Jorge Vilches
Nostalgia vs incertidumbre
El plan de Feijóo es claro, las izquierdas prometen un futuro incierto y poco atractivo
La campaña que vivimos es el duelo entre la nostalgia y la incertidumbre. El PP trabaja la memoria de bienestar y tranquilidad de los pasados gobiernos populares frente al futuro negro del sanchismo. Mientras el plan de Feijóo es claro, las izquierdas prometen un futuro incierto y poco atractivo. Repasemos.
Irene Montero está hundiendo Podemos, y esto puede ser fatal para los posibles gobiernos de coalición de izquierdas tras el 28-M. Su arrogancia y chulería ante su fracaso legislativo es inaceptable para muchas feministas, y va a peor. La amenaza a quien le gritó que ser mujer no es un sentimiento es una prueba del endiosamiento de la ministra y de sus trazas de tirana. El resultado es que no va a llegar al 5 por ciento en muchos sitios y, por tanto, no tendrá entrada en los parlamentos autonómicos. Serán votos tirados a la hoguera de las vanidades de Irene Montero.
Nada de lo que haga Podemos en el resto de temas servirá para remontar. El tema «trans» resta votos en todos los segmentos electorales sin excepción. Su posición sobre la guerra de Ucrania, además, es fallida. Nadie piensa que sean pacifistas, sino aliados de Putin. Defender la paz a cambio de territorios es legitimar el derramamiento de sangre provocado por el invasor, y abrir la puerta a nuevas agresiones.
Tampoco servirá a Podemos la subida del salario mínimo porque Montero y Belarra no soportan a Yolanda Díaz y, por tanto, no lo van a rentabilizar. Además, la creencia, cierta a todas luces, de que sigue siendo Pablo Iglesias quien maneja los hilos es un lastre para su coalición. Mucho empoderamiento femenino pero sigue siendo el macho alfa quien manda. Esta percepción popular es imborrable.
El voto perdido de Podemos irá al PSOE, como pasó en Andalucía, y a la abstención. Aquí está la clave, en la capacidad de la izquierda para sumar una mayoría con sus partidos y los nacionalistas y regionalistas varios. El PP solo puede mirar a su derecha, a Vox. Son dos bloques muy evidentes que aclaran al elector para qué deposita su voto. En esta ocasión no habrá partidos flotantes, como Cs, que puedan pactar a izquierda y derecha.
Este escenario estará presente especialmente en la Comunidad Valenciana y en Andalucía. En Valencia, según las últimas encuestas, la victoria sería para María José Catalá, del PP, cuyos concejales sumados a los de Vox desplazarían a Compromís y el PSPV. En Alicante y Castellón ganará el PP. Ahora bien, el asunto está en si el «Acuerdo del Botánico» pasará a la historia y el gobierno autonómico volverá al Partido Popular. Si Carlos Mazón consigue la Generalitat, el PSOE saldrá muy tocado.
Este cambio es posible gracias al hundimiento de Cs, otrora muy fuerte en Valencia, cuyo voto pasa fundamentalmente al PP. Cierto, pero no hay que olvidar que el espíritu general de cambio y el discurso nostálgico, un «antes (de la izquierda) vivíamos mejor», está impulsando a los populares. El PP ha optado por apelar a la pérdida de prosperidad y tranquilidad con el sanchismo y sus socios. La memoria puede traicionar, pero las noticias diarias son demoledoras para las izquierdas y dan la razón al relato del PP.
Hofer definió la nostalgia como un «deseo doloroso de volver», y eso es a lo que está jugando el PP. Ese sentimiento es un refugio cuando el presente es caótico y la perspectiva es pesimista, como la actual. Su utilidad política está en la selección de los hechos que conforman el pasado; por ejemplo, la bonanza económica con el PP, y el recuerdo afectuoso a sus protagonistas. Esto convierte a los populares en un opción refugio, de consuelo incluso para los socialistas no sanchistas. Por eso el PSOE está con la matraca de Bárcenas y Rato, para desmontar el efecto político de la nostalgia que está movilizando el PP. De momento, a Feijóo le funciona.
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