Res non verba

La rabia y la nada

El Dorian Gray de Moncloa, aferrado a su retrato, ha desarrollado una inmunidad perfecta a la mentira

Pedro Sánchez en el Pleno del Congreso
Pedro Sánchez en el Pleno del CongresoDavid JarFotógrafos

En estos tiempos en los que la cultura se ha vuelto aburridamente moralista y los políticos se han especializado en la performance con sifón, hasta los más viejos del lugar aguardan con curiosa expectación la mascletá de este proceso posmoderno en el que estamos secuestrados. Si la política se ha vuelto un circo de malos actores leyendo un argumentario «kitsch», tiene lógica que todo culmine con un espectáculo circense irrumpiendo literalmente en el Congreso el 20 de noviembre para matar a Franco 50 años después. Hasta que llegue ese momento cumbre con sus acróbatas y pianistas, la nota paranormal la puso de buena mañana el espectro de José Luis Ábalos. Vagaba por los pasillos y zigzagueaba entre los escaños la sombra vidriosa del hombre que puso voz a la génesis del sanchismo en ese mismo hemiciclo. Los socialistas hicieron de tripas corazón y rechazaron taparse la carita con la manta del niño de «El Sexto Sentido», aunque sintieran la presencia y el quejido de quien no sabía, a esa temprana hora, si le quedaba apenas un suspiro para coger el camino de Soto Resorts.

Con Ábalos de cuerpo presente en el Supremo y de espíritu en el Congreso, Pedro Sánchez acudió un día más a la oficina. El Dorian Gray de Moncloa, a fuerza de aferrarse a su retrato, ha desarrollado una inmunidad perfecta a la mentira. Después de tantos años practicando, ya puede mirar de frente a su yo del pasado, a su gótica hemeroteca, sin pestañear lo más mínimo. Te dice que nunca ha felicitado a un Nobel de la Paz, sabiendo que el señor Google le desmentirá en un nanosegundo, y ni se despeina. Con esa inmunidad del desahogado asintomático, y con la frialdad del autómata, Sánchez preguntó a María Jesús Montero cuáles eran los dos comodines del día: el FMI y los derechos de la mujer.

En una sesión de control siempre hay que detectar los escudos defensivos con los que el sanchismo piensa atravesar ese día el desfiladero de las Termópilas. Esta vez tocaba economía y feminismo. Y no anduvo desencaminado el sonar monclovita porque, aun siendo un día importante para el futuro de Ábalos y su universo de chistorras, toda la sesión tuvo un marcado acento socioeconómico. Fue Núñez Feijóo quien engarzó la indecencia de quienes han medrado a la sombra de Sánchez con la rabia de la clase media que siente estar pagando esa fiesta.

El líder del PP volvió a jugar duro y dio a entender que Sánchez es el jefe de los indecentes, el primero de los jetas. El presidente del Gobierno respondió sacando a pasear las previsiones de crecimiento del FMI e incluso a las agencias de rating, que tanto atormentaron a Zapatero, para concluir que al PSOE no le viene nada por la letra B, de caja B, pero sí por la A, de gobierno triple A. En algún rincón de la galaxia, un guionista sanchista apretaba los puñitos de pura satisfacción. A la rabia de Feijóo por el saqueo de los currantes, Sánchez contrapuso el aborto y los cribados de mama en Andalucía. Sabe el gobierno que sangra por la herida del voto femenino y trata de reconciliarse a marchas forzadas. Y así, entre «tú das rabia» y «pues tú eres la nada» se desvaneció al ruido de floretes entre el jefe de gobierno y el líder de la oposición.

Llegó entonces el momento de Santiago Abascal, que dio cierta sensación de haberse resignado ante la inmunidad de Sánchez frente al sonrojo. El dirigente de Vox se ahorró la letanía de epítetos con los que suele alicatar al presidente y decidió percutir también en la llaga de los autónomos, que empiezan a sentir otra vez la mano regordeta de Hacienda en su bolsillo. A estas alturas, Sánchez se puede permitir que la derecha aviente la leyenda de los ladrones de guante rojo, pero lo que no le gustó, ni a él ni a su escudera Montero, es que parte del Frankenstein tocara también las narices con el delicado asunto de la vivienda.

En este mundo de ficción y relato sienta mal que alguien abra la ventana de la realidad social sin avisar. Lo hizo Rufián después de preguntar a Sánchez si sabe de qué puede morir su gobierno. El portavoz de Esquerra sonó a pitonisa zíngara y Sánchez se revolvió incómodo en su escaño, como el que teme que le lean la mano. La vivienda, Pedro, la vivienda es tu talón de Aquiles. Un mensaje que la podemita Belarra también arrojó sobre Montero. La vicepresidenta no disimuló su enojo al desarrollar un novedoso concepto: criticar la gestión del Gobierno en materia de vivienda también es de ultraderecha. Belarra se quedó picueta.

En todo caso, mientras Ábalos llamaba a un taxi para acudir al Supremo, quedó claro que a la mayoría parlamentaria que sostiene al Ejecutivo le preocupa más lo socioeconómico que la corrupción. Lo segundo no les hará dejar caer a Sánchez. Lo primero es lo único que podría provocar el huracán que les desaloje. Vivimos una performance que solo teme a la realidad. Situación inédita e inaudita.