Opinión
El diario de Amilibia: ¡Basta de marear la perdiz!
Así, entre mareos de perdiz y cortinas de humo, se confunde al personal para que no sufra ni se inquiete
Los politólogos y analistas de la cosa en general, recurren con frecuencia a la expresión «marear la perdiz» para señalar una táctica dilatoria por parte del poder, Él. O sea, la pérdida de tiempo en rodeos o circunloquios que retrasen la resolución de los asuntos que verdaderamente importan. También se emplea mucho «cortina de humo». Así, entre mareos de perdiz y cortinas de humo, se confunde al personal para que no sufra ni se inquiete por lo que en verdad le preocupa. Para que olvide. El poder ejerce así una función amnésica que Él podría interpretar como terapia para la salud mental de la ciudadanía. Ya sin «Sálvame», Él, que lo es todo y todo lo puede, recupera el «Sálvame Monclovita» para aliviar nuestras tribulaciones y templar nuestras dudas.
Por ejemplo, cuando «Der Spiegel» dijo que «Sánchez ha convertido la política española en una telenovela» ¿se refería a «La pasión turca» o a «Sueños de libertad»? ¿El reconocimiento del Estado de Palestina servirá para zanjar definitivamente las guerras de la familia Pantoja? ¿Los Javis preparan una serie sobre Koldo García («El aizkolari que pudo reinar») y otra sobre Ayuso y su novio titulada «Les gusta la fruta»? ¿Qué exclamó la Reina Letizia cuando se fracturó el dedo de un pie al golpearse con una mesa? ¿Pardiez? ¿Mecachis en la mar? ¿Jolines? Ah, marear la perdiz. Pero la perdiz está cansada y el PACMA ha exigido que, porfa, se deje de atacar a la pobre ave en cuestión que, menospreciando su rojez, es mareada, cazada y escabechada incluso por el propio rojerío. También las feministas han puesto el grito en el cielo: recuerdan que esta ave deja al macho al cuidado de los huevos y los polluelos sin necesidad que se lo ordene Ana Redondo.
Y Él, feliz como una perdiz. Es también la perdiz.
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