Casa Real
Laurence Debray: Historia de una fascinación adolescente por Don Juan Carlos
El monarca lloró delante de ella cuando dejaba el trono en 2014. Ahora, en su nuevo libro («Mi rey caído») revoluciona España con las confesiones del monarca en el exilio. Su funeral, su hijo, su soledad. Pero, ¿quién es esta historiadora francesa con alma de «groupie»?
La historiadora que el pasado miércoles publicó en Francia un libro sobre la figura del Rey Emérito, no es una hispanófila cualquiera. Laurence Debray (París, 1976) –autora de «Mi rey destronado», una biografía que empezó a gestarse en 2014 pero que dio un giro radical en 2020– ha crecido adorando la figura de Don Juan Carlos. Esa pasión se traduce en cada línea y el tesón de esta «groupie» borbónica ha conseguido lo que muchos ansiaban en España: entrevistar al Rey en su exilio «voluntario» de Abu Dabi, la capital y segunda ciudad más poblada de los Emiratos Árabes Unidos.
No es la primera vez que el monarca español habla a través de un escritor. «El Rey», la primera biografía oficial sobre Don Juan Carlos, data de 1991 y fue escrita por el literato José Luis de Vilallonga. En ella se abordaron, entre otras cuestiones, el 23-F y las relaciones del Rey con el dictador Francisco Franco y con su padre, Don Juan. La idea partió de la editorial francesa Fixot y fue el propio monarca el que sugirió el nombre del autor, al que conocía desde hacía mucho tiempo. Al parecer, según contó Vilallonga antes de morir, Pedro J. Ramírez también quería ser el autor de las primeras memorias de Don Juan Carlos. «Se cabreó muchísimo cuando me eligió a mí», dijo el escritor. En total fueron más de 20 horas de grabación. En España fue editado por Plaza & Janés y el Círculo de Lectores.
Esta nueva biografía no está tampoco exenta de polémica. Tal vez porque es la primera en un exilio voluntario rodeado por un escándalo financiero sin precedentes en la joven Monarquía española y, sobre todo, porque la escribe una mujer. Y bromas aparte, ese tufillo machista hace que muchos hablen de amante, cuando en realidad lo que hay es una historiadora enamorada hasta las trancas de su personaje, como hace cualquier escritor. Hasta cuando son de ficción. Pero, ¿quién es Laurence Debray? ¿Quién es esa mujer con aire a la protagonista de «Amélie», que ha conseguido colarse tanto en apertura de los diarios nacionales como en el plató de «Sálvame»?
De adolescente, ella misma cuenta en su obra «Hija de revolucionarios», publicada en Anagrama, que tenía una foto del padre de Felipe VI con traje de gala en su cuarto, ante el asombro de sus padres, republicanos y socialistas convencidos. Hablamos del intelectual galo Régis Debray –asesor del presidente François Mitterrand y que años antes se había hundido con el Che Guevara en el espesor de la selva colombiana– y la antropóloga venezolana Elizabeth Burgos. Unos padres que intentaron llevar a su única hija por la senda del socialismo sin éxito. Ella misma exorcizó su propia historia personal como hija de militantes de familias burguesas que se apasionaron por las reivindicaciones sociales en América Latina. Tanto que con solo diez años de edad, un verano en 1986, le enviaron a un campamento a Cuba, donde esta escritora de aspecto frágil aprendió a disparar, y un mes después la mandaron a otro en Estados Unidos para que notara la diferencia. Pese a los vehementes intentos de sus progenitores, Debray no heredó nada de ese compromiso social. Tardó en entender años que su padre fue a la cárcel no por robar, sino por ser capturado junto con el Che Guevara. O que aquella señora llamada Jane Fonda que venía a casa con regularidad, no lo hacía porque era una amiga de sus padres, sino porque militaba en la causa antibelicista de la guerra de Vietnam.
Laurence, la niña que no tomó una Coca-Cola hasta estar emancipada de sus padres, empezó a gestar su propia manera de ser. Radicalmente opuesta a la de sus progenitores, que le administraron desde su infancia con cuchara de palo la revolución. De adulta, probó hasta las mieles del capitalismo cuando estuvo dos años trabajando en banca de inversión. Se fascinó por la Monarquía, en concreto por la española. Elevó a la categoría de héroe a un rey campechano y cercano llamado Don Juan Carlos de Borbón. Mientras a su padre le parecía fascinante que Francois Mitterrand se zambullera entre la multitud de los mercados de antigüedades a orillas del Sena, a ella le fascinaba que «su rey» hiciera escapadas en moto y llevara una vida peregrina fuera de palacio. Este era para la francesa el verdadero revolucionario.
En una entrevista al diario «Clarín» en 2020 revelaba que parte de la fascinación por el Monarca se debía a que su carácter y su planta ayudaba. Ella misma menciona que era el único Jefe de Estado con el que había trabajado «que no puso ningún límite» a su trabajo.
Labor diplomática
La historiadora llegó al Emérito gracias a hacerle llegar a Zarzuela una biografía que había escrito sobre él sin conocerle en persona, donde alababa su labor diplomática y detalles tan significativos como que era uno de los primeros monarcas en pagar impuestos. «Le mandé una carta a Rafael Spottorno, que entonces era el jefe de Casa Real, explicándole que mi madre había sido consejera de Cultura en Madrid, directora de la Alianza Francesa en Sevilla y mi padre se había ocupado del pabellón de la Expo en Sevilla en 1992. No conocía a nadie. Tuve la ocasión de explicar mi propuesta en persona y a él le gustó», revela en el diario latinoamericano. Allí conoció a un rey «poco arrogante, nada soberbio, sensible que hacía bromas y que repetía que siempre le había ayudado. También a un hombre que nunca había tenido dinero siendo joven, que su padre dependía de los aristócratas y que Franco no le daba nada. «Incluso, las Coca-colas que él se bebía en Zarzuela pasaban un filtro. Siempre le atrajo la gente con dinero, que hace negocios. La gente tiene fallos», zanja Laurence.
Los que la conocen afirman que ella como nadie ha comprendido que el Emérito es un verdadero padre de la nación y que el haber comprendido esta esencia hace que entrevistador y entrevistado tengan una unión indisoluble. Un amor que se fue gestando desde que ella era una niña. En el capítulo V de su libro «Hija de Revolucionarios», Debray narra cómo después de unas vacaciones en Madrid, con siete años, quedó prendada. «No era solo la energía de los españoles, el sol rotundo y la informalidad de las tapas. Reinaba un ambiente de libertad, encarnado por Juan Carlos I, tan apuesto como un actor de Hollywood, y que acababa de salvar al país de un golpe de Estado». Con «Mi rey destronado», Debray pasará a la historia como la gran biógrafa del Emérito. Y pronto sus propias memorias se venderán como churros.
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