Editorial

La izquierda ensucia la campaña gallega

Los pélets no son una novedad en las costas atlántica o cantábrica, ni siquiera en el mediterráneo catalán, y hablar de marea negra es un insulto

Este año definirá muy probablemente el futuro político del país con todo lo que ello supone. Ayer mismo, en uno de sus reconocidos escorzos y contorsiones, el PNV amenazó a Sánchez con elecciones este año si no es pródigo en transferencias. Más leña al fuego. Veremos. En todo caso, el pueblo soberano, que el sanchismo ha mantenido al margen de las decisiones críticas que ha tomado a sus espaldas, tendrá la ocasión de dictar la sentencia más definitiva en democracia, que es la que significan los votos, en al menos tres citas clave: gallegas, vascas y europeas. Un resultado desfavorable para el PSOE podría precipitar los acontecimientos sobre el liderazgo, aunque ya es sabido que Sánchez no se rige por los valores y los principios del régimen liberal, sino por su determinación en atrincherarse en el poder a cualquier precio. Galicia es la parada temprana en este raid electoral con una relevancia singular por ser los primeros comicios regionales sin Núñez Feijóo como candidato del PP tras sus cuatro mayorías absolutas consecutivas. Alfonso Rueda tiene por delante un reto decisivo de epicentro autonómico, pero onda expansiva nacional y la responsabilidad de sobreponerse a un clima de opinión de falsa seguridad en el que se da por hecho otro triunfo incontestable. Esa percepción de certidumbre y de trabajo realizado que puede instalarse en el electorado es un riesgo que habrá de amortiguar. Que las elecciones no se ganan hasta el recuento final es un tópico, pero sobre todo es una realidad, especialmente en demarcaciones como las provincias gallegas, en las que al PP solo le sirve alcanzar la mitad más uno de los escaños de la Cámara, pues la izquierda derrotada gobernará a cualquier precio si la aritmética acompaña. El actual presidente de la Xunta, novel en el liderazgo, pero en absoluto en la política, ha experimentado desde el primer minuto de precampaña que la izquierda no tiene intención alguna de jugar limpio. Ha llegado a la conclusión de que su única opción de alcanzar la Xunta no pasa por convencer a los gallegos con sus propuestas y en positivo, sino embarrando la contienda todo lo que pueda. El chapapote de desinformación vertido por el Gobierno, el PSOE, Sumar y el BNG a cuenta de los pélets lo refrenda, comprometidos en una astracanada con imágenes grotescas como las de Yolanda Díaz y Marta Lois, apesadumbradas en las playas, y una narrativa ofensiva para la inteligencia de los ciudadanos. Mientras se inventan cargos contra el PP en una suerte de causa general medioambiental frívola, que desnuda lo que de verdad les interesa el entorno, con un ministro francotirador apostado en las redes que no asume responsabilidades, no rinden cuentas por ocultar información crítica facilitada por Portugal ni por su inasistencia ni, especialmente, por manipular y mentir. Los pélets no son una novedad en las costas atlántica o cantábrica, ni siquiera en el mediterráneo catalán, y hablar de marea negra es un insulto.