Entrevista

Tomás Rufo, a por el trono de Roca Rey: «Ofrezco mi vida como obra de arte»

Entrevistamos a este torero que, además de quitar el «sentío», ha conseguido «no hay billetes» en San Isidro

Tomás Rufo
Tomás RufoGerardo Morillo

Dice Tomás Rufo que la felicidad es lo más parecido a todo aquello que soñó siendo solo un chiquillo: mañanas de tentadero engrasando el cuerpo, sin más sonido que el mugido de los toros, y tardes de lidia, traje de luces y ovaciones. Son esas cosas bonitas a las que añade en sus redes sociales la emoción de Camarón de la Isla. También a él le ruge el alma y su cante jondo suena a solemnidad, expresión intensa y pureza. Gloria bendita para abrirnos el álbum de su vida. Nos cuenta que nació en Talavera de la Reina, el 8 de julio de 1999, aunque siempre vivió en Pepino, donde su padre regenta una carnicería con ganadería propia. «Con él descubrí el toro cuando le acompañaba a por las reses tras los festejos de lidia. Mi madre es profesora del colegio Cristóbal Colón de Talavera, donde estudié». Es el mayor de dos hermanos y dice que al menor, Pedro, también le tira el toreo.

Tomás Rufo, torero
Tomás Rufo, toreroGerardo Morillo

Interrumpe su faena en el campo para hablarnos de su diálogo con el toro y de cómo se deja hechizar por el misterio de la bravura y ese reburdeo grave que presagia ganas de lucha. El animal es su remanso, pero no fue él quien lo buscó, sino que le salió al encuentro. «Mí vocación de torero –dice– no nace por arraigo familiar, ya que no tengo ningún antecedente taurino. Sí veía mucho toro con mi padre porque es carnicero y recogía las reses en los festejos de lidia. El momento clave para dedicarme al toro llegó en una comunión en la que me animaron y me entró el gusanillo ante una vaca muy pequeña. Jugaba al fútbol en el Talavera y me rompí el brazo. Aunque parezca sorprendente, ahí decidí que lo mío era el toreo».

Toros en Las Ventas. Puerta Grande de Tomás Rufo.
Toros en Las Ventas. Puerta Grande de Tomás Rufo.Jesus G. FeriaLa razon

La noticia no causó sobresalto, ni siquiera cuando sus padres entendieron que no era una chiquillada. «Cuando eres un niño, lógicamente las cosas se cogen con cautela. Pero mi padre, que es a quien primero se lo dije, no se sorprendió. Desde aquel momento me apoyó incondicionalmente porque vio que esto iba en serio».

Y tan en serio. En 2021 El Juli le dio la alternativa en Valladolid, con Campanario, un toro colorado de capa de 530 kilos. Ambos salieron a hombros por la puerta grande. Su padrino, de verde botella y plata; Rufo, de blanco y oro. En 2022, la Maestranza de Sevilla le abrió la Puerta del Príncipe y Las Ventas su Puerta Grande la misma tarde de su confirmación. Era el torero revelación y necesitó solo dos temporadas más para confirmar su prodigio en este arte. Ahora le esperan varias tardes en San Isidro; antes, en las Fallas, cartel con Manzanares y Roca Rey.

Tiene actitud, nobleza y prestancia. Torea con aplomo en la estocada, precisión en el quite y elegancia con el capote. Es de muletazo lento y faenas grandes. Eso dice la crítica y nosotros añadimos que es impecable en el gesto y también en las hechuras. Vamos, un hombre que consigue que el mundo se gire a su paso, aunque no conseguimos sacarle por quién late su corazón. Y vuelve la conversación a su arte, personal y soberbio: «Toreo con pureza y lo más despacio posible. Me gusta el toro que te embiste por abajo y que te permite ralentizar el muletazo. Pero tengo muchas ganas de aprender cada día y ver mis límites. Quiero enfrentarme a cualquier tipo de toro que me permita ampliar mi repertorio y mis conocimientos porque es algo que la afición reclama y que la personalidad del torero también pide».

El diestro Tomás Rufo con su segundo toro durante el festejo taurino de la Feria de Octubre que se celebra hoy viernes en la Monumental de Las Ventas, en Madrid.
El diestro Tomás Rufo con su segundo toro durante el festejo taurino de la Feria de Octubre que se celebra hoy viernes en la Monumental de Las Ventas, en Madrid. Borja Sánchez-TrilloAgencia EFE

De sus palabras se desprende templanza, firmeza y una entrega absoluta. «El toreo es mi vida, significa todo. Yo soy matador de toros y no es solo una profesión, es una forma de entender la vida que me acompaña a cada lugar. Creo que todos los toreros tenemos la obligación de honrar el legado que hemos recibido dentro y fuera de la plaza». El suyo es uno de esos casos de madurez precoz y no hay en él un solo quebranto. «El toro es el animal que me ha dado todo y el que sustenta mi forma de vida. Dedicarte al toro supone muchos sacrificios, pero es mi pasión. No es un trabajo, es una forma de vida en la que yo no miro el reloj ni el calendario. Por lo demás, soy una persona con los mismos intereses y aficiones que mi generación. Me gusta el campo y eso no lo cambio quizás por nada, pero también me gusta estar con mis amigos, la familia, salir y las redes sociales. La madurez temprana me la da el toro, pero la diferencia es simplemente mi profesión».

Al preguntarle por su valentía, Rufo prefiere hablar de su promesa de ofrecer su vida por el arte. «Igual que el toro ofrece la suya, lo que nos hace tirar para adelante». No es torero de muchas supersticiones, aunque alguna hay. «Me gustaría creer que no las tengo. Siento la necesidad de rezar y eso es lo más importante para mí antes de torear. En cuanto al ritual, procuro repetir aquello que hice cuando las cosas salieron bien. Más allá, no te diría o prefiero no decirlo», añade sonriendo.

Un altar que crece

Tiene, eso sí, su capillita. «Va creciendo gracias al cariño de la gente que me regala estampas y medallas allí donde toreo. Incorporo a personas que ya no están. Tengo mucha fe en la Virgen del Prado, que es la patrona de Talavera, y cuando viajo siempre entro a rezarle. También rezo en la capilla antes de cada paseíllo».

Su referente es El Juli, aunque ha trazado su propio camino. «Sueño con ser ganadero por el amor hacia un animal que ofrece la vida junto a la nuestra. Me gustaría aportar mi forma de concebir el toreo, que va de la mano a cómo entiendo la vida. Busco pureza en el ruedo y en la vida. Puedo aportar también una defensa firme de nuestros valores y mostrar que los jóvenes amamos la tauromaquia. Empezaría rompiendo con la idea de que es un espectáculo bárbaro y también con la idea de la repulsión hacia la sangre y la muerte. La sociedad no quiere enfrentarse al ciclo vital que la tauromaquia le pone delante de la cara. Ofrecemos nuestra vida con el fin de crear una obra que queda para la posteridad, pero también enseñamos que en esta vida la sangre y la muerte están presentes».

Ahora quiere que todo lo aprendido crezca y continuar en su búsqueda de la pureza. Torear con el capote y mucho más despacio cada día. «El sueño taurino que siempre he tenido ha sido que me toquen la música toreando de capote en La Maestranza. He sentido esa plaza rugir y los olés especiales, pero ese sueño lo quiero lograr». En sus plegarias cita a Jesús Quintero, el loco mas cuerdo: «Cuando uno está dispuesto a perderlo todo, empieza a estar en condiciones de ganarlo todo».