No estaban sus hijos
Alberto y Charlène de Mónaco cumplen en la misa de Santa Devota pese al huracán de críticas
Los príncipes monegascos han sido fieles a la tradición con la patrona del Principado, a pesar de que se han desvelado su “despilfarro” de dinero sin rendir cuentas
Los príncipes Alberto y Charlène de Mónaco han cumplido con la tradición en la misa de Santa Devota, patrona del Principado. Con la catedral de Mónaco como escenario cada 27 de enero, el matrimonio, que nunca se libra de los rumores de crisis conyugal, han unido fuerzas para asistir al acto religioso. Lo hacían solos, sin sus hijos, los mellizos Jacques y Gabriella, quienes sí estuvieron en la quema de la barca celebrada la noche de este viernes. Como era de esperar, los pequeños, que ya tienen 9 años, fueron los auténticos protagonistas de la velada, dando lugar a hermosas imágenes familiares con los fuegos de fondo. Pero en esta ocasión es momento de recogimiento, de ahí que tan solo se rodeasen de personalidades institucionales y miembros religiosos.
Por fin se produce la esperada reunificación de los príncipes de Mónaco en una fecha tan señalada. Los dos años anteriores no habían podido celebrar la misa de Santa Devota juntos, pues el pasado el príncipe Alberto estaba contagiado de covid-19 y tan solo se dejó ver desde el balcón del palacio, mientras que la princesa falcó el anterior, en 2022, a consecuencia de la recuperación de las operaciones por una grave infección que casi le hace perder la vida en Sudáfrica lejos de su marido y sus hijos. Esto alimentó mucho los rumores de crisis, pero ahora están inmersa en otra distinta, después de que su contable les haya traicionado y revelase que él tiene una cuenta secreta destinada a pagar a sus amantes y sus hijos ilegítimos, mientras que ella se ha gastado 15 millones de euros más allá de su asignación oficial.
Ante este huracán mediático se han presentado en la mañana de este sábado Alberto y Charlène. La princesa lo hacía con un elegante traje azul marino con grandes solapas y detalles satinados, a juego con el que portaba su marido. Al tratarse de un acto religioso, los príncipes han optado por la sobriedad en su estilismo, así como en los complementos, siendo una sencilla bufanda y unos discretos pendientes de brillantes para ella. No es momento de lucir ostentación ahora que las miradas críticas están puestas sobre ellos por sus supuestos desmanes.
Cumpliendo con la tradición y según el orden establecido, tras la misa, el príncipe Alberto y Charlène han subido al balcón del palacio para tener vistas privilegiadas de la procesión. Así se despiden de su pueblo, que por fin ha podido verles juntos después de dos años sin oportunidad de hacerlo. Esta imagen ofrece normalidad en medio de momentos convulsos. La princesa Charléne parece que comienza a tener cada vez más presencia en los actos de representación de la institución. Esto hace pensar que está mejor de los problemas que tuvo que asimilar lo traumática que fue su estancia en Sudáfrica luchando por su vida lejos de su familia. Esto le llevó a internarse en una clínica en Suiza, de la que ha ido saliendo poco a poco para acompañar a su marido en actos públicos y también en entrevistas a diversos medios, para acallar en infinidad de ocasiones los rumores de crisis.
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