División
Preocupación en el PSOE por que la guerra en Podemos lastre a Sánchez
Desde el partido piden “unidad” a sus socios para “movilizar al votante progresista” en las próximas elecciones y no perder La Moncloa
El PSOE no ve en la lucha fratricida que desangra la relación entre Unidas Podemos y Yolanda Díaz una oportunidad para captar voto progresista. Hace tiempo que Pedro Sánchez asumió que hay un caladero de votos en el que los socialistas no penetran –al que no son capaces de movilizar– y que confían, por delegación, a la izquierda a su izquierda.
A esto obedece que el presidente oriente, en campaña, su discurso electoral al centro –para tratar de ensanchar su espacio– y que deje que Yolanda Díaz e Irene Montero ganen batallas internas dentro del Consejo de Ministros. Así ocurrió con la ley Trans, la Ley del «solo sí es sí» o la reforma laboral. Sabe que necesita dar oxígeno a los morados, porque es rehén de sus resultados. El tiempo de las mayorías absolutas quedó atrás y precisará de unos socios pujantes electoralmente hablando para reeditar la actual coalición, si quiere seguir en la Moncloa en 2024.
Pero esto está hoy por hoy en riesgo. Desde Moncloa y Ferraz asisten con desasosiego al espectáculo de «exhibición pública» de las diferencias entre Podemos y Yolanda Díaz, cada vez más indisimuladas. Fuentes socialistas reconocen que, si bien estas diferencias son conocidas, el hecho de que se expliciten de tal manera resulta contraproducente y puede provocar que Unidas Podemos caiga en la «irrelevancia» en 2023.
En el partido existe preocupación por la deriva que está siguiendo el conflicto interno en el seno de los morados. Si desde el Gobierno se advertía, tal como publicó este diario, tras la «Uni de otoño» en la que Pablo Iglesias lanzó sus primeras estocadas a Díaz, que había que reconducir esta relación para evitar que «se distraiga» el voto de izquierdas en los próximos comicios; ayer fue desde la dirección federal de Ferraz, desde donde han hecho una llamada a la reconciliación, después de que el que fuera vicepresidente del Gobierno calificara de «miserable y cobarde» a Díaz por «ponerse de perfil» ante los ataques a Irene Montero por la Ley del «solo sí es sí».
La portavoz del PSOE, Pilar Alegría, quiso mostrar públicamente su «esperanza» en que los partidos y coaliciones de izquierda «vayamos con un planteamiento, con la máxima unidad, que sea capaz de movilizar al votante progresista de este país». Desde el partido y el Gobierno se hace pedagogía sobre que esta es la primera experiencia de un Ejecutivo de coalición en democracia y la imagen de solvencia y su credibilidad pueden quedar en entredicho, con los escándalos jurídicos y las luchas intestinas que estamos presenciando, en la recta final de la legislatura.
El Gobierno defiende su imagen de «estabilidad» con la aprobación, esta semana, de los terceros Presupuestos en tiempo y forma, y la vocación de Sánchez es mantener la coalición hasta el final de la legislatura, precisamente, como síntoma de esta estabilidad. Solo así se entiende que presidente y ministros socialistas hayan evitado dirigir sus críticas contra el Ministerio de Igualdad, con la Ley del «solo sí es sí», una gestión que asumen de «todo el Gobierno».
No ayuda, a este ejercicio de contención socialista, que desde el sector morado se ponga el foco en el ex ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, delegando en él la responsabilidad de las horquillas de penas, por haber sido el Ministerio coproponente de la ley. En su día, Campo ya explicitó sus reservas por las deficiencias técnicas de la norma, lo que provocó que Iglesias le calificara de «machista frustrado». Así las cosas, la intención es seguir juntos hasta el final. Esto, claro, siempre que no resulte contraproducente.
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