Crónica
Los sábados de Lomana: Me gustan los toros, ¿y qué?
Dentro de nuestras fiestas y verbenas con «mantón de Manila y vestido chinés» (como dice la canción) es importantísima nuestra feria taurina
Y ya estamos en San Isidro las fiestas de nuestro pueblo, Madrid. La mayoría de las personas viajan en verano a las fiestas de sus pueblos, maravillosa tradición que nuestra España ha sabido mantener. ¡En Madrid este año estamos más contentos que unas pascuas! Por muchas razones. Siempre el día 15, celebrando a nuestro santo patrón San Isidro Labrador, se ha ido a la pradera vestidos de chulapas y chulapos, se ha bendecido el agua y hemos bebido de ella, con misa incluida en una preciosa romería llena de familias, niños y organillos tocando chotis.
Recuerdo el año pasado con la enorme tristeza de estar saliendo de un doloroso confinamiento, completamente perdidos y desorientados por un futuro incierto. Hoy Madrid se echa a la calle con más felicidad que nunca porque el ataque continuo que hemos sufrido como apestados y, según el Gobierno, gentes de «malvivir», tabernarios a los que solo importan las cervezas y los berberechos, nos ha unido despertando en nosotros un madrileñismo, una especie de «nacionalismo» madrileño antes desconocido en esta ciudad mestiza, donde nadie te pregunta de dónde eres porque a nadie le importa, ahí donde se juntan las culturas de toda España y Latinoamérica, ahora también de gran parte de Europa, fascinados por nuestra vida. «Pongamos que hablo de Madrid»... Ese himno maravilloso de Joaquín Sabina.
Dentro de nuestras fiestas y verbenas con «mantón de Manila y vestido chinés» ( como dice la canción ) es importantísima nuestra feria taurina. Llegan de nuestra querida América , México, Perú, Colombia, Venezuela los grandes aficionados que no quieren perderse vivir una tarde en el gran templo taurino de Las Ventas que este año ha sido sustituido por Vistalegre. No se imaginan la gran emoción que supone para los aficionados una tarde de feria con la plaza bullendo sin un solo asiento vacío. Las mujeres y los hombres, como es tradición, divinamente vestidos, ellos con traje y corbata, ellas con sus mejores galas, claveles en el pelo o en el pecho y si estás en barrera también con mantón de Manila para extenderlo delante colgando en forma de homenaje y ofrenda a los toreros, ellos en agradecimiento extienden sus capotes de paseo. Si hay algo fascinante en la fiesta de los toros son todos los rituales que se llevan a cabo en la plaza. La emoción de escuchar los clarines durante la lidia, el silencio cuando sale el toro y se contempla dando cada uno su opinión de cómo resultará, de su bravura o belleza. Los primeros capotazos, la manera de medir su bravura cuando entra al caballo, el brindis del torero, fijándonos como cae la montera porque si cae hacia arriba intuye mala suerte, la emoción de la lidia hasta la hora de matar y ese silencio enorme que no se escucha ni una mosca, si acaso el rugido del toro y el esfuerzo del torero.
En mi opinión, para un toro bravo es mucho más digno y menos humillante, por duro que parezca, morir en la plaza que en un matadero para carne. El próximo miércoles 19 no me perderé la vuelta del gran matador peruano Roca Rey que consigue emocionar de una forma como solo algunos elegidos pueden hacerlo.
En España ahora tenemos un «maletilla» que se ha cortado la coleta pero no ha dejado detrás tardes de gloria sino todo lo contrario, mucho odio y tensión en la sociedad con sus falsos panfletos y postureo que ya nadie creía convertido en un personaje bastante patético por sus enormes contradicciones y falsedades. Celebramos la marcha de Pablo Iglesiaspero esta vez sin oreja ni vuelta al ruedo.
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