Final
Carmen y Belén Ordóñez , dos hermanas bien que acabaron mal
Divertidas, fiesteras, enamoradizas y con un paseo por el mundo oscuro
El 23 de julio de 2004 fallecía en su casa de Madrid Carmen. Ocho años después, el 2 de agosto de 2012 la seguía Belén, la hermana querida. Las hermanas Ordóñez eran dos mujeres que no hicieron mal a nadie salvo a ellas mismas. Divertidas, fiesteras, enamoradizas y con un paseo por el mundo oscuro que no las salvó.
Nacieron en una familia con un árbol genealógico taurino de los pies a la cabeza. Una saga donde se mezclaba ese mundo con el social y el intelectual. Por un lado, los Dominguín a través de la rama materna y, por otro, los Ordóñez. La madre a la que todos llamaban Carmina era hermana de Luis Miguel. El Recreo de San Cayetano, en Ronda, que en la actualidad es propiedad de los hermanos Francisco y Cayetano, era de puertas abiertas igual que la finca Valcargado en Medina Sidonia y las casas de Sevilla y Madrid. La prima Belencita, hija de Belén, vendió parte del Recreo a los primos. Nunca quiso perfil público y poco o nada se sabe de ella. En ese campo las niñas disfrutaron de una vida entre algodones con sus primos Miguel, Lucia y Paola Dominguín Bosé. Era una familia extensa donde mandaban los hombres y la ternura y la educación corría a cargo de la madre Carmina. Una mujer de una elegancia natural, buena, y la brújula para sus hijas que se desnortó cuando murió en 1982 de cáncer. Ese año comenzó la cuenta atrás para las chicas Ordóñez que perdieron a una madre que era el punto de unión de la familia. Ya nada fue igual, como contaban ellas mismas cuando hablaban de lo que había significado esa presencia en sus vidas. «Sin ella todo fue a la deriva», contaba Belén en sus memorias. Hay que aclarar que Carmen Ordóñez nunca fue Carmina. Ese era el nombre de la madre. Fue Carmuca mientras era pequeña y Carmen hasta su muerte como siempre la llamaban sus amigas de toda la vida, Charo Vega, las Lapique y Lolita Flores.
Las dos se casaron muy jóvenes. Salieron de la tutela de un padre estricto y vigilante de la honra femenina de las Ordóñez creyendo que el matrimonio era una liberación. Y fue más de lo mismo con maridos que tenían muy claro cuál era el papel de sus mujeres. Y no precisamente el de entrar y salir de casa sin su control. Aunque tuvieron desencuentros, no podían vivir la una sin la otra. Carmen era la guapa y Belén la resultona. Carmen se bebía la vida y Belén también. La mayor no tuvo suerte en el amor y la pequeña, tampoco. Algunas de sus parejas no las trataron bien y consiguieron separarse antes de que sucediera lo irremediable. Antonio Ordóñez murió en 1988 sin imaginar las tragedias que vivirían sus dos amores. Adicciones, maltratos, parejas tóxicas y amistades que no lo fueron y se aprovecharon de la generosidad de las hermanas Ordóñez Dominguín. Sobre todo, de Carmen que lo que ganaba en un programa tipo «Tómbola» se lo gastaba en fiestas de nunca acabar.
Vida de princesas
Por nacimiento vivieron unas vidas de princesas. Dos adolescentes que viajaban con sus padres a Nueva York, París, Roma o cualquier destino que no era habitual en aquellos años 60 y 70. Veranos en Marbella, Feria de Abril en coche de caballos con el padre Ordóñez orgulloso de sus niñas e intercambios en Suiza. Estudiaron en el Liceo Francés, el mismo colegio al que acudían sus primos Dominguín y las Koplowitz.Se llevaban trece meses y siempre estuvieron juntas, aunque mantuvieron un desencuentro por la herencia de su padre que no duró mucho.
Ordóñez, que era conocedor de la poca capacidad de sus hijas para mantener sus economías en buen estado, dejó la herencia a los nietos y la legítima a ellas. A Carmen ciento veinte millones de pesetas y a Belén, un piso cerca de La Maestranza y un local. La primogénita consideró que a la pequeña se la había favorecido más. Salvo ese encontronazo no podían vivir la una sin la otra. Compartieron dormitorio, hasta la primera separación cuando Carmen se casó con «Paquirri», a los 17 años. Belén, a los 18 con otro torero, Beca Belmonte. Se separaron el mismo año y repitieron relaciones sin éxito feliz igual que su existencia.
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