Siete años después, el último se celebró en 2015, el Congreso de los Diputados se prepara para arrancar mañana el debate sobre el estado de la nación. Pedro Sánchez subirá al filo del mediodía a la tribuna, una imagen que ya se ha convertido en habitual –no en vano, las comparecencias del presidente del Gobierno se suceden con relativa asiduidad desde la pandemia–, pero esta será la primera vez que lo haga en este formato. El objetivo del Gabinete es exponer a la ciudadanía y al Parlamento la acción política desarrollada durante esta legislatura, marcada por «una sucesión inédita de situaciones adversas», desde la pandemia hasta la guerra en Ucrania; así como sus futuras líneas de actuación. «Explicaremos lo que hemos hecho, lo que estamos haciendo y, sobre todo, lo que vamos a hacer», señalan fuentes gubernamentales, en un momento en el que consideran que están teniendo problemas para proyectar su acción ejecutiva.

El debate sobre el estado de la nación se encuadra en la cúspide de una batería de iniciativas que el Gobierno ha activado después de la debacle de las elecciones andaluzas para tratar de recuperar impulso y «marcar perfil». Una cita a la que dan «máxima trascendencia» y que encaran con un enfoque claramente «ideológico» para volver a reconectar con el electorado progresista. Este es un formato cómodo para el presidente del Gobierno, un debate diseñado a su medida, que le permitirá reivindicarse y vender gestión, al tiempo que también buscará «marcar agenda». De este modo, las fuentes consultadas avanzan que Sánchez anunciará nuevas medidas económicas para paliar la endiablada realidad que ha devenido como consecuencia del conflicto bélico propiciado por Putin y que ha generado un evidente malestar social. En el Ejecutivo consideran que el debate se produce en un «momento decisivo» y quieren aprovechar la oportunidad que se brinda para elevar el nivel, haciendo hincapié en el carácter institucional y alejarlo de la bronca política o de la descapitalización que pueda suponer que el líder de la oposición no pueda participar, aunque esté sentado en el escaño que le correspondería de poder hacerlo.

Sánchez confrontará directamente con el PP, aunque no pueda hacerlo con Feijóo. Lo hará contraponiendo el modelo de gestión de la crisis de 2012 de los populares con el que ha desplegado su Ejecutiva desde el advenimiento de la pandemia hasta la invasión de Ucrania. «La apuesta por reforzar el Estado del Bienestar, la respuesta socialdemócrata,frente a los sucesivos recortes que impuso el PP», señalan. En este apartado, el presidente sacará pecho por las medidas adoptadas, tales como, el Ingreso Mínimo, la subida del Salario Mínimo Interprofesional, la revalorización de las pensiones, los ERTE y el escudo social o la reforma laboral, entre otras. El jefe del Ejecutivo incidirá en uno de sus mensajes fuerza de las últimas semanas, recordar que el Gobierno se debe a las clases medias y trabajadoras, a las familias, a las empresas y autónomos y a los más vulnerables con el objetivo de paliar sus dificultades económicas y «no dejar a nadie atrás» ante el alza de los precios.

Será en este marco donde se anuncien futuras medidas que se sumarán a las que el Gobierno ha puesto en marcha recientemente, en el segundo paquete anticrisis que se debe aprobar el jueves, al finalizar el debate sobre el estado de la nación, y que buscan limitar el efecto de las tensiones inflacionistas. Frente a un PP que alienta ya el fantasma de 2008 con la crisis financiera que gestionó José Luis Rodríguez Zapatero, Sánchez pondrá el foco en los recortes del PP y como ahora, una década después, su Ejecutivo ha aprovechado la crisis para «ampliar derechos, en lugar de cercenarlos, mientras cumple con sus compromisos en materia de responsabilidad fiscal».

El presidente también presumirá de la «normalización institucional» que se ha logrado con él al frente del Gobierno, aprobando Presupuestos Generales del Estado «en tiempo y forma» y recuperando incluso la celebración del debate sobre el estado de la nación. En este sentido, Sánchez dibujará un horizonte de legislatura, desgranando su hoja de ruta hasta finales de 2023, cuando tiene previsto agotar el mandato. El enésimo intento de desactivar las lecturas interesadas que apuntan a un adelanto electoral. Un objetivo de consecución para el que jugarán un papel fundamental los fondos europeos de recuperación, como catalizador de la modernización y transformación ecológica y digital que se quiere impulsar en nuestro país, y que está chocando, hasta ahora, con los problemas de ejecución del maná europeo por la excesiva burocracia. Sánchez también sacará pecho por la proyección europea de España, con la llamada excepción ibérica y el papel de anfitrión que ha ejercido durante la reciente cumbre de la OTAN.

¿Autocrítica?

Por desvelar está aún si en el balance tan triunfalista, el presidente deja espacio para cierto ejercicio de autocrítica que, sin duda, vendrá auspiciado por los partidos de la oposición que irán tomando la palabra de mayor a menor desde la misma tarde del martes. Desde el Ejecutivo dicen mostrarse «receptivos» para asumir las aportaciones que hagan los distintos grupos parlamentarios, confiando en que se promuevan planteamientos para consolidar el crecimiento, garantizar derechos y mejorar la vida de los españoles. El debate sobre el estado de la nación y la posterior votación de la traca legislativa el jueves –Memoria Democrática, reforma del Poder Judicial para que el CGPJ pueda nombrar las dos vacantes del Tribunal Constitucional y segundo decreto anticrisis– será la última prueba parlamentaria a la que se someterá el Gobierno antes del descanso estival. Unas maratonianas jornadas parlamentarias que se antojan el mejor termómetro para testar la fortaleza del Ejecutivo y la salud de la relación con sus socios parlamentarios y con la oposición.