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Descubrimos a los amigos gays del Papa (y no los conoce Pedro Sánchez)
El argentino Yayo Grassi y el chileno Juan Carlos Cruz confrontan personalmente a Francisco: «Le decimos a la cara lo que pensamos»
«Es Dios quien te hizo gay y te ama». Juan Carlos tiene grabadas a fuego estas palabras. Las pronuncia como si las acabara de escuchar de boca de Francisco. Algo ha llovido desde aquel encuentro. No era fácil. Este periodista chileno se había convertido en uno de los azotes públicos más significativos contra la Iglesia. Superviviente de los abusos sexuales del sacerdote Fernando Karadima -un ídolo católico en su país que acabó defenestrado-, había denunciado una y otra vez la pasividad del Vaticano. Hasta que el Papa accedió a recibirle.
Desde entonces son amigos. Rara es la semana que no conversan por teléfono. Y no suelen ser diálogos complacientes. «No tengo problema en decirle a la cara que se deben tomar más medidas y hacer más justicia con las víctimas, pero cuando ahora miro atrás y veo todo lo que ha hecho, le admiro». Y más, desde que el pasado miércoles el Papa respaldara las uniones civiles entre homosexuales: «Lo que tenemos que hacer es una ley de convivencia civil. Tienen derecho a estar cubiertos legalmente».
Juan Carlos estaba en la rueda de prensa del Festival de Cine de Roma en la que se presentaba «Francesco», el documental donde se incluyen estas palabras del Papa. «Cuando vi la película no me podía imaginar el revuelo que se iba a montar, porque la cinta es mucho más que eso», comenta aún sorprendido, porque tampoco en el encuentro con los periodistas nadie sacó el tema. El terremoto mediático sacudió después, cuando una agencia de noticias se hizo eco de la reflexión papal y la onda expansiva resultó imparable. «Francisco habla del hecho de no discriminar a nadie, seas gay o de cualquier otro colectivo», defiende, convencido de que «el hecho de que se muestre a favor de que haya una normativa civil, hasta donde conozco, no supone una ruptura con la doctrina católica ni pretende ser el punto de partida para una reforma».
«Está haciendo historia»
Lo cierto es que cuando el Papa Francisco se refiere a la identidad sexual, tiene dos planteamientos complementarios en su discurso. No tiene problema en denunciar la llamada «ideología de género», pero evita la condena. Porque por encima de esta reflexión doctrinal está su máxima del respeto a la dignidad del ser humano. No existen categorías, sino personas. No existe casuística general, sino nombres propios. Como Juan Carlos. O a otros tantos que recibe a puerta cerrada en Santa Marta o les llama por teléfono como respuesta a sus cartas en las que dicen sentirse juzgados. La reacción de Jorge Mario Bergoglio siempre parte de esa premisa. Para muestra, el encuentro que tuvo hace un mes con los padres y madres de hijos LGTBI de la asociación Tenda di Gionata. «Quiero a sus hijos tal como son, porque son hijos de Dios». Y en esta línea, subraya que «la Iglesia no los excluye, los ama profundamente».
Esta sensación también la ha experimentado el argentino Yayo Grassi. Su amistad con el Papa viene de lejos. Fue alumno suyo de Literatura y Psicología. Hoy tiene un negocio de «catering» en Washington. Se han visto poco, pero mantienen relación. «Es un hombre histórico que está haciendo historia –dice–. Es un gran día para tantos hombres y mujeres, niñas y niños cuya identidad ha sido rechazada durante demasiado tiempo. Estoy tan feliz de haber presenciado este movimiento sísmico que empezó con el simple temblor de una ola: ‘¿Quién soy yo para juzgar?’». Se refiere a la primera vez que Francisco se refirió a los homosexuales en el vuelo de regreso de la JMJ de Brasil, cuando llevaba cuatro meses como Papa.
Prueba de la amistad entre Yayo y el «padre Jorge» es que le recibió en audiencia en el Vaticano a los dos meses de ser elegido Papa, con Iwan Bagus, su pareja durante dos décadas. Uno, ateo y el otro, musulmán. Y no se quedó ahí. Durante su viaje a Estados Unidos hizo un hueco en su agenda para encajar un encuentro privado con ambos. Tal fue el revuelo que se generó cuando se hizo pública la cita, que la Santa Sede tuvo que salir al paso, puesto que un día después se reunió con Kim Davis, una funcionaria de Kentuky que fue encarcelada durante unos días por negarse a casar a parejas homosexuales.
Esta cercanía no es sinónimo de complacencia. De hecho, cuando en 2010 el entonces arzobispo de Buenos Aires se opuso a la Ley de Matrimonio Igualitario de Cristina Fernández de Kirchner porque equiparaba las uniones civiles gays a las bodas católicas, Yayo se lo recriminó por carta. En una semana, tuvo réplica manuscrita de Bergoglio: «En mi trabajo pastoral no hay lugar para la homofobia».
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