Opinión

El diario de Amilibia: "Vuelva usted mañana" (Larra)

"Será un robot o un funcionario biónico, pero estará ahí, siempre dispuesta a rechazarnos porque no hemos rellenado bien un formulario o porque nos falta un papel: vuelva usted mañana, como en el inolvidable artículo de Larra"

Tamames: tener una media de 1,19 hijos por mujer es un “suicidio demográfico”
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Algo así como la felicidad sería acabar con la burocracia, la eterna promesa de los políticos jamás cumplida. Todo lo contrario: la hidra de las siete cabezas de la Administración crece sin cesar. Leo que la RAE y el Defensor del Pueblo unen fuerzas para fomentar el uso del lenguaje claro y accesible en las Administraciones Públicas para toda la ciudadanía. Loable actitud que morirá en el intento. Me explico: si por un milagro de santa Rita, abogada de los imposible y patrona de los funcionarios, o de la Virgen del Pilar, patrona de los secretarios, interventores y depositarios de Administración Local, llegara a suceder tal cosa, en el fondo y en la forma sería el fin de las propias administraciones, pues desaparecería el oscurantismo que la sostiene, la complejidad que la alimenta y el sentido kafkiano de su existencia.

Tamames abre su discurso repasando su lucha por la libertad desde la cárcel
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Pasan los políticos, pasan las pestes y las crisis, pero la burocracia sigue ahí, desafiante, impasible el ademán, cada día más acicalada y juvenil por los liftings de las últimas tecnologías. Nació con el Big Bang y continuará en el metaverso y en los mundos paralelos de la física cuántica. Será un robot o un funcionario biónico, pero estará ahí, siempre dispuesta a rechazarnos porque no hemos rellenado bien un formulario o porque nos falta un papel: vuelva usted mañana, como en el inolvidable artículo de Larra. Uno de los mejores momentos de Ramón Tamames en el Congreso fue cuando se preguntó a sí mismo con voz queda: «¿Por qué tenemos que hablar tanto?».

Porque si no hablaran tanto para magnificarse o repetirse, su función carecería de sentido, como la burocracia, que es el arte de convertir la fácil en difícil por medio de lo inútil. Y para comprobarlo, encima hay que pedir cita.