Extremo centro
Que vienen los Sioux
Llegan ululando más allá de la colina, dispuestos a cortarnos la cabellera a todos

Están los progresistas muy preocupados porque después de una década de murga sobre feminismo, «me too», y la problemática relación del hombre heterosexual con su deseo, la publicidad, las series y la música popular dan síntomas evidentes de que el paradigma sigue siendo que tiran más dos tetas que dos carretas.
Como Taylor Swift se va a casar y ha decidido enseñar las nalgas en su último vídeo, podríamos recordar con qué tipo de pijadas manadas y manadas de jóvenes periodistas, poetas y escritoras pretendían educarnos a todos cuando ellas, por inexperiencia y juventud, no sabían nada de lo que iba la vida.
Supongo que podría sonar ventajista si yo aprovechara justo el momento en que el viento ya no sopla en sus velas para saldar alguna cuenta. Pero es que yo ya las llamé ignorantes y payasas en tiempo real, cuando subidas a su propia estupidez decidieron describir a un escritor sensible y culto como Javier Marías como un «pollavieja».
Aquellas Tacañonas 9000 que estuvieron diez años desplegando desde la izquierda la tecnología del dedito con el que moralizar y puchar, a ellas les sirvieron para sentirse fuertes y juzgar, mientras iban al matadero que en último es la vida adulta. Lo grave es que el tratamiento a todas luces histérico de las neurosis sexuales y los problemas emocionales de una generación de mujeres no permitía que señaláramos los dolores y fracturas materiales que se estaban produciendo entre nuestro jóvenes al otro lado de la barrera que configuran los genitales.
En este país, década tras década desde 1950, y de manera mucho más abrupta desde 1990, cada cohorte masculina sucesiva gana salarios más bajos que la anterior. Por el contrario, las cohortes femeninas más jóvenes al menos alcanzan la paridad con las generaciones mayores.
En 2020, en la resaca del Covid, los vi aparecer por primera vez en los entornos digitales. Una sociología de jóvenes españoles absolutamente radicales, que viven mucho peor que sus padres, que no tienen esperanza en formar una familia y a quienes se ha insultado de manera grave durante una década desde la izquierda y desde entornos institucionales.
La cuestión es que a consecuencia de aquello ahora vienen los Sioux ululando más allá de la colina, dispuestos a cortarnos la cabellera a todos. Y no sé ustedes, pero a mí me parece que hay algo de justicia poética en todo esto.
Veo a la izquierda española totalmente inconsciente de la dimensión de lo que está llegando. Los percibo intentando una respuesta ideológica, metiendo en la agenda temas como Gaza o el aborto, como si los ejes tradicionales de izquierda y derecha supusieran una respuesta al tsunami que viene. Y no. Los Sioux son hijos de los límites morales que el rumbo descerebrado de las políticas de este Gobierno hizo emerger en ellos. Durante la última década les ha quedado claro que no quieren más inmigrantes, no creen en el cambio climático, sospechan que el feminismo es una trola que ha servido para robarles la cartera, han visto los efectos negativos de las leyes de violencia de género y sufren antes que nadie, fin de semana tras fin de semana, cómo desaparece el orden y seguridad de sus barrios y entornos.
Los Sioux no creen que vayan a cobrar pensiones, ni vivienda en propiedad y están muy cabreados con la falta de respuestas de la democracia a sus problemas materiales. El pensamiento nocilla del intelectual mediano puede querer creer que esto va de limitar la posibilidad de opinión de las personas en las redes sociales, llenar internet con muchos podcast subvencionados sobre rock lesbiano, meter a Rivers en Máster Chef y que el «perro» salga un par de veces en La Pija y la Quinqui. Pero es que nada de eso está funcionando. Si yo tuviera su edad sabría que el último político que incendió las calles, rodeó el Congreso, y animó a agredir y tirarle pis a gente de otros partidos, se acabó sentando en el sillón de vicepresidente. Portarse así tiene premio, les dijimos a los Sioux. El track de escraches de Podemos-Iglesias, la violencia institucional de ERC y no te digo Bildu, sus acciones deberían haberles vetado para pactar con el PSOE.
¿Qué se les dijo desde la izquierda? Que después de liderar ese tipo de acciones entras a los gobiernos. Que yo estoy dispuesto a reconocer que me gusta más el mundo de ayer, con sus formas institucionales y maneras educadas.
Pero no estoy dispuesto a que le reprochemos a los Sioux que se pongan cómodos en el mundo que le hemos dejado.
Llevamos años viendo a todo tipo de columnistas y las variadas adherencias de la comunicación progubernamental animando con fuerza a la protesta violentas contra la derecha, Trump, Israel y cualquiera que no comulgue con sus desvaríos. Algunos son tan tontos, o están tan pagados de sí mismos que no entienden contra quiénes se montarían esas mismas protestas hoy en España.