Opinión

A los andaluces nadie nos paga nada

El supremacismo catalán debe explicar qué lo llevó a no invertir sus recursos en los servicios públicos, primando chiringuitos, embajadas y un conflicto social

WATERLOO (BÉLGICA), 22/09/2025.- El líder de JxCat, Carles Puigdemont (4i), reúne a la permanente del partido en Waterloo (Bélgica) tras la reunión mantenida el jueves con el PSOE en la que le trasladó su negativa a apoyar los Presupuestos Generales del Estado si no cumplen los acuerdos que tienen pendientes. EFE/Dani Rovirosa
Reunión reciente de Carles Puigdemont con la permanente de Junts, en WaterlooDani RovirosaAgencia EFE

A los andaluces nadie nos paga nada. Quizás el señor Turull encuentra más fácil recurrir a los tópicos e insultos reiterados en el tiempo hacia mi tierra por el supremacismo catalán que representa en lugar de explicar qué los llevó a no invertir sus recursos en los servicios públicos que demandaban los catalanes, mejor sanidad, educación y dependencia (que fueron recortados), primando chiringuitos o embajadas destinadas a otro tipo de intereses y un conflicto social que salió muy caro para todos.

Estos ataques repetidos y nada novedosos nunca serán ignorados y mucho menos dejaremos que pretendan asentarlos por no ser contestados. Desde el «hombre andaluz» de Pujol, ignorante y poco hecho entre otras lindezas, a lo de que «no se entendía al hablar castellano» de Mas, nuestro acento ha sido pateado e identificado con incultura (algo que no es exclusivo del supremacismo catalán, véase el «pitas, pitas» o los niños que estudian en el suelo del supremacismo castizo). Sería sencillo recurrir al esfuerzo de aquel millón y medio de andaluces, extremeños o manchegos sin los cuales durante tres décadas habría sido imposible el desarrollo de la industria textil, metalúrgica, automovilística, la construcción o los servicios urbanos en Cataluña. Creo que recientemente la película «El 47», encarnada en la vida de Manolo Vital, aquel conductor de autobuses de la periferia de Barcelona, refleja a la perfección la contribución, la historia y, en demasiadas ocasiones, el trato clasista que sufrieron mis paisanos. A pesar de ello, amaron con entrega a la tierra que los vio nacer y a la que contribuyeron a levantar.

No volveré mi mirada tanto en el tiempo porque, afortunadamente, la transformación que trajo nuestra Constitución y, sobre todo, el Título VIII en su desarrollo autonómico han permitido mayor convergencia interterritorial, mayores cotas de bienestar e igualdad. Quizás estos elementos son los que más molestan a quienes nunca quisieron ver a las distintas comunidades autónomas jugar en la misma liga, especialmente a las del Sur. Me lo explicaron con mucha claridad en uno de los múltiples foros a los que acudí en mi etapa de presidenta ante la burguesía catalana: «el problema lo generasteis con el café para todos aquellos 28-F», por ende, si se mantenía el café solo para unos cuantos, y al resto lo que sobre, se acabó el problema.

Años después estamos ante la misma encrucijada. Ataque al que considero que debe tener menos derechos para justificar un trato desigual y discriminatorio: esta vez, sin ningún tipo de pudor, se llama financiación singular. Recuerda la que escribe, café para todos, nunca.

Veremos si lo entiendo. Esto va de querer lo bueno de pertenecer a un gran país, cuarta economía de Europa que sigue creciendo y que lo hace con fortaleza, reconocido por distintos organismos internacionales. Permite, entre otras cosas, que la balanza comercial entre regiones arroje muy buenos datos para empresas tractoras catalanas. Por poner algún ejemplo, el 34% de las nóminas domiciliadas en mi comunidad lo están en una entidad financiera que tributaba en Cataluña hasta el fatídico 1 de octubre que trasladó, al menos de momento, su sede a la comunidad Valenciana. Del mismo modo, un millón y medio de andaluces cuyo sistema de aguas está privatizado reciben el servicio de la filial de la empresa de referencia en Barcelona. Un recurso público de la riqueza natural de Andalucía, por la que los andaluces pagan al abrir el grifo y caen euros que serán imputados en la recaudación de Cataluña. Podría seguir en la energía, etc., aunque creo que queda suficientemente entendido.

Quiero lo bueno de estar en un buen club, pero, ante todo, que me garantice que la igualdad de oportunidades no sea uno de los criterios por los que se rija. Y ya de camino, como falta mano de obra en determinados sectores, quizás no sean necesarias tantas universidades públicas en algunos territorios, ya que nos sobran ingenieros, arquitectas, maestros o investigadoras. Quizás, y solo quizás, si retornamos a comunidades que apuesten por obreros manuales, ya el talento lo ponemos otros.

España los necesita, Europa, mucho más

Tengo mi propia opinión sobre el sistema tributario español y su progresividad, incluso muchas diferencias al no entender en mi comunidad que no se destine mayor porcentaje a los servicios públicos, pero la decisión en el ámbito de nuestras competencias no la va a tomar nadie desde su tribuna en otra comunidad autónoma o desde Waterloo.

El silencio no es una opción. Los vientos que corren dentro y fuera de nuestras fronteras nos obligan a luchar contra los discursos xenófobos y supremacistas, y a tender puentes de entendimiento entre tanta incomunicación que parece reinar. Tendremos que seguir dando la batalla por mi tierra, Andalucía, por andaluces y andaluzas, pero también por el resto de españoles, incluida la ciudadanía catalana, por ellos con mucho más interés porque deben recobrar el lugar de locomotora que llegaron a ser, ojalá lo recuperen pronto, España los necesita, Europa, mucho más.