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Entrevista

Violeta Mangriñán: "Soy perseverante, cabezona y autoexigente"

En la fiesta de Navidad de ghd, la creadora valenciana celebró un año decisivo en el que su intuición, su trabajo y su vulnerabilidad se transformaron en fuerza empresarial y en una voz femenina que aprendió a sostenerse a sí misma

Violeta Magriñán con look navideño Cortesía GHD

En una noche fría de noviembre en Madrid, cuando las primeras luces anuncian la cercanía de las fiestas, Violeta Mangriñán llega al evento navideño de ghd con una calma luminosa impropia del ritmo que la rodea. Luce un vestido de terciopelo negro impecable y una de las melenas más admiradas de España, ese rasgo suyo tan comentado en cada aparición pública. Estamos con ella justo antes de que empiece el photocall. Sonríe. Y nos regala unos minutos de presencia real.

"Este año está acabando muy bien, la verdad. Estoy muy contenta", confiesa mientras se recoloca su melena con un gesto suave. Sus palabras llegan desde un lugar profundo: 2024 terminó de forma devastadora para ella, marcado por el fallecimiento de su abuela y la dana que arrasó su Valencia natal. Quizá por eso ahora mide cada alegría con un cuidado especial. Cuando añade: "No voy a decirlo muy alto… toquemos madera", se aparta un instante del photocall para tocar un mueble que tiene a su lado, como un pequeño ritual para proteger este buen momento.

Su futuro imperio verde

Su presente gira en torno al proyecto que más la define ahora, su futuro imperio de la bebida verde de moda: Maison Matcha. "El tercer Maison Matcha en Valencia, en una finca antigua con fachada protegida… Tengo un ojo, chica. Todo patrimonio, los tres locales", comenta entre risas. Ese nuevo local abrirá el 11 de diciembre, una fecha cargada de coincidencias: ese mismo día se celebran los Premios Ídolo en Madrid, donde Violeta está nominada por tercer año consecutivo en la categoría Lifestyle. Lo tiene clarísimo: "Voy a ir a los Ídolo. Aunque coincida, no pienso perdérmelos, Dulceida".

Entre confesiones, recuerda lo que le dijo a su padre hace tres años, una frase que parece tener ya algo de destino. "Yo con el matcha me tengo que hacer millonaria". Lo repite entre risas, pero sin quitarle verdad. "Estamos en el camino… No sé si algún día lo seré, pero espero que sí. De momento nos va muy bien, y ya es mucho".

Esa mezcla de ambición, humor y transparencia la define. "Soy muy perseverante, muy cabezona y muy autoexigente", reconoce cuando hablamos de cómo ha crecido en estos años. Su trayectoria empezó en MHYV hace ya 8 años, y además, llegó cargada de prejuicios al mundo influencer. "Antes, cuando salías de la tele, costaba que las marcas confiaran en ti… Tenías que demostrar más", recuerda sin rencor, como quien ya ha convertido ese obstáculo en historia superada. La maternidad, el negocio y la exposición constante conviven en ella con honestidad. "Cuando quieres ser la mejor madre, la mejor empresaria y la mejor influencer, es complicado", admite sin dramatismo.

El poder de la doble G

Antes de que su representante vuelva a reclamarla en el photocall, le preguntamos qué le diría a la Violeta de hace ocho años. No duda ni un segundo: "Que crea en ella. Que no le tenga miedo a nada".

Y quizá ahí —en esa frase firme y delicada a la vez— está la esencia de la mujer que hoy es: una Violeta que se reconstruye, que avanza, que no se encoge ante nada y que convierte cada cicatriz, y cada taza de matcha, en la base sólida de un imperio que ya late en presente. Porque por algo viene de un matriarcado potente, de mujeres que siempre sostuvieron a las suyas. Y ahora ese legado continúa con su propia doble G: Gia y Gala, las hijas que ya crecen mirando el mundo desde la fuerza que ella un día aprendió a reclamar.