Crónica

Los sábados de Lomana: Salud mental, edadismo y la boda de Cayetano

«En pocas parejas he sentido tanto amor y alegría el día de su boda como con la de Cayetano y Bárbara»

Carmen Lomana
Carmen LomanaCedida

Empiezo esta crónica en el Día de la Salud Mental, que se ha convertido en una frase familiar. Parece que hay una plaga de enfermedades relacionadas con nuestra mente. Lo que no tengo muy claro es si han existido toda la vida y antes no se les daba tanta importancia, o si realmente nos encontramos ante una epidemia de enfermedades mentales que han cambiado e influido mucho en nuestra sociedad. ¿Antes no existían? Está claro que las redes sociales, especialmente TikTok e Instagram —sin olvidar YouTube— han influido muchísimo.

Las nuevas generaciones, desde los millennials —que nacen con la era digital y crecieron con la llegada de Internet y los ordenadores personales—, seguidas por la generación Z, que ya está completamente inmersa en la era digital y no concibe otra forma de vida ni de relacionarse unos con otros, viven de manera distinta. Esta forma de vivir pegados a un smartphone desde que se despiertan no es lo mejor para nuestra mente, algo tan frágil y tan fuerte a la vez, dependiendo de cómo la utilicemos.

Pienso en muchísimos jóvenes influencers que viven midiéndose unos con otros, comparándose, en continua competencia para conseguir likes y gustar a una pléyade de seguidores que ni conocen. Todo ese mundo, creo, genera una gran frustración, ansiedad, e incluso miedo al fracaso social en redes. ¿Cómo se puede luchar contra esto? Con cultura, con relaciones sociales sanas, evitando el aislamiento frente a un ordenador o un móvil.

La gente, en general, ya no habla; no se organizan charlas entre amigos con diferentes puntos de vista, no se habla de amor ni se medita sobre la vida. La lectura, la información que genera criterio, tampoco es un valor en alza, como hemos podido comprobar en una influencer con un millón de seguidores jóvenes que, más o menos, opina que no es necesario leer ni, como consecuencia, informarse, que la cultura no te hace mejor. Dice esto y se queda tan feliz.

Carmen Lomana
Carmen LomanaCedida

Por supuesto, no solo Internet tiene la culpa. Hay poco tiempo para dedicar a los hijos, para escucharles, para mirarles a los ojos y sentir cuán triste o alegre es su mirada.

También hay otro problema que me indigna y preocupa mucho: el llamado edadismo. Esa falta de respeto por la edad, ese menosprecio —especialmente hacia las mujeres mayores— con comentarios muy duros, que se convierte en una nueva forma de insultar con la palabra “viejo” o “vieja”. Lo hemos podido apreciar la semana pasada en una preciosa boda en la que estuve, en Sevilla, leyendo comentarios en redes sociales, pero también en revistas y cadenas de televisión, sobre la diferencia de edad de los novios: ella, 30 años menor que él. ¿Con qué derecho juzgamos y condenamos el amor entre dos personas por su edad? Es imposible mostrar mayor falta de educación y sensibilidad. ¿Quién tiene autoridad moral para cotillear y opinar sobre una pareja que ni siquiera conocen? ¿No se dan cuenta del daño que pueden hacer?

Les aseguro que yo estuve en esa boda de mis queridísimos amigos Bárbara y Cayetano, duques de Arjona, y que en pocas parejas he sentido tanto amor y alegría por su unión como en esa boda. Fue preciosa, sencilla, donde todos lo pasamos fenomenal: un magnífico catering, buena música, baile y la enorme felicidad de todos los invitados, que ellos nos contagiaron.

Por eso, desde aquí pido más empatía, más comprensión, en vez de tanto juzgar, tanta maledicencia y cotilleo. ¿Será ese mal que últimamente domina a la sociedad y se llama envidia? ¿Molesta la felicidad ajena? Meditemos un poco sobre esto y sobre sus consecuencias en nuestra mente. La mente es nuestro mejor aliado y también nuestro peor enemigo; es muy frágil y hay que nutrirla con bondad y belleza. Seguro que así todo irá mejor.

Una buena noticia de esta semana es lo que parece ser el fin de la guerra de Israel contra los terroristas de Hamás y la devolución de los rehenes judíos que todavía están en manos de sus captores, quienes los raptaron aquella terrible noche en que el pueblo de Israel sufrió un brutal asalto en el que murieron muchísimos judíos. Dios quiera que esta dolorosa guerra contra el terrorismo termine en una paz duradera para todos.

Siempre he pensado que Israel comenzó la guerra como una cruzada contra esas bestias que mataron y violaron a mujeres y niños, para terminar de una vez por todas con esa barbarie. Es demasiado lo que ha sufrido el pueblo judío como para permitir una masacre más a sus ciudadanos.

Les deseo a todos los aragoneses y zaragozanos unas felices fiestas del Pilar. Mañana intentaré no perderme el desfile de las Fuerzas Armadas.