El análisis

Marruecos y el arma migratoria

El incidente de Ceuta probó una vez más, en esta ocasión de forma irrefutable, que Rabat utiliza la emigración como arma política.

Unos 840 emigrantes ilegales han saltado la valla de Melilla en un par de días. De forma, con frecuencia, violenta. El Gobierno, incluso por boca del ministro de Exteriores que se empeña en que las relaciones con Marruecos son excelentes aunque yo las calificaría simplemente de «normalitas», asegura que las autoridades marroquíes vienen colaborando en el problema migratorio después del bochorno de la invasión que se produjo en Ceuta.

Uno tiene derecho a cuestionar esa certeza. Sabiendo que el salto de la valla se produjo en varios momentos de día y la segunda avalancha dos fechas después de la primera la impresión es que la cooperación es esporádica, graduada. Queda la impresión de que la Policía de nuestros vecinos dosifica su actuación con criterios ventajistas.

El incidente de Ceuta probó una vez más, en esta ocasión de forma irrefutable, que Rabat utiliza la emigración como arma política. Que haya aumentado considerablemente el componente marroquí de los ilegales llegados a Canarias en este año lo corrobora.

El uso de los emigrantes para presionarte por motivos políticos o económicos no ha sido inventado por nuestro vecino. El dictador bielorruso Loukachenko, que fomentaba el paso de sirios e iraquíes por su territorio, adonde habían llegado en aviones fletados, lo ha utilizado para suavizar las sanciones de la Unión Europea cuando robó las elecciones de su país en 2020 y se apoltronó en su sexto mandato presidencial. Muchos ven aquí la mano de Putin que animó a su vasallo bielorruso para desestabilizar a Occidente creando tensiones y divisiones. Rusia ya había hecho otro tanto con Finlandia hace seis años. Las autoridades alemanas han hablado del empleo de la emigración como plataforma «de amenazas híbridas». Otros lo califican de bombas demográficas. Tanto Polonia como Lituania debieron decretar un estado de urgencia en sus fronteras.

Guedaffi fue asimismo hábil. Prometió a Berlusconi frenar la emigración clandestina a cambio de una entrega de helicópteros, radares y fragatas en momentos en que padecía un embargo militar. Erdogan negoció con Merkel la concesión de 6.000 millones euros de la Unión Europea para contener a muchos miles, a millones, huidos de Siria en 2016 y hace dos años amenazó de nuevo con enviarnos más emigrantes de los que acogía. Creó división en Europa con países de generosa acogida y otros muy cicateros. Y mostrando disparidades en relación a los que llegan, Polonia, por ejemplo, ha sido adversa a los islámicos pero viene siendo desde hace años muy acogedora con los ucranianos. Fidel Castro también montó avalanchas masivas de cubanos hacia Estados Unidos en el caso del Mariel y otros. En un incidente con nosotros en la época de Felipe González, después de que una decena de personas buscara refugio en nuestra embajada queriendo abandonar el «paraíso» cubano, nos coló media docena de individuos que fingían ser peticionarios de asilo cuando, en realidad, se trataba de agentes de sus servicios de inteligencia. Nos crearon problemas.

Con Marruecos hay que distinguir de un lado el chantaje estentóreo migratorio por un berrinche momentáneo –es lo que ocurrió en Ceuta cuando acogimos al jefe del Polisario pretendiendo ilusamente que los servicios marroquíes no lo detectarían, y poco después de que Pablo Iglesias, aún vicepresidente, hiciera unas manifestaciones inoportunas sobre Marruecos–, y de otro el goteo al que nos va a someter intermitentemente cuando tiene o se inventa un agravio. ¿ Y qué mejor agravio que la cuestión del Sahara? He escrito en mi reciente libro que la sombra del Sahara planeó sobre Ceuta. Y seguirá planeando sobre nuestras relaciones. Trump es culpable. Hizo a Marruecos uno de los regalos mayores que ha recibido ese reino: declarar que el Sahara es marroquí. Biden, en esto como en otra media docena de cuestiones, no ha corregido a su lenguaraz predecesor. La inmensa mayoría de los marroquíes anhela que nuestro gobierno imite aún parcialmente a los americanos. Algo que difícilmente podemos hacer sin la ONU. Chantaje o represalias, el goteo continuará.