Elecciones

Chile entra en una dinámica de extremos

Queda por revisar qué papel van a jugar los partidos tradicionales, a derecha e izquierda, que han sido garantes de la estabilidad y el progreso de Chile en las últimas tres décadas

La primera vuelta de las elecciones presidenciales chilenas ha dejado dos candidatos antagónicos, en lo ideológico y en lo personal, José Antonio Kast y Gabriel Boric, que representan dos modelos políticos perfectamente conocidos, derecha conservadora e izquierda socialista, con programas maximalistas, al menos, en el plano declarativo. Pero el sistema electoral de Chile, con doble vuelta, presenta un factor de corrección apreciable, por cuanto ambos aspirantes tendrán que negociar el apoyo de otras formaciones, más moderadas, si quieren alcanzar la residencia de la Casa de la Moneda. Aunque todo indica que la victoria final se inclinará por el candidato conservador –la reacción positiva de los mercados y la recuperación del índice de «crédito país» son buenos indicios–, ello no significa que Chile no corra el riesgo de entrar en una dinámica de extremos, profundamente desestabilizadora. Entre otras cuestiones, porque el triunfo electoral de Kast, un abogado fervientemente católico con una amplia trayectoria política, paradigma de lo que podemos denominar «derecha sin complejos», es fruto de la reacción de una parte de la sociedad chilena, que vio en las graves revueltas de 2019 y en las sublevaciones indígenas de la Patagonia cómo se forzaba desde la presión callejera de la izquierda radical un proceso constituyente, aceptado por los partidos mayoritarios como un peaje a pagar por la vuelta a la paz ciudadana. Que Kast haya obtenido sus mayores respaldos –con 10 puntos de ventaja sobre Gabriel Boric– en la llamada «macrozona electoral del Sur», que incluye los distritos indígenas mapuches alzados contra el Gobierno, es indicativo de lo que decimos. Precisamente, es el perfil radical de Boric, uno de los líderes estudiantiles de las protestas, diputado de la Asamblea, y con equívocas relaciones con antiguos dirigentes del «Frente Patriótico Manuel Rodríguez», condenados por terrorismo, y cuyo modelo económico bebe de las fuentes del viejo marxismo, lo que facilita la agrupación del voto más moderado, de centro derecha, detrás de la candidatura de Kast, pese a que algunos de sus planteamientos económicos, pero, también, sobre las políticas de género y contrarios al aborto, rechinen en los sectores más liberales. En cualquier caso, nada está cerrado. Boric tendrá que abrirse a sectores más moderados de la izquierda y, sobre todo, tratar de recoger el voto del movimiento feminista, que ha visto en la victoria de Kast el riesgo de un retroceso en los derechos de la mujer. Queda por revisar qué papel van a jugar los partidos tradicionales, a derecha e izquierda, que han sido garantes de la estabilidad y el progreso de Chile en las últimas tres décadas y que, como en otras democracias maduras, han sido desbordados por los populismos. Debería servir de aviso a navegantes contra la radicalidad en la pugna partidista.