Ocio

Alejandro Sanz

Jarandilla de la Vera, el refugio donde Alejandro Sanz fabrica sus éxitos

Cada vez que el cantante se instala en Jarandilla de la Vera lo hace para desconectar rodeado de la naturaleza.

Imagen del castillo de Jarandilla de la Vera
Imagen del castillo de Jarandilla de la Veralarazon

Cada vez que el cantante se instala en Jarandilla de la Vera lo hace para desconectar rodeado de la naturaleza.

Hay un lugar en España donde Alejandro Sanz pasa desapercibido. Uno en el que cualquiera le puede reconocer, pero nadie desea incordiarle. Cada vez que el cantante se instala en Jarandilla de la Vera lo hace con la tranquilidad de poder desconectar rodeado de la naturaleza y con la posibilidad de ocuparse de su huerto personal. En su finca «El sueño de los Parrales» ha construido su particular refugio, aquel que levantó uniendo varios secaderos de tabaco. El terreno, que cuenta con una robleda de 12 hectáreas, 300 higueras, 600 olivos y 800 castaños, está situado al abrigo de la garganta del valle del Jaranda. Hasta aquí llegó hace 15 años y, desde entonces, regresa siempre que puede para desconectar, descansar y componer a partes iguales.

La zona se ha convertido en un reclamo turístico para otras personalidades como Ana Rosa Quintana, Miguel Bosé o Pepe Barroso, tanto por la tranquilidad que reina como por el carácter imperial de sus calles. De hecho, el emperador Carlos V permaneció alojado en el castillo de los Condes de Oropesa que se encuentra en este pueblo cacereño, hasta que finalizaron las obras de la casa-palacio adosada en el Monasterio de Yuste, donde pasó sus últimos días. En su interior, se pueden apreciar los nueve escudos que pertenecieron al linaje que lo habitaba, así como los que correspondieron a la familia Figueroa.

Si por algo se caracteriza este destino es por haber sido un cruce de civilizaciones, además de un centro turístico y cultural de La Vera. Sus orígenes se remontan a la Prehistoria, época de la que datan diversos vestigios hallados, como la cueva de Capichuelas, sepulcros antropomorfos y lápidas labradas en piedra. Además, son numerosos los edificios históricos que pueden contemplarse en esta bella localidad del norte extremeño. Merece especial visita la iglesia fortaleza de Nuestra Señora de la Torre, edificio que data del siglo XII-XIII, donde se puede contemplar su capilla renacentista y un retablo barroco; la ermita de Nuestra Señora del Sopetrán, en cuyo interior se encuentra la imagen de la Virgen de la que toma el nombre, una talla de estilo barroco del siglo XVIII; y la ermita del Santo Cristo del Humilladora, un edificio del siglo CVI. Otra de las paradas clave es el puente romano de la localidad, en cuya construcción se utilizaron sillares de un mausoleo romano próximo.

Las escobas encendidas

Sin embargo, si por algo es reconocido este enclave es por Los Escobazos. Esta fiesta, declarada de interés turístico regional, se celebra cada 7 de diciembre en honor a la Virgen de la Inmaculada Concepción. El momento cumbre es la salida de su estandarte, portado por un jinete, al que acompañan numerosas caballerías y el pueblo entero con escobas encendidas. Esta tradición tiene, probablemente, su origen en dos tradiciones: por un lado, la costumbre de los pastores de saludarse mediante cepillazos como muestra de alegría tras pasar largas temporadas sin verse; y, por otro, la celebración del fin de la cosecha de otoño.

La Plaza Mayor, de obligada parada, es el punto neurálgico donde se reúnen los vecinos con grandes escobas hechas de retama que incendian para congratular al resto de los congregados. Esa misma noche, a las 21 horas suenan las campanas y los escobazos se frenan en el acto. Desde ese momento, el ritual festivo pasa a ser religioso con el arranque de la procesión nocturna en honor a la Virgen de la Concepción. Entonces, los cepillos se echan al hombro y, derechos como velas, alumbran todo el camino al Estandarte de la Virgen que saca el cura y entrega a los mayordomos, que pagaron por el derecho a llevarlo en una puja anual.