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María Teresa Campos, dividida entre su hija y su nieta

Alejandra Rubio debería imitar a su madre y a su abuela. No le vendría mal, aunque no pueda igualarlas en sentido común y respeto. Es lo que, al menos, por el momento, parece

Alejandra Rubio, entre su abuela y su madre, María Teresa y Terelu
Alejandra Rubio, entre su abuela y su madre, María Teresa y Terelularazon

Tiene el corazón partido, repartido y compartido. Es difícil momento para la cada vez mas añorada María Teresa Campos, hoy dividida entre su hija Terelu y su nieta Alejandra Rubio, que ha sido dejada por su ya ex Álvaro Lobo. Es hija de un auténtico señor siempre al margen en los absurdos ataques de su hija contra Lydia Lozano. Recuerdo que estaba insatisfecha y yo la reconfortaba con un sincero “si lo estás haciendo muy bien” cuando ayer hablamos para animarla, ella se veía incapaz de emular el éxito de María Teresa, historia viva de nuestra mejor tele. Y hablo con conocimiento de causa tras muchos años a su lado, siempre admirándola además de quererla.

Alejandra Rubio junto a María Teresa Campos, a la izquierda, y Terelu Campos durante la Semana Santa de Málaga
Alejandra Rubio junto a María Teresa Campos, a la izquierda, y Terelu Campos durante la Semana Santa de Málagalarazon

La solo hija de su madre echa los pies fuera del tiesto y, sin venir a cuento, de forma tonta y gratuita, la pone a caldo, llamándola “vieja” como si eso fuera insulto y no privilegio y no sé cuantas burradas más –bueno, lo sé y me las callo– a Lydia, un pedazo de buena figura resistente que hace un “corazón” lleno de conocimiento y estilo personalísimo muy diferente al resto, que ahí está la clave. Mantiene un aspecto magnífico, cuidado, que desmiente la inexplicable zurra. Conserva el espíritu profesional y también las amistades. Era de las pocas “tomboleras” que podía presumir, además de su presencia y bien usada melena entonces rubia y mucho desparpajo, de relaciones. Podía hacerlo y marcaba teléfonos que siempre respondían. Daba envidia, y a lo peor de ahí viene la agresión actual tan descalificadora y absurda, no hay más que verla para seguir aplaudiéndola. Sigue siendo única. Alejandra debería imitar a su madre y a su abuela. No le vendría mal, aunque no pueda igualarlas en sentido común y respeto. Es lo que, al menos, por el momento, parece.

Por cierto, una alegría porque tras ocho días de superado pero incómodo virus, el maestro Lucio vuelve a estar al frente de sus “huevos rotos”, estrellados o refritos –que aún no lo sé–internacionalizados desde su restaurante de la Cava Baja madrileña, ya tirón turístico tan imprescindible y representativo como en tiempos lo fue Chicote. Me alegro por todos, seguiremos mojando y rebañándolos.