Toni Bolaño

Madrid está de los nervios

Las condiciones de Puigdemont pusieron en alerta a todos

Puigdemont, Junqueras y al menos 40 cargos menores del 'procés', posibles beneficiados por una eventual amnistía
Puigdemont, Junqueras y al menos 40 cargos menores del 'procés', posibles beneficiados por una eventual amnistíaEuropa Press

Madrid está nervioso. Sobre todo el Madrid que se sitúa dentro de la M-30. Ese Madrid que no se identifica con España, sino que es España. El mismo Madrid que se quedó con la boca abierta la noche del 23J porque no daba crédito a los resultados. Ese Madrid que abre cien conspiraciones por la mañana y que solo queda una, en las raspas mayormente, cuando llega la noche.

Esta semana es el gran ejemplo del Madrid nervioso. La salida de Carles Puigdemont poniendo sus condiciones para una posible investidura de Pedro Sánchez, añadida al calor pegajoso en la capital, puso en alerta a todo el mundo. Se ha dicho que ya está todo pactado entre Sánchez y Puigdemont, lo que demuestra que no tienen idea de quién es Puigdemont. Y menos, Sánchez. Se ha puesto el foco en la amnistía porque erosiona el orden constitucional. En palabras del presidente de un Tribunal Supremo, que se ha pasado por sálvese sea la parte la Carta Magna, que[[LINK:INTERNO|||Article|||64f978f8a673b0e429d5e0e2||| instó a los partidos –PSOE y PP, of course– a dejar a un lado «los grandes postulados]] de la apuesta partidaria en favor de los principios constitucionales más elevados». O sea, pidió un acuerdo que no ha sido posible ni para enviar a casa a sus señorías porque tienen el mandato más que caducado.

Ese Madrid se ha rasgado las vestiduras porque puede existir una mayoría alternativa a un PP que va dando bandazos sin ton ni son. Una mayoría que puede liderar el presidente del Gobierno en funciones con la izquierda y la España periférica. O sea, lo que llaman despectivamente Gobierno Frankenstein, sin darse cuenta de que España es Frankenstein, plural, transversal y diferente. Este Madrid ha puesto el grito en el cielo porque la amnistía es la rendición del Estado, es el fin de la Constitución. Y para ello ha contado con el fervor del ejército de dinosaurios liderado por Felipe González y Alfonso Guerra que ejercen, legítimamente, la libertad de expresión a todos aquellos que se la negaron cuando ellos dirigían el PSOE. Se acuerdan del «quien se mueva no sale en la foto».

Personalmente, voy a contracorriente. La amnistía no es una rendición, es el Estado de Derecho generoso que pone el contador a cero y, no lo duden, sienta las bases para una victoria del constitucionalismo en Cataluña. Les recuerdo que ERC, Junts y la CUP siguen teniendo la mayoría en el Parlament. Desvictimizarlos, como se hizo con los indultos, es igual a desarmarlos y abrir las puertas a una posibilidad: la de un Gobierno constitucionalista en Cataluña. Si queremos que España siga siendo España, la Constitución y las leyes tienen que abrirse a la realidad. Las tablas de ley eran de piedra y se rompieron. Pues eso, que ese Madrid tome nota.

Soy consciente de que predico en el desierto y el nervioso Madrid no está por la fineza, está por la navaja trapera y casi da la independencia a Euskadi y Cataluña por cómo se refieren a estas dos comunidades autónomas.

Por cierto, un apunte: el PP podría gobernar si en Cataluña y en Euskadi no hubiera sacado los magros resultados el 23J. Un Alberto Núñez Feijóo con ocho diputados en Cataluña –las encuestas del Madrid uniforme le daban 9– y tres en Euskadi hubieran sido suficientes para conseguir la mayoría absoluta abrazados a Vox. Pero, solo obtuvo seis y tres porque el Madrid de los nervios, que el PP representa de forma brillante, está de espaldas a la España periférica.

Madrid está de los nervios y vuelca todos sus esfuerzos para que descarrile la investidura de Sánchez. La de Feijóo ya la dan por fracasada. Su objetivo es conseguir una repetición electoral para volver a empezar la partida al grito de «España se rompe». Se ha roto tantas veces que debería estar nuestra piel de toro hecha jirones. Lo que pasa es que dentro de la M-30 no se han enterado.