Opinión

Los sábados de Lomana: De la magia de París al esperpento del Congreso

Un repaso de una semana muy intensa llena de lujo y política

Carmen Lomana
Carmen LomanaLa Razón

«París bien vale una misa». Esta frase fue atribuida a Enrique III de Navarra, después de ser coronado rey de Francia. Ese «París bien vale una misa» fueron sus palabras cuando entró en la ciudad el 22 de marzo de 1594, como consecuencia del matrimonio concertado con Margarita de Valois, hermana del rey francés. Me estoy extendiendo en la historia cuando, en realidad, lo que quería escribir y transmitirles es mi fascinación por esa ciudad. Fui con un grupo de periodistas para celebrar un evento de la marca de cosmética Premium, del grupo Shiseido, que es una auténtica maravilla en el cuidado de la piel. «Clé de Peau» es su nombre.

Nos alojamos en Versalles. Fueron dos días intensos. Nos habían preparado una cena y una visita guiada al Chateau de Versalles solos al atardecer, con una luz que lo hacía todavía más bello al reflejarse en ese monumento arquitectónico en el que el rey Luis XIV quiso plasmar toda su grandeza y esplendor, por el que se le ha denominado el rey Sol. Versalles es de una belleza sobrecogedora cuando se puede visitar sin gente, por la noche, que aún es más impresionante. Paseamos por sus salones hasta llegar a la sala de los espejos, allí imaginé las grandes fiestas y eventos de la Corte. Resulta de una magia difícil de explicar. Esta impresionante visita terminó con una cena acompañada de música barroca, preciosa mesa imperial y degustación de lo mejor de la cocina francesa. Los fuegos artificiales reflejándose en los estanques frente al palacio pusieron el broche final. Antes de dormir me apliqué mi crema «Clé de Peau» y amanecí con una piel radiante. En nuestra vuelta a España, conseguimos poder volar con Air Europa, ya que estos franceses son demasiado aficionados a las huelgas y protestas de todo tipo y convirtieron el aeropuerto de Orly en un caos.

Carmen Lomana con vestido negro.
Carmen Lomana con vestido negro. GTRES

Nada más llegar a España me lancé a los periódicos y noticias sobre la moción de censura encabezada por el profesor Ramón Tamames, al que aprecio y admiro mucho, presentada por Vox. Me pareció, una unión un poco esperpéntica. No entendía ni entiendo este viaje que ya se sabía perdido de antemano. Quizá era un ejercicio de cómo hacer un viaje ideológico del profesor Tamames, que empezó su andadura parlamentaria en el Palacio de las Cortes con el Partido Comunista, cuando aún no se había redactado la actual Constitución. Ha terminado, después de un largo retiro, como candidato a la presidencia a sus casi noventa años de la mano de Vox. Está muy bien evolucionar, no aferrarse a una sola idea, pero también no dejarse utilizar.

No creo que España necesitase esta moción de censura ante unos diputados que, estoy segura, no han leído sus libros; ni de la mano de un partido que aparentemente nada o poco tenía que ver con él. Le ha podido la vanidad y las ganas de alcanzar un momento de gloria.

A su edad, debería haber aprendido a decir que no, que es muy sano. De todas formas, escuchar al profesor Tamames siempre es una lección de cultura parlamentaria y una descripción acertada de lo que ha destrozado la convivencia y la esencia de España: el sanchismo. Tamames terminó asombrado, cabreado y confundido. Como pensando: «¿A qué habré venido aquí?». Y yo no puedo evitar preguntarme: «Todo esto, ¿para qué?».