Sagas
Así son Allegra y Cecilia Honenlohe, las hijas de María del Prado y Pablo de Hohenlohe: la otra "jet set" que viene
El mundo les puso cara en la boda de Sol Medina de Orleáns
Es hija de los marqueses de Caicedo y un referente indiscutible en la aristocracia española, pero María de la Luz Prado Muguiro prefiere que la conozcan por haberse esculpido un nombre propio gracias a su trabajo como emprendedora en el mundo del flamenco y en el de la autoayuda. Reniega de títulos como «princesa flamenca» o «duquesa de Tarifa», pero le molesta especialmente el de «mujer de». Está casada desde 2002 con Pablo de Hohenlohe, nieto de la duquesa de Medinaceli, pero a él no le debe más que su amor y las dos hijas que tienen en común, dos chicas tan bellas por dentro como por fuera y que pese a su linaje prefieren vivir de la forma más discreta posible.
María del Prado y su familia viven en una exótica casa de campo en Istán, localidad próxima a Marbella, que alternan con estancias en Madrid para estar con sus hijas: «Nos encanta vivir en el campo, aquí en nuestra casa de Istán, rodeados de plantas y animales y a un paso del mar». Fruto del matrimonio de María Prado y Pablo nacieron Celia y Allegra. «A mis hijas les digo que hagan cosas, que se nutran por dentro. Mis hijas son maravillosas, son estupendas, muy creativas. Cecilia canta, compone pop y está en Escocia estudiando un módulo de música y siempre practica. Tiene una voz preciosa y le encanta la música tanto como a mí. Está a caballo entre Inglaterra y Madrid», cuenta María.
«La mayor, Alegra, se parece más a su padre, es muy creativa. Estudia Comunicación y Marketing digital. La verdad es que son dos niñas fantásticas. Muy trabajadoras y luchadoras», añade. De su madre han heredado la práctica de la espiritualidad y el «mindfulness»: «Yo siempre les digo que hay que vivir el momento presente con ojos de principiante, estar atento en cada momento a lo que estamos haciendo. Porque a veces, sin darnos cuenta, siempre nos vamos al pasado o al futuro, pero no disfrutamos el presente. Nos olvidamos de sentir esas cosas diarias tan lindas, y es lo que he intentado inculcarles también a mis hijas: que no se pierdan la vida anticipando y haciendo suposiciones. Hay que ser feliz con lo que va viniendo, porque nada es lineal».
El mundo les puso cara en una multitudianaria boda el pasado verano en la Iglesia de San Esteban de Sevilla, donde se casaba una prima. Las dos hijas de María y Pablo fueron las damas de honor de la gran boda de Sol Medina de Orleáns-Braganza y Pedro Domínguez Manjón Toro. Ella es la hija primogénita del duque de Segorbe, Ignacio Medina Fernández de Córdoba, presidente de la Fundación Casa Ducal de Medinaceli, y de la princesa María da Gloria Orleán-Braganza Borbón, tataranieta de don Pedro II (el último emperador de Brasil) y prima hermana del Rey Juan Carlos. Todos estos regios parentescos son ajenos a Cecilia y Allegra. Su madre lo puntualiza: «Las hemos criado en un mundo normal, donde ven el esfuerzo que hacemos para mandarlas a buenos colegios y que todo nos cuesta mucho, pagar la hipoteca, y llevar una vida de constantes esfuerzos».
Su madre nos resalta las cualidades de su hija mayor: «Allegra dibuja a lápiz, lo ha heredado de su padre, y ahora para sacarse un dinerillo está haciendo retratos. Le digo siempre que trabajen en lo que les gusta, porque así el trabajo será una bendición. Crear es una meditación activa, me gusta verlas a una con el piano y a la otra pintando. Es una estampa privilegiada».
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