Costa del Sol

Viaje a la Marbella del lujo y del tráfico de armas

Hablamos con los protagonistas que vivieron la época dorada de la ciudad, con sus luces y sus sombras

A la derecha, Adnan Khashoggi junto a Gunilla von Bismarck y otros acompañantes
A la derecha, Adnan Khashoggi junto a Gunilla von Bismarck y otros acompañantesTiempo

La Marbella de los años 80 era, como dicen los británicos, «a sunny place for shady people», «un sitio de sol para gente de sombra». Así lo recuerda Hubertus de Hohenlohe, hijo del fundador del mítico Marbella Club, el príncipe Alfonso de Hohenlohe, considerado el padre de la Marbella del lujo, de la aristocracia europea y de las estrellas de Hollywood. Un lugar donde las élites más eclécticas se mezclaban en exclusivas fiestas y que atrajo también a grandes fortunas árabes que importaron consigo el tráfico de armas hasta la Costa del Sol.

Adnan Khashoggi (1935-2017), tío de Dodi Al Fayed, fue una de las figuras más relevantes de este cuestionable negocio que presentaba la cara más oculta de Marbella. Célebre por sus fiestas en su residencia «La Baraka», una finca de 900 hectáreas que es el origen de la actual urbanización «La Zagaleta»; o en su yate «Nabila», atracado en Puerto Banús y que acabó en manos de Donald Trump, utilizaba estos eventos como poderoso polo de atracción para juntar a grandes estrellas del cine como Liz Taylor, George Hamilton o Brooke Shields, con políticos, embajadores, líderes y mandatarios como el dictador de Zaire, Mobutu Sesé Seko.

«La expresión ‘traficante de armas’ suenan muy fuerte, pero Kassoghi nunca escondió que vendía armas al príncipe Saud», recuerda Hubertus de Hohenlohe. «La pregunta es si ese tráfico de armas lo haces legal o ilegal –apostilla–. Khasoggi adivinó en los conflictos de Oriente Medio una oportunidad de negocio como intermediario entre los fabricantes occidentales y los gobiernos de esa zona del planeta. Y así amasó una inmensa fortuna valorada en 40.000 millones de dólares. «En su 50 cumpleaños –rememora la empresaria de la noche Olivia Valere– construyó una sala de fiestas especial para 1.000 personas. En la invitación ponía «The world richest» (el hombre más rico del mundo) y esto le generó muchos enemigos porque se peleó con el Rey de Arabia Saudí, que se sintió un poco humillado con los fastos».

Alfonso de Hohenlohe y su esposa María Luisa en su finca de Ronda (Málaga)
Alfonso de Hohenlohe y su esposa María Luisa en su finca de Ronda (Málaga)EFE

En esas fiestas, con piano de metacrilato y ballet náutico en la piscina, Khassogi se valía de otro personaje, Jaime de Mora y Aragón, como su secretario y relaciones públicas. Rosa Villacastín recuerda cómo en una de esas fiestas, la desaparición de un fotógrafo de prensa hizo que sacaran a los perros para dar con su paradero. «A la prensa nos invitaban pero nos encerraban en un corralito y no podíamos tener relación con los invitados», explica.

Sus negocios con el dictador filipino Ferdinand Marco le llevaron a la cárcel acusado de blanqueo de capitales y otras operaciones con resultados no esperados terminaron con su vida lejos del lujo con el que había vivido. Con «La Baraka» embargada por tres bancos y adjudicada en segunda subasta a un grupo de inversores que crearon sobre ella «La Zagaleta».

En aquella Marbella dorada también se dejaron ver la familia del actual presidente sirio Bachar al Asad o incluso los Bin Laden, ocupados entonces en el sector de la construcción. «Yo vi hace años una foto de Bin Laden con mi padre y con Khassoghi», recuerda Hohenlohe.

Jaime de Mora y Aragón con Olivia Valere
Jaime de Mora y Aragón con Olivia ValereTiempo

Aunque el otro gran nombre vinculado al tráfico de armas era el de Monzer al Kasser, que vive recluido en una prisión de alta seguridad de Estados Unidos acusado de terrorismo, mientras su mujer y sus hijas siguen en Marbella. En sus años dorados, estableció su residencia en Mifadil, un palacete renacentista en la urbanización «Atalaya de río verde», atendida por hasta 35 sirvientes. Amigo del excomisario Villarejo o del narco Laureano Oubiña, su vida –y su detención por parte de la DEA norteamericana– son de película. «Son gente de bien, que han pagado un precio muy alto. Les tendieron una trampa», señala Hubertus. Olivia Valere, por su parte, los recuerda por su discreción. «En ese momento no se sabía tanto que se dedicaban a la venta de armas», asegura. «Al Kasser venía muchas veces a cenar con su mujer, pero no sabíamos que se dedicaban a esas cosas. Era algo desconocido para nosotros».

Para Olivia, todo cambió después del 11S. Los árabes nunca volvieron a mostrarse con todo el lujo de antaño. El recuerdo de una etapa dorada de la Costa del Sol todavía hoy sigue vivo en la memoria de sus protagonistas.