Supervivientes de Bataclan
“Los últimos atentados en Francia me impiden hacer el duelo con calma"
El 13 de noviembre de 2015 diez terroristas sembraron de cadáveres París. LA RAZÓN reúne a dos víctimas en los lugares de los atentados
Son casi las diez de la noche del 13 de noviembre de 2015. En el famoso teatro Bataclan del centro de París, unas 1.500 personas disfrutan a todo pulmón del concierto de Eagles of Death Metal, cuando de pronto tres hombres armados con fusiles de asalto irrumpen en el lugar gritando «Allah Akbar» (Alá es grande, en español) y abren fuego. Inmediatamente, el suelo se llena de sangre, de cadáveres y de heridos buscando salir de ese infierno por cualquier rendija.
Ochenta y nueve personas nunca salieron con vida del lugar. Lamentablemente, no fueron los únicos. Minutos antes, otros ataques con explosivos y armas de fuego se produjeron en el Estadio de France, en los restaurantes «Le Carillon», «Petit Cambodge» y en los bares «La bonne bière» y «La Belle Équipe».Se trata de la noche más sangrienta que se haya vivido en Francia en los últimos años, que dejó como saldo 130 fallecidos y al menos 400 heridos.
Dos supervivientes de esa masacre relatan su experiencia a LA RAZÓN, cinco años después, justo en el momento en que se vive una nueva ola de terrorismo en Francia. Tres atentados a cuchillo se han registrado en un mes: el ataque a la vieja sede del semanario “Charlie Hebdo”, la decapitación del profesor Samuel Paty y, por último, el atentado en la iglesia Nuestra Señora de la Asunción en Niza, ocurrido apenas el pasado 29 de octubre.
Los tres ataques han sumado cuatro muertos y revivido la conmoción en Francia. Las heridas de los supervivientes del 13 de noviembre de 2015 vuelven a abrirse. Rubén Pérez tiene 35 años y es franco-venezolano. La noche de ese 13 de noviembre fue uno de los presentes en el concierto de Eagles of Death Metal en el teatro Bataclan. Luego de fingir su propia muerte tirado en el suelo, logró salir de la sala con vida en un descuido de los atacantes.
Su mejor amigo, Grégory Fosse, quien lo acompañaba en el espectáculo, no tuvo la misma suerte. Hoy, cinco años después, Rubén confiesa que los últimos ataques a cuchillo registrados en Francia no le dejan vivir su duelo en paz. Con tristeza y cierto temor, acepta volver a las puertas del Bataclan para sentarse a conversar sobre la noche del atentado.
«El ruido era insoportable. Había gente llorando, gritando, había gente sufriendo de sus heridas… Yo seguía escuchando disparos en la sala y, poco a poco, fueron acercándose a mí… creo que empecé a calcular que los terroristas estaban como a dos o tres metros de mí. Y en ese momento me dije ‘bueno, creo que aquí me voy a morir'"». «Frente a mí había otro chico que estaba acostado en el suelo. Me dijo: ‘Los terroristas están arriba. Si vamos a huir es ahora'. Yo levanté la cabeza y vi el símbolo de salida: el muñequito verde que indica por dónde está la puerta. Yo estaba como a veinte metros, pero decidí correr lo más rápido posible. Escuché disparos detrás de mí, pero seguí corriendo, tratando de perseguir al muñequito verde… finalmente alcancé la puerta que me llevó a la calle».
Desde esa noche, el Gobierno francés despliega la conocida “operación Centinela” que ha puesto en la calle a 3.000 militares encargados de custodiar los símbolos de la capital francesa: la Torre Eiffel, el Museo del Louvre, la Basílica del Sacré Coeur y los lugares potencialmente sensibles. Pero esto no ha sido suficiente. El pasado 30 de octubre, el mismo presidente Macron anunciaba un aumento del número de efectivos de la operación, que pasaría de 3.000 a 7.000 uniformados.
Sin embargo, los últimos atentados a cuchillo registrados entre septiembre y octubre, han sido perpetrados por «lobos solitarios»: jóvenes inmigrantes que no están entrenados ni necesariamente ligados a una organización terrorista internacional, pero que sí están dispuestos a matar en nombre del islam radical y de lo que consideran la dignidad herida del profeta.
¿Puede entonces un refuerzo de la “operación Centinela” garantizar la seguridad de Francia? Los expertos en seguridad apuntan más hacia las labores de inteligencia: una revisión exhaustiva de los Archivos S (fichas de seguridad que recogen los datos de personas potencialmente peligrosas para la defensa nacional), pero también una vigilancia más profunda de los círculos de radicalización y las redes sociales.
En 2019, el estudio desarrollado por el profesor Xavier Crettiez y su alumno Yvan Barros -dos especialistas en temas de radicalización, de la cátedra de ciudadanía de Sciences Po- identificó 88 ataques o intentos de ataque planificados por 163 personas que se autodenominaban «yihadistas salafistas» y más del 80% confiesa haberse radicalizado a través de internet, lugares de culto o redes yihadistas.
Sobre esa base, la mejor defensa contra los ataques terroristas sería entonces la detección de personas con un perfil radical y eventualmente peligroso. Un trabajo invisible, menos tranquilizador para los franceses que las amenazantes patrullas militares con sus fusiles al hombro, pero probablemente mucho más eficaz.
«Los ataques terroristas no van a parar de hoy para mañana. Van a continuar porque somos Francia. Porque somos el país de la libertad, porque podemos publicar una imagen de Jesucristo o de Mahoma y eso molesta a mucha gente en el resto del planeta», opina, por su parte, Grégory Reibenberg, propietario del bar «La Belle Équipe» y superviviente de los atentados de 2015 que, solo en su local, dejaron 20 muertos, incluida la madre de su hija.
«Hay seguridad, hay policías, hay militares. Pero no se puede detener a un loco, un iletrado, un imbécil que va por la calle dando cuchillazos a los demás. Se puede poner un policía detrás de cada persona, eso no cambiará nada. La única forma de pelear contra eso es que todos nos armemos de valor y digamos no»- remata Reibenberg.
Cinco años después, cuando se le se le pregunta por la noche del 13 de noviembre, todavía levanta una barrera glacial: «No tengo ningún interés en contar lo que sucedió esa noche, ni antes ni después. No tengo ganas de hablar de eso, no sé qué puede traer de bueno recordar ese día»- remata con firmeza.
«Sin embargo, le puedo decir que fue una escena que duró un minuto y medio. Fue como una bomba. Fue una escena de horror. Yo me convertí en el capitán de un barco que se hundió con 20 muertos a bordo».
Nada de lo que era el bar en 2015 se ha mantenido: la barra ha cambiado de ubicación, las sillas y mesas son diferentes, las paredes se han pintado de otro color y el ambiente busca contar una nueva historia. Sin embargo, en una de las paredes, decidió rendir un discreto homenaje a las víctimas, colocando dos paneles de cristal pintados a mano, con flores de amapola, donde se pueden leer los nombres de las veinte personas fallecidas en el bar ese 13 de noviembre.
Para este viernes, la ceremonia de aniversario de los atentados de 2015 debía desarrollarse por primera vez en la explanada del Hotel de Ville, la sede del Ayuntamiento, en pleno centro de París. Sin embargo, el reconfinamiento anuló todos los planes. La memoria se confina.
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