuesto a su economía, tras detectar un aumento de las transacciones con estos activos que podría indicar que se están usando para este fin.