Siria

El regreso a una devastada Idlib

Cientos de miles de refugiados abandonan los campamentos de Turquía y vuelven a Siria sin saber si siguen en pie sus hogares y sin infraestructuras sanitarias en medio de la pandemia

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Cerca de 110 mil sirios desplazados en los campamentos en la frontera turco-siria han regresado a sus hogares tras el alto el fuego en la ciudad siria de Idlib. Así lo anunció ayer el director de la Oficina de Coordinación de Intervención en Siria, Muhammad Hallaj, que alabó el cese de las operaciones militares del régimen de Bashar al Asad.

Las más de 19 mil familias que han regresado a Idlib y a las zonas rurales de Alepo han regresado a unos hogares destruidos, a localidades cuyas infraestructuras están fuera de uso por los bombardeos, sin escuelas para los niños y pocas oportunidades laborales. Las prisas por volver o las ganas del Gobierno turco a que los sirios regresen a casa ha puesto a los desplazados en una situación de vulnerabilidad.

El regreso de los desplazados se produce en un momento en el que la comunidad internacional está abocada a la lucha contra la propagación del coronavirus y todo el dinero está destinado a este propósito.

Teniendo en cuenta que en el mundo se enfrentan a una grave recesión económica, en estos momentos la ayuda humanitaria está en entredicho.

Milagrosamente, la pandemia ha pasado de puntillas en Siria si se confirman las cifras que da el Gobierno de Damasco ya que solo hay 19 casos de contagio hasta la fecha. Pero tanto los expertos de la región como las agencias de Naciones Unidas sospechan que se esté ocultando casos o simplemente no se hayan detectado por la falta de test en el resto del país y el deficiente estado de los hospitales en Siria.

El sector médico está destrozado. Menos de dos tercios de los hospitales están en funcionamiento y el 70% de los trabajadores sanitarios de antes de la guerra han emigrado, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

A la falta de profesionales y la precarización de los centros se le une la escasez de material para enfrentarse a la epidemia del coronavirus. Los comerciantes están haciendo el agosto y han triplicado el precio de las mascarillas o los geles con alcohol, que son necesarios para evitar los contagios. El número de respiradores también es escaso.

Conscientes del peligro que supone que el virus se propague de forma descontrolada en Siria, la OMS ha aprobado un plan de 33 millones de dólares para hacer frente a la pandemia en Siria. Sin embargo, no ha llegado nada de este dinero al norte de Siria, denuncian activistas sirios. “Palabras y promesas, nada más”, se quejó a LA RAZÓN Abderrahman Abdo, un activista opositor.

Con 6,5 millones de desplazados internos que bien en condiciones de hacinamiento y sin agua potable, de confirmarse un primer caso entre los desplazados este sería un “desastre en gestación”, estiman los expertos.

En los campamentos de desplazados, abrumados por el hambre, la miseria y la falta de higiene, no es posible mantener una distancia sanitaria, advirtió el Comité Internacional de Cruz Roja. “Si un campamento se contaminara, el virus se propagaría rápida y ferozmente", alertó en un comunicado el CICR.

Las autoridades de Damasco han limitado los viajes entre provincias y cerrado escuelas y restaurantes, y ha sacado a las Fuerzas de Seguridad a la calle para que multen a los infractores e las medidas. También se han cerrado las fronteras, aunque siguen siendo porosas en muchas partes, ya que muchos sirios siguen cruzando ilegalmente a los países vecinos.

“La mayoría del los test, unos 100 diarios se realizan en Damasco o zonas controladas por el régimen”, denunció a LA RAZÓN el doctor Maram Alsheij, responsable de Salud del gobierno interino en la rebelde provincia de Idlib.

En el noroeste del país, la situación es particularmente alarmante. Por eso la OMS decidió enviar 2.000 a esta zona, la más afectada por el conflicto.

“Puedo asegurar que de los 118 test que hemos realizado en Idlib todos han salido negativos. Pero no hay que olvidar que el alto el fuego en Idlib es frágil y no se sabe hasta cuando el régimen dará tregua a las autoridades de Idlib, dominadas por el grupo yihadista Hayat Tahrir al Sham (HTS), la antigua rama siria de Al Qaida.

Siria es un país dividido y politizado y cada región pertenece a una administración diferente. La parte noreste está bajo la administración kurda semiautónoma, donde hay muchas familias de yihadistas en prisiones insalubres, y difícilmente podría hacer frente a la pandemia con unas debilitadas estructuras médicas y la falta de pruebas.