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La gran historia de amor (fallida) del padre de Paloma Cuevas con Titi de Saboya
Tiene todos los mimbres para protagonizar una serie: la princesa bellísima que intenta suicidarse al no lograr llevar al altar al que cree el amor de su vida porque éste ya le ha dado su palabra a la que después sería la madre de Paloma Cuevas. Con Titi sólo quiso divertirse. Una historia muy de los años sesenta de la España franquista.
Año 1966, España vive en pleno franquismo y la dictadura, a pesar de ser más “blanda” que en la década anterior, sigue metiendo sus garras en la prensa que dista de ser libre en absoluto. Por aquella época dos familias reales coinciden en el exilio en Portugal: la italiana, encabezada por Humberto de Saboya en Cascais y la española, cuyo jefe es don Juan de Borbón, en Estoril. Es de todos conocida la historia de amor que surgió entre el entonces príncipe Juanito (hoy rey Emérito) y la hija del rey italiano en el exilio, María Gabriela de Saboya.
Lo que no trascendió demasiado y ahora cobra especial relevancia por la separación de Paloma Cuevas y Enrique Ponce es la historia de amor que surgió en esa misma época entre el padre de Paloma, el torero Victoriano Cuevas (o Victoriano Valencia), y la princesa Beatriz de Saboya, hija también del rey Humberto II y más conocida como Titi. La historia es apasionante y digna de una serie de Netflix. El padre de Paloma no sólo era un torero guapo, exitoso, apuesto y culto, sino que, además, competía, dicen los taurinos de la época, en conquistas con el mismísimo Luis Miguel Dominguín. Victoriano Cuevas Roger fue el primer torero que pasó por la universidad. De hecho se licenció en derecho en Salamanca.
Titi de Saboya poseía una fuerte personalidad y no aceptaba el destino que, más que probable, le habían preparado sus padres: buscar un marido noble, casarse y llevar una vida discreta formando una familia. Pero ella tenía otros planes para sí misma así que se trasladó a vivir a Madrid donde se alquiló un piso en el número 60 del Paseo de la Castellana (entonces, Avenida del Generalísimo). Como no podía ser de otra manera, su vida transcurría en un constante ir y salir a eventos, los más selectos de la capital. Era una mujer bellísima, princesa y con pocas ocupaciones en su vida más que encontrar un buen marido. Sin embargo su forma de ser, más propia de una mujer de hoy en día que de una de la década de los sesenta del siglo XX, encajaba bien poco con esa idea de “casarse bien”, más en una España profundamente machista por muy princesa que ella fuera.
Se sabe que tuvo un romance con el Marqués de Cubas pero de quién realmente se enamoró fue de Victoriano Cuevas Roger que, por entonces, tenía un pacto de “espera” con la que con el tiempo sería la mujer de su vida, esposa y madre de sus dos hijos. Paloma Díaz aceptó pacientemente a que Victoriano terminase de consolidar su carrera profesional como torero. Hasta seis años. Y fue en ese intervalo de tiempo cuando el torero conoció a la impetuosa Titi que cayó rendida a sus pies pensando, probablemente, que un torero, por muy famoso y adinerado que fuese, no podría rechazarla. Comenzaron una tórrida historia de amor que ella creyó que sería para siempre. Nada más lejos de la realidad. El torero, como todos en su profesión y más en en aquella época, no buscaban como esposa una mujer con ideas claras y libres de cómo vivir su vida, así que pronto hizo que Tita se enterase de cuáles eran sus verdaderas intenciones: casarse con su novia Paloma que lo esperaba pacientemente en casa y divertirse, mientras tanto, con Tita en un Madrid lleno de diversión y figuras de Hollywood como la propia Ava Gardner.
El caso es que Titi, desesperada, intentó suicidarse con un revólver en su casa. Un escándalo en toda regla que el franquismo, de la mano de su ministro de información y turismo, Manuel Fraga, tapó de la manera más descarada, dejando tan sólo que se publicara que la princesa había tenido un accidente con un arma mientras la limpiaba. Titai fue ingresada en el que hoy es la Jiménez Díaz y, más tarde y con nombre falso, en el prestigioso hospital psiquiátrico López-Ibor.
Victoriano Valencia cumplió la palabra dada a su novia Paloma y finalmente contrajeron matrimonio. De él nacieron dos hijos, Paloma y su hermano que tristemente falleció hace pocos años dejando en la más profunda de las tristezas a todos.
Victoriano es hoy un hombre de 87 años, discretísimo con su vida, igual que su mujer y su hija, ambas Palomas. Probablemente ahora mismo y en el final de su vida esté pasando un profundo dolor viendo cómo su querida y única hija es humillada públicamente por el hombre que un día prometió en la catedral de Valencia amarla y respetarla hasta que la muerte los separara. Una palabra que no parece estar cumpliendo y que para un hombre con profundas convicciones religiosas y tradicional tiene que ser, después de la muerte de su hijo, la peor de sus experiencias. Quizás por esto se comprenda ahora mejor la fuerte preocupación que Paloma Cuevas tiene por cuidar a sus padres en estos tristes momentos.
Sin duda una historia poco conocida, la del romance del torero y la princesa, que ahora, a tenor de los últimos acontecimientos, salta a la palestra como una gran historia de Fellini. Y es que las aristócratas y los toreros siempre han sido un clásico.
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