
Relaciones
La pasión caribeña de Carlos Ferrando no conocía límites
Un día que comimos juntos le pregunté el por qué de esa insistencia en ir a la isla, y me contestó que "he conocido a un hombre que me vuelve loco. Es una relación muy pasional"

Hubo una etapa en su vida en la que Carlos Ferrando viajaba todos los fines de semana a Cuba, se gastaba un dineral en billetes de avión y alojamiento, pero no le daba mayor importancia porque entonces trabajaba en “Crónicas marcianas” y ganaba una fortuna. Un día que comimos juntos le pregunté el por qué de esa insistencia en ir a la isla, y me contestó que “he conocido a un hombre que me vuelve loco. Es una relación muy pasional y necesito verle siempre que puedo. Por eso me escapo a Cuba en cuanto tengo unos días libres. Allí soy muy feliz”.
En la hora del adiós, me entero de que, tras ser incinerado su cuerpo a las ocho de la tarde de este jueves, parte de sus cenizas se esparcirán en el mar de La Habana, a modo de homenaje a la isla en la que fue tan feliz.
Con el paso del tiempo, sus ingresos menguaron considerablemente y aquellos viajes se fueron quedando en el olvido. La última vez que voló hasta allí fue hace tres años y el viaje se lo pagó una íntima amiga periodista. Desde entonces, la nostalgia y los recuerdos seguían anclados en su corazón. Pero su economía no le daba para disfrutar de la que él consideraba su segunda patria.

Su muerte ha dejado triste y desconsolada a su pandilla cubana, un grupo de la comunidad LGTBIQ+ a los que Ferrando colmaba de regalos en su etapa más boyante. Les llevaba vestidos, zapatos con tacones, pelucas y otros complementos.
Carlos me contaba que sus juergas cubanas eran memorables, que disfrutaba en demasía de sus estancias caribeñas. Hoy, aquellos amigos lloran su ausencia y no olvidan el cariño recibido por parte de un hombre que se bebía la vida a sorbos y contagiaba su alegría a todo el que le rodeaba.
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