Opinión
Los sábados de Lomana: Sánchez y su aquelarre con los ministros
"España está que arde en panfletos vacíos y ridículos varios por parte de nuestros políticos en precampaña"
Hacía mucho tiempo que no volvía a San Sebastián. Según empezaba a tomar tierra el avión, en el aeropuerto de Fuenterrabía, y veía esos lugares tan reconocidos y queridos, me llené de añoranza y melancolía. Pensaba: Guillermo siempre me estaba esperando. Lo visualicé con su preciosa sonrisa y el abrazo que nos dábamos por la alegría del reencuentro. Después, cuando llegaba a Tellagorri-Gain, nuestra casa, me parecía que vivía en el lugar más bonito del mundo. Ese jardín de una hectárea de césped y hortensias rodeado de un bosque era único. La casa era también muy bonita: una mezcla entre caserío vasco y casa inglesa en piedra, de sillería y maderas nobles. El porche siempre me recordó al de la casa de la baronesa Karen Blixen en «Memorias de África». La nuestra estaba en la falda del monte Jaizquibel. Jaizquibel significa detrás de la peña, en euskera. Y detrás de la montaña está el mar. Ese monte que nos arropaba y también avisaba cuando se acercaba una «galerna». Las nubes, en forma de niebla y algodón, caían por la montaña procedentes del mar. No he querido volver a pasar por allí pues, según me han contado los propietarios actuales, ese elegante jardín lo han convertido en una especie de parque temático de figuras, budas, enanitos y todo tipo de adornos de mal gusto. La megafonía del avión anunciando el desembarque me hizo volver a la realidad. El viaje hasta Donosti me pareció más bello que nunca. El verdor de los árboles, la naturaleza tan intensa, agreste y salvaje, me emocionaba. Pensé: ya había olvidado lo que es el Norte. Cuando llegué al hotel dos amigas me esperaban. Dejé la maleta y me fui a recorrer esa ciudad en la que fui tan feliz gran parte de mi vida. Quise ver nuestra playa de La Concha. El cielo estaba gris y el mar en calma, otro placer estético con la consabida foto que no podía faltar en la barandilla del paseo. Después, merienda-cena en la terraza del Hotel Villa Favorita, enfrente del mar. Les recomiendo, si van, que no dejen de tomar su famosao sándwich de jamón y queso, caliente, imposible mejorarlo. Los cócteles, con o sin alcohol, también son deliciosos. Las amigas de toda la vida son lo mejor, no paramos de hablar y contarnos mil cosas, hasta que anocheció y me llevaron a mi hotel. Al día siguiente tenía entrevista en Euskal Telebista.
El viaje fue corto pero intenso. Volví a Madrid muy feliz, llena de bonitos recuerdos y cariño recibidos. Ahora Madrid es mi casa desde hace mucho tiempo y me siento totalmente identificada con esta ciudad que me acogió y abrió sus brazos sin reservas.
España está que arde en panfletos vacíos y ridículos varios por parte de nuestros políticos en precampaña. No me digan ustedes que no es ridículo y cómico ese Sánchez en plan «periodista estrella» entrevistando a sus ministros para que le regalen el oído y le repitan hasta el aburrimiento lo bien que ha hecho todo y lo estupendo que es. Patética puesta en escena de esa «sociedad de bombos mutuos» que se ha montado el PSOE con un público de aplaudidores del partido. No menos ridícula, aunque inofensiva, es la campaña del PP del «Verano Azul» con un pobre Borja Sémper achicharrado de luz de focos para parecer que está en la playa, rodeado de sombrillas azules, y un decorado de cartón a semejanza del mar. ¿A quién se le ocurrió esta mamarrachada? Señores del PP necesitan una asesoría de imagen seria. La puesta en escena resulta infumable. Borja, te conozco hace mucho tiempo, eres estupendo y con una imagen impecable, no dejes que se la carguen.
✕
Accede a tu cuenta para comentar