
Opinión
«¡Dios, qué buen vassallo, si oviesse buen señor!»
Nos hubiese gustado un único mando nacional ante la catástrofe, con el Estado Mayor codo con codo con el Rey y Sánchez

"¿Cómo están Jonathan y Mónica?", una prima cautelosa tanteó por teléfono a Tamara. "¡Pues bien… mi madre acaba de comer con ellos!". Al otro lado de la línea se hizo un silencio angustioso. «¿No te has enterado de lo de las riadas en Letur?». Inmediatamente, el móvil del novio de Tamara se llenó de alertas y fotografías espantosas, con un torrente deslizándose por mitad del pueblo, donde había estado la casa de su hermano y de Mónica. Llamó y llamó, pero ya nadie cogía. El cura, Ignacio Requena, había visto al matrimonio haciendo señas desde su balcón y llamó al 112. Cuando levantó la vista del teléfono, ni Mónica ni Jonathan ni su casa estaban ya. Lo desconcertante es que en Letur (Albacete) apenas llovió. Todo el caudal llegó de Moratalla (Murcia), donde habían caído 200 litros por metro cuadrado. Si el agua tardó hora y media en bajar desde Moratalla, ¿por qué nadie supo enviar una alerta a los móviles? Cuando María Dolores Marín, que ha perdido a su hijo Juan, de 34 años, que circulaba tranquilamente con una furgoneta por en medio del pueblo, se ha encarado con Emiliano García-Page y le ha espetado a la cara que debe dimitir, es exactamente eso lo que está expresando: que los cargos entrañan responsabilidades. Pero dimisiones no ha habido.
Se han producido errores, las alarmas mal dadas, por ejemplo, o el tardío despliegue del Ejército, la incapacidad de proclamar rápidamente estado de alarma... pero reconozco que la batalla política actual me estomaga. He visto a la gente perder a sus seres queridos, quedarse sin casa o sin los dos coches de la familia, vivir con velas y sin agua, sin poder cocinar, y no soporto a los de uno y otro bando echándose las cosas en cara. LA RAZÓN explicaba el viernes que ambos partidos, el PSOE de Sánchez y el PP de Mazón, han montado equipos para encontrar los fallos del contrario. Son titulares de unos: «Mazón estuvo hasta las seis de la tarde en un restaurante el día de la DANA». Y de los otros: «Puig priorizó la huerta a las obras contra inundaciones en la rambla del Poyo». Así toda la semana, día tras día. Se está abriendo una sima entre los ciudadanos y sus dirigentes, un foso cavado de desconfianza y sensación de abandono.
Nos hubiese gustado un único mando nacional ante la catástrofe, con el Estado Mayor codo con codo con el Rey y Sánchez. Nos hubiese gustado un único portavoz de todos, nos hubiese gustado coordinación civil y militar desde el principio pero, si no se ha dado, conviene no aumentar la brecha.
Yo me quedo con la inaudita solidaridad de los españoles. Con esos hombres de Elche que subieron a un camión sus toros mecánicos y sus excavadoras y partieron hacia el polígono industrial de Chiva, de donde sacaron cien coches enterrados. Esos mismos hombres que descubrieron a un operario de una empresa de embutidos sepultado entre jamones en una nave. Con la enfermera Regina, atendiendo a la gente con shock post traumático, que pierde el sentido de la orientación e incluso olvida quién es. Me quedo con Paquillo López, que cerró la pescadería de Cheste y se pasó la semana quitando barro con un tractor. Con sus hijos, Sergio y Jorge, que a falta de videoconsolas o móviles aprendieron a jugar de nuevo al balón en medio del fango. Con la peña taurina de Chiva, que ha cocinado caldereta y albóndigas en la calle para los voluntarios y damnificados. Me quedo con López, de Letur, que consiguió rescatar a Elena, que estuvo una hora gélida colgada de un balcón rodeado de olas, dando gritos de pánico. Un héroe que supo después que a su hermana Antonia se la había llevado el río salvaje. Cuánto trabajo de balde, por puro amor, cuantos abrazos, cuanto consuelo. Eso es España, nobilísimo vasallo.
✕
Accede a tu cuenta para comentar