El personaje

Meritxell Batet: Directora de la orquesta «Frankenstein»

Todos admiten que es una mujer educada y rara vez pierde las formas, fruto de esa serenidad catalana que imprime su carácter

Meritxell Batet, presidenta del Congreso de los Diputados
Meritxell Batet, presidenta del Congreso de los DiputadosPlatónLa Razón

Le ha tocado un papel político muy difícil y complejo, dirigir el Congreso de los Diputados más fragmentado de la historia democrática. Mertixell Batet Lamaña afronta una Legislatura bronca, muy tensa y plagada de duros ataques entre los grupos parlamentarios de la Cámara Baja que componen el bloque «Frankenstein», sostén del gobierno de Pedro Sánchez, y el resto de la oposición. Tal vez por su pasado de bailarina y su pasión por la música clásica el presidente la escogió para el puesto y poner orden en este baile de socialistas, comunistas, separatistas y bilduetarras frente al PP, Ciudadanos y Vox. «Hubo un tiempo en que no se permitían las críticas al Jefe del Estado y al Gobierno, por fortuna ese tiempo ha pasado», dijo en la sesión de investidura de Sánchez tras la últimas elecciones generales, una de las más acaloradas que se recuerdan. Entre continuas interrupciones, a los gritos de traidores, desleales o asesinos, la presidenta del Congreso nunca pierde los nervios y se agarra a la defensa de la libertad de expresión y pluralidad política.

Desde su llegada al cargo como tercera autoridad del Estado tras el Rey y el presidente del Gobierno, Mertixell Batet se ha movido entre el apoyo del grupo socialista y las críticas de la oposición, si bien todos admiten que es una mujer educada y rara vez pierde las formas, fruto de esa serenidad catalana que imprime su carácter. Una de sus decisiones más polémicas fue la decisión de cerrar la Cámara Baja durante el estado de alarma en la pandemia, rechazada ahora por el Tribunal Constitucional. En los debates, algunos muy agrios, ha intentado mantener la calma y se llevó las iras del PP cuando frenó en seco a la entonces portavoz, Cayetana Álvarez de Toledo, quien le espetó a Pablo Iglesias «ser hijo de un terrorista», expresión que ella suprimió del Diario de Sesiones. También ha llamado al orden en numerosas ocasiones a los diputados de Unidas Podemos, Esquerra Republicana o EH-Bildu en sonoros enfrentamientos con el PP o Vox. Catalana de pura cepa, Batet es para unos una mujer dialogante y sosegada con los nacionalistas, mientras para otros destila hacia ellos demasiadas simpatías.

Militante del PSC desde el año 2008, ella se define como una constitucionalista defensora de la palabra y el pluralismo político. Su último discurso ante las Cortes en el aniversario de la Carta Magna fue altamente polémico. Para el PSOE hizo una firme defensa del orden constitucional y la Ley de Leyes del 78. El PP y Vox lo criticaron sin tapujos, sobre todo el partido de Santiago Abascal, a quienes acusó de judicializar la vida política. Otro asunto polémico fue la retirada del acta al diputado de Podemos Alberto Rodríguez por sus ataques a un policía, que desató la cólera de los morados y un conflicto sin precedentes con el Tribunal Supremo, aunque ella se limitó a cumplir la Ley. Lo cierto es que Mertixell navega por las aguas turbulentas de un Congreso muy alborotado, con el gobierno más frágil de la democracia, sostenido por los socios comunistas, separatistas y bilduetarras. En las reuniones de la Mesa de la Cámara nunca levanta la voz y ha pasado de puntillas ante la última polémica contra los periodistas acreditados en el Congreso, víctimas de algunos jefes de prensa de los grupos, y lo ha remitido a la Secretaria General y Dirección de Comunicación de la Cámara.

Batet es una mujer hecha a sí misma. Nacida en Barcelona estudió en las escuelas Graví y se licenció en Derecho gracias a becas. Hija de padres separados y con su madre en el paro, tuvo que trabajar como camarera sirviendo copas en dos discotecas de la Ciudad Condal para pagarse los estudios. Profesora de Derecho Constitucional en la Universidad Pompeu Fabra, su llegada a la política fue en su etapa de estudiante, cuando el director de su tesis doctoral, Josep Mir, le comentó que Narcís Serra, entonces primer secretario del PSC, buscaba a alguien no militante para coordinar su gabinete. En 2004 concurrió como independiente al Congreso en la lista por Barcelona encabezada por José Montilla y cuatro años después se afilió al partido dónde milita en la agrupación de Gracia. En febrero de 2013 rompió la disciplina de voto del grupo socialista junto con otros diputados del PSC al apoyar una moción de CIU y la Izquierda Plural para la realización de un referéndum en Cataluña sobre su futura relación con el resto de España, que les valió una multa de seiscientos euros. Coordinadora del programa electoral con Pedro Sánchez, la designó ministra de Política territorial y Función Pública tras la moción de censura contra Mariano Rajoy para liderar el diálogo con Cataluña. En las elecciones de 2019 fue elegida en segunda votación presidenta del Congreso de la XIV Legislatura.

En su vida personal, Meritxell se casó en Santillana del Mar, Cantabria, con José María Lasalle, ex secretario de Estado de Cultura con Mariano Rajoy. Se divorciaron en 2016 y son padres de dos hijas gemelas, Adriana y Valeria, la gran pasión de su madre que procura llevarlas a diario al colegio. Desde hace tiempo, Batet mantiene una estable relación con el ex ministro de Justicia Juan Carlos Campo, también separado y padre de dos hijas. La pareja no se esconde y es frecuente verles en verano por las playas de Zahara de los Atunes, dónde Campo, sevillano de nacimiento pero gaditano de adopción, tiene una casa. También acuden muchos fines de semana a restaurantes de la sierra madrileña, visitar exposiciones y museos con las gemelas, y a conciertos dado que la presidenta del Congreso es fervorosa de la música clásica. Practicó la danza en su juventud, quiso ser bailarina de ballet, algo que ha inculcado también a sus dos hijas, y entre sus lecturas favoritas destaca «El cuarteto de Alejandría», de Durrel. Ahora, Mertixell Batet es la directora de una partitura que a veces desafina con mucha fuerza.