Dieta
Los desayunos de las royals: de Kate a Máxima pasando por Letizia
Lejos de las excentricidades de las monarcas de antaño, las reinas hoy se cuidan y optan por hábitos sanos
La sabiduría popular aconseja desayunar como un rey, pero no dice qué rey. ¿Como Carlos I en el monasterio de Yuste (Cáceres)? Su mesa era un festín de pescados de todos los mares, aves traídas de toda Europa, carnes, frutas y conservas. ¿O como Felipe V que, antes de levantarse de la cama, ya había engullido una de taza de un caldo compuesto por leche, vino, dos yemas de huevo, azúcar, canela, clavo y otros ingredientes? ¿Quién querría ya morir de gota, vencido por el dolor o con la cara flaca y el cuerpo chupado como ellos?
Ninguno de los royals actuales emula a sus antepasados, sino que se apuntan a desayunos antioxidantes, antiinflamatorios o multivitamínicos. Y si hay que dar un premio a la normalidad, se lo daremos al rey Felipe VI. Su favorito lo componen unas tostadas y zumo de naranja, al menos cuando sus estancias en Baiona (Vigo) eran más habituales por las regatas, según revelaron desde la Cafetería Monterrey. Eso fue hace un tiempo y quizás su esposa, la reina Letizia, le va inspirando nuevas costumbres. Para ella el desayuno forma parte de esas rutinas que le están ayudando a lucir un cuerpo fibroso, sin darle demasiado volumen, y esos brazos cincelados que siempre son objeto de atención. Su estricto plan de alimentación empieza por la mañana con un menú que podría contener una tortilla de tres claras y una yema, una rodaja pequeña de salmón a la plancha, media taza de copos de avena, frutos del bosque, té verde y un vaso de agua. Es una de las opciones de la dieta Perricone, que parece seguir con esa firmeza que la caracteriza y que forma parte de un programa antiaging diseñado por el dermatólogo norteamericano Nicholas Perricone.
Sin los caprichos o excentricidades que definieron a algunas de sus antecesoras, como la reina Victoria, que mantuvo pésimos hábitos alimentarios hasta el día de su muerte. Era capaz de engullir siete u ocho platos en media hora, sin que nadie pudiese hacerle desistir. Sus abusos le causaron una cintura de 115 centímetros -cuando apenas superaba el metro y medio de estatura-, y una salud muy precaria, según escribió James Read, su médico de cabecera. Aun así, su reinado solo fue superado en años por su tataranieta, Isabel II, fallecida en 2022.
Esta última también ideó su propio desayuno antienvejecimiento para vivir y reinar hasta los 96 años. Arrancaba el día con un té Earl Grey, sin leche ni azúcar, y unas galletas. No era más que un tentempié hasta que llegaba la hora del desayuno principal, en su comedor privado, con cereales, yogur, tostadas y mermelada de fresas escogidas de sus jardines de Balmoral. En esto la tía Lilibeth tenía un gusto muy similar al del rey Felipe VI. Su sirviente real, Charles Oliver, publicó un libro basado en sus recuerdos personales, en los que destacó el gusto por los arenques ahumando en sus desayunos, una costumbre que venía desde los años de la guerra. A su rutina en la mesa hay que sumar los paseos con sus perros, su afición a montar a caballo y los aires frescos de Balmoral, su refugio favorito, que, seguro, favorecieron su sistema inmunitario, sin que le hiciese falta privarse del pastel de chocolate ni del vino Dubonnet.
Los huevos de Camilla
Los desayunos de su sucesora, la reina Camilla, son bien distintos. Su pasión son los huevos, igual que la de su esposo el rey Carlos III, quien presume de tener un conocimiento enciclopédico de las gallinas ponedoras. A Camilla le gustan horneados con queso, un lácteo imprescindible en su dieta. Su madre murió de osteoporosis después de sufrir durante años las consecuencias de unos huesos frágiles, y critica, siempre que tiene ocasión, las «dietas ridículas que eliminan los lácteos y los alimentos buenos para los huesos». Además, a los reyes británicos les entusiasma la jardinería orgánica y en sus menús siempre hay abundancia de productos frescos con los que equipan todo el año sus despensas.
Quien despierta fascinación en la familia real británica es Kate Middleton y la curiosidad por saber qué hay en su plato es constante. Por lo que han filtrado algunos antiguos chefs y miembros del personal, comienza el día con un batido vitamínico que prepara personalmente a partir de espirulina, col rizada, espinacas, lechuga romana, cilantro y arándanos. Además, toma un bol de avena para completar un desayuno saciante, rico en fibra, vitaminas y minerales.
La reina que puede que se lleva la palma a la hora de disfrutar de la comida es la reina Máxima, como se observa en las visitas reales, si bien su desayuno habitual es el hagelslag, el plato tradicional de los Países Bajos. Ella lo personaliza colocando sobre el pan integral o de centeno rodajas de pepino, fruta fresca, jarabe de manzana o mermelada de fresa.
Las reinas que pide el siglo XXI
Kate, Letizia y Máxima han tenido que amoldarse a los zapatos regios en tiempos en los que el terreno es movedizo y sabiendo que a cada paso habrá alguien que tratará de pisarles los talones. Son, de alguna manera, las nuevas alabarderas de la monarquía, las que custodian la imagen que las Casas Reales transmiten a la ciudadanía. Cada gesto, cada hábito, cada elemento en su vestimenta revela una intención. Los ciudadanos necesitan proyectar en ellas sus puntos de vista y percepciones cotidianas de la vida, la maternidad o la salud. No admitirían una imagen controvertida ni fuera de lugar. Ellas lo saben y su implicación es absoluta. Con los años han ido ganando confianza y suficiente seguridad en sí mismas como para sortear la presión, crisis u opiniones que no son de su agrado.
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