Iglesia Católica
Cuando lo católico se desvanece entre las encuestas
Según el CIS de Tezanos, en menos de año y medio tres millones de creyentes han dejado de serlo
«España ha dejado de ser católica». Esta frase fue pronunciada por Manuel Azaña el 13 de octubre de 1931 en las Cortes Españolas. La llegada de la II República quería dejar su impronta en la historia y en la sociedad española. Se quería imponer la secularización a uno de los tres grandes países europeos, junto con Francia e Italia, con población mayoritariamente católica.
En esa época se cruzaron demasiadas líneas rojas, se polarizó a la sociedad, se apostó por la estrategia de la tensión y el resultado fue la catástrofe de la Guerra Civil. Los dirigentes de hoy en día no conocen la Historia de España pues se empecinan en cometer los mismos errores de la II República: replicar alianzas con separatistas, atacar la libertad religiosa, poner a la Iglesia en el centro de la diana, cuestionar la unidad de España, negar los recursos necesarios que demandan las Fuerzas Armadas, etc…
El laboratorio social anticlerical de 1931 y 1932 fracasó, ya que en las segundas elecciones generales, las de 1933, la sociedad española reaccionó y cambió la mayoría parlamentaria de izquierdas y nacionalista por otra de centro derecha, liderada por el partido democristiano CEDA. Se frenó el proyecto estatal de «descatolización» forzada y planificada. No obstante, con la victoria del Frente Popular en las elecciones de 1936 se acentuó la furiosa persecución de la Iglesia y de los católicos, que alcanzaría las mayores cotas de barbarie durante la Guerra de España.
Manuel Fraga expresó su opinión sobre la realidad cristiana de España y del conjunto de la Europa, durante los trabajos de la redacción de la Carta Magna: «[La Constitución] contiene, porque lo tenía que contener, una referencia al hecho indudable, histórico y sociológico de que España es un país cristiano y, dentro de eso, un país católico. Los hechos no pueden menos de tener relevancia en Derecho».
El artículo 16, punto 3, cita textualmente: «Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones».
Nuestra Constitución de 1978 consagra a España como un Estado aconfesional. Al igual que Italia desde 1984, que cuenta con tres cuartas partes de población católica. Aconfesional no es laico, como sí sucede en cambio con Francia desde 1905, y con la mitad de sus habitantes declarados católicos.
Todo intento de convertir a España en un estado laico chocaría con el Tribunal Constitucional. Además, la realidad sociológica española está muy lejos de las posturas laicas.
En los sondeos del CIS es muy recurrente la pregunta relativa a la definición religiosa de los españoles. En el último, el correspondiente precisamente a este mes de octubre, se planteaba la cuestión del siguiente modo: ¿Cómo se define Ud. en materia religiosa: católico/a practicante, católico/a no practicante, creyente de otra religión, agnóstico/a, indiferente o no creyente, o ateo/a?
Esta redacción se utiliza por parte del CIS desde mayo de 2019 cuando históricamente había empleado la siguiente: ¿Cómo se define Ud. en materia religiosa: católico/a, creyente de otra religión, no creyente o ateo/a?
De este modo ese elevado porcentaje (68,6% en mayo de 2019) que aparecía como la suma de católicos, sin distinción de más o menos practicantes, se fragmenta en un aparente intento de reducir el peso de la religión católica entre la sociedad. Desde ese mes se nos indica que los practicantes son el 23,2% y los no practicantes el 45,4%.
Pero el temor al «lobby» católico de determinados sectores en España queda también patente en su deseo, no solo de dividirlo, sino también reducirlo. Entre el referido barómetro número 3.247 de mayo de 2019 al último barómetro, el número 3.296 de octubre de 2020, el porcentaje de católicos (practicante o no) en España, según el CIS, se ha reducido del 68,6% al 59,7%. Representa una baja record en tan solo 17 meses de 8,9 puntos, que extrapolado a número de personas, equivale a decir que en menos de un año y medio han desaparecido 3,3 millones de católicos, y que al mismo tiempo han aparecido 1,2 millones más de «no creyentes», un millón más de «ateos» y 0,9 millones de nuevos «agnósticos».
Basta con consultar ambos barómetros para observar que el porcentaje de «no creyentes» sube del 8,3% al 11,5%. El de «ateos» crece del 11,0% al 13,6% y el de «agnósticos» pasa del 8,4% al 10,9%.
¿Qué está sucediendo? ¿El católico en España vuelve a sentirse perseguido y oculta su identidad religiosa? ¿Es un error informático?
Sea como fuere la gran mayoría de los votantes de cuatro de los cinco principales partidos del país se definen como católicos: el 58,8% de los votantes del PSOE, el 86,0% del electorado popular, el 81,1% de los que votan a Vox y el 73,5% de los electores de Ciudadanos. El electorado del PSOE, cuyo partido lidera o tolera la enésima ofensiva laicista, es el más parecido al conjunto de la sociedad en materia religiosa, ya que sus porcentajes de católicos y de otras creencias o no creencias es prácticamente el mismo y coincidente con los porcentajes globales a nivel nacional, como se puede comprobar en la base de datos del CIS. El PSOE, por lo tanto, sería el partido menos indicado para emprender ataques a la Iglesia Católica, ya que tres de cada cinco de sus votantes se declaran católicos.
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