Cibeles Fashion Week

El desfile final de Jesús del Pozo

Se marchó de vacaciones anunciando que volvería el 15 de agosto, pero no pudo ser. El maestro, uno de los padres de la moda española, murió ayer de un problema pulmonar

Jesús del Pozo
Jesús del Pozolarazon

«Nos vamos de vacaciones. Nos vemos el día 15», decía su Twitter, ahora que tan de moda está este sucinto espacio de 140 caracteres. Una lástima que sólo unos días (el maldito día 13 tenía que estar por el medio) le hayan separado de ese regreso. Lo escribió el 1 de agosto y nada hacía pensar que no fuera a empujar la puerta de su taller, del espacio que tantos buenos ratos le había proporcionado a Jesús del Pozo, justo a la mitad del mes de agosto. La noticia de su muerte por un problema pulmonar, de la que se tuvo conocimiento a través de la Asociación de Creadores de Moda (ACME), cayó como un jarro de agua fría. El diseñador Juan Duyos le definió como «un líder capaz de crear un mundo fantástico y muy personal, un universo femenino», opinión que compartió Nicolás Vaudelet, quien le definió, además, como «uno de los pilares de la moda española. Espero que reciba el homenaje que se merece. Allí estaremos todos».

Aventura japonesa
Tenía 64 años y una larga vida, intensa, de más de treinta años dedicados a la moda, en la que se había convertido en un referente, en un hombre que a través de sus volúmenes supo definir la estética de un país que entraba, cuando él empezó a despuntar, en la democracia. Su aguja fue, pues, un revulsivo, tuvo un poder transformador, quizá catártico. Corría el año 1974 cuando inauguraba su primera tienda en Madrid, en la calle Almirante, una vía que con el tiempo se convertiría en eje para la moda. Era ropa de hombre. Sin embargo, pronto, ya a comienzos de los 80, presentó su primera colección para mujer.

Sus líneas elegantes sedujeron a los expertos. Al final de los ochenta marcó el principio de su aventura japonesa y el reconocimiento a su trabajo, recibiendo el Premio Nacional Cristóbal Balenciaga al mejor Diseñador español, aunque en 1981 ya había recibido prestigiosos galardones como el premio Aguja de Oro a la mejor colección. Inquieto y emprendedor, eligió el año 1992 para lanzar su línea de perfumes a la que acompañarían complementos. No fue la única de sus empresas, ya que en 2003, y con el objetivo de mejorar y profesionalizar el sector de la moda, creó la Fundación que lleva su nombre, una entidad cuyo objetivo es promover y colaborar con iniciativas relacionadas con el diseño. Precisamente su pasión por las artes escnénicas le había llevado a involucrarse completamente en la creación de vestuario para obras de ballet, cine y ópera, de la mano de José Carlos Plaza, Bob Wilson y Emilio Sagi, entre otros creadores. El proyecto que más le marcó fue la creación de 500 figurines para «Carmen» de Bizet, ópera que se estrenó en el Teatro Real en la temporada 1998-1999, justo cuando el coliseo echaba a andar. No sería la única colaboración con Emilio Sagi, para quien volvería a diseñar una vez más: «El juramento», una de las zarzuelas inmortales, también llevó estampado su sello. Poco después, ya en 2001, el gran género chico volvería a tentarle de la mano de «Farnace» de Vivaldi, montaje del que no sólo diseñaría vestuario y escenografía.
Hoy será incinerado en Tres Cantos. Él quería estar solo, pero seguro que será difícil cumplir el último deseo del maestro.


El arquitecto del lado femenino
Dado su estilo sencillo, no es de extrañar que entre las seguidoras de su estilo estén, entre otras muchas conocidas, las Infantas, sobre todo Cristina, a quien le gustaba lucir sus diseños. De hecho, asistió a la boda de Grecia del verano pasado con una de sus creaciones: un vestido túnica con estampado floral en blancos y negros de la colección 2010 primavera verano.