Jorge Vilches
Madrid is different
En Madrid no cabe un regionalismo gentil con los nacionalismos periféricos.
Es un modelo que sólo sirve para Madrid. Un proyecto de raíz liberal-conservadora, basado en la responsabilidad individual, con el simple auxilio del Gobierno autonómico, sin más arraigo que el lugar donde se pace, únicamente es posible en la región que es centro de España.
En Madrid no cabe un regionalismo gentil con los nacionalismos periféricos. En esta región se aplaude el localismo “foráneo” que cada uno lleve en su interior, y al tiempo se hace un discurso españolista de reivindicación de Felipe II y de la resistencia de Gerona en la Guerra de la Independencia, y se consigue el aplauso general.
Por esto chirría en Madrid el Estado plurinacional. Quizá porque esta autonomía sea tan plurinacional o pluripatriótica que las naciones y patrias no importan. Eso funciona en el electorado madrileño, pero no sirve para el resto de España. Este país ha cambiado tanto en este sentido tras cuatro décadas de Estado autonómico que es obligatorio en los territorios hablar de regionalismo o nacionalidades si se quiere tener un discurso nacional. Esto sería ridículo en Madrid. Ya ocurrió con Franco Pardo, el candidato del PSOE en 2017, cuando se le ocurrió hablar de la nación madrileña. Rectificó, pero arrastró la metedura de pata hasta que lo retiraron. Hoy nadie sabe dónde está.
Lo mismo ocurre con algo ajeno en Madrid: la política socialdemócrata. El empeño en subir impuestos, hablar contra los ricos, usar el lenguaje inclusivo, tratar la economía con perspectiva de género, o priorizar el ecologismo para cumplir la Agenda 2030 no funciona en las urnas madrileñas. La mayor parte del electorado no entiende este lenguaje político, y hacerlo, como hizo Ángel Gabilondo en 2021, es un error. Madrid es diferente, y un equipo de estrategia está para ganar.
Esta singularidad de Madrid se debe a que tiene al mismo partido en el Gobierno desde hace décadas, que ha arraigado costumbres de libertad personal, de tomar a cualquier Gobierno como un engorro que se entromete.
Esperanza Aguirre dio con la clave sociológica: la libertad de horario en los comercios ha hecho más por la hegemonía liberal en Madrid que cualquier política cultural y educativa, casi más que elegir colegio y médico. Arraigar hábitos es fundamental para facilitar la recepción positiva de un discurso político. A partir de ahí, todo ingeniero social de la izquierda empeñado en regañar y corregir a los madrileños va a fracasar.
Ayuso ha sabido reproducir el discurso que tan bien construyó el PP de Madrid desde la década de 1980. Es una marca que constituye una excepción en España. No es exportable al resto del país. Este tipo de política se vería en otra autonomía como una intromisión, como un proyecto de transformación de costumbres generadas por la izquierda o los nacionalistas. De ahí que, por ejemplo, el plan de Moreno Bonilla sea más moderado y conciliador, menos de batalla, con cierto recogimiento, sin más pretensión que dar un buen servicio a los andaluces.
El perfil liberal-conservador, de devolver autonomía al individuo, de palpar la libertad, sin más identidad que el placer de vivir donde te dejan en paz, sin un proyecto eco-feminista de distribución de la riqueza gracias al Gobierno, es complicado que tenga éxito en autonomías construidas sobre identidades locales e intervencionistas. No es una solución nacional, pero sí es perfecto para el electorado madrileño. Es más; toda palabra que se diga en Madrid para defender lo español refuerza ese voto al PP de la región, pero no sirve mucho en el resto del país.
Si Madrid es la “patria” que permite ser libre, que dirían nuestros liberales de hace 200 años, en las demás autonomías su región es la patria donde se pueden tener, o no, varios niveles de amor patriótico, en plan piramidal. Son lugares donde la costumbre de tener encima al gobierno local está muy arraigada, y se aplaude. Por esto, Ayuso tendrá en Madrid un mandato muy largo.
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