Conflicto
Una paz imposible: así es la región del Congo donde fue asesinado el embajador de Italia
El este de la República Democrática del Congo es una zona maldita desde hace más de veinte años debido a su riqueza
El este de la República Democrática del Congo (RDC) es una región maldita desde hace más de veinte años. La zona en la que fue asesinado esta semana el embajador italiano en Kinshasa es inmensamente rica en minerales, lo que le ha supuesto una condena: violencia extrema y cotidiana. Ya lo describió bien el doctor Denis Mukwege al recibir el Premio Nobel de la Paz el 10 de diciembre de 2018, cuando afirmó ser “del país más rico del planeta” en el que la gente “está entre los más pobres del mundo”. “La preocupante realidad es que la abundancia de nuestros recursos naturales -oro, coltán, cobalto y otros minerales estratégicos- alimenta la guerra, fuente de violencia extrema, fuente de pobreza abyecta en la RDC”.
Y desgraciadamente ha sido y sigue siendo la realidad en este gigante país africano: en un informe publicado el lunes, expertos del Barómetro de Seguridad de Kivu (KST) identificaron nada menos que 122 grupos armados activos en 2020 en las cuatro provincias orientales de la República Democrática del Congo: Kivu Norte y Sur, Ituri y Tanganica. Solo en las dos provincias de Kivu, el KST registró “2.127 civiles muertos” entre enero de 2019 y octubre de 2020.
Kivu Norte
El embajador italiano Luca Attanasio sufrió una emboscada al norte de Goma, cerca de los bastiones de la rebelión hutu ruandesa de las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR) y las milicias Nyatura de los hutus congoleños. Los miembros del M23 (una rebelión de tutsis congoleños que capturó Goma en 2012-13) también están presentes en la zona. Un cóctel explosivo que ha generado miles de desplazados. Esta zona de alto potencial turístico alberga el parque Virunga, donde los guardas forestales son víctimas habituales de emboscadas (200 desde que se creó el parque en 1925, según su dirección).
Las FDLR, formadas a principios de la década de 2000 para luchar contra el régimen de Kigali, es uno de los grupos armados que desestabilizan la zona. Algunos de sus fundadores participaron en el genocidio de los tutsis en Ruanda en 1994, antes de refugiarse en el este de la República Democrática del Congo. Fueron acusadas de la muerte de una docena de guardas forestales en el parque Virunga el 24 de abril de 2020.
El ataque al convoy en el que viajaba el embajador italiano tuvo lugar en la Ruta Nacional 2, que discurre muy cerca de la frontera con Ruanda, en una zona de bosque denso y montañoso, donde las fronteras no están claramente delimitadas. Las autoridades congoleñas y ruandesas niegan sistemáticamente cualquier presencia de tropas ruandesas en el territorio de la República Democrática del Congo.
Es en el “gran” norte de Kivu, en el territorio de Beni, donde la violencia es más fuerte. En este territorio fronterizo de Uganda, las Fuerzas Democráticas Aliadas (ADF) son, con mucho, el grupo armado más mortífero de todo el este.
Kivu sur
En 2020, la violencia se reanudó en el territorio sin salida al mar de Fizi, en un conflicto entre los tutsis congoleños, los banyamulenge, contra otras comunidades locales (Babembe, Bafuliro y Banyindu). A mediados de julio de 2020, un sangriento ataque tuvo como objetivo Kipupu, una aldea sin salida al mar, ubicada en las tierras altas de Fizi que dan al lago Tanganica, no lejos de Burundi y Ruanda.
Ituri
Desde diciembre de 2017, la vecina región de Ituri (Noreste) vive una nueva oleada de violencia, vinculada a un conflicto por el control de la tierra y que, según Naciones Unidas, equivale a un “crimen contra la humanidad”. Gran parte de ella se atribuye al grupo armado Coopérative pour le développement du Congo (Codeco), una secta místico-militar que asegura defender los intereses de los lendu, una comunidad de Ituri. Entre 1999 y 2003, un conflicto entre milicias de las comunidades lendu y hema, instrumentalizadas por la vecina Uganda, dejó decenas de miles de muertos.
Una misión de paz muy criticada
La misión de paz más grande del mundo, la Misión de las Naciones Unidas en el Congo (Monusco) está presente desde 1999. Su mandato fue renovado en diciembre por un año por el Consejo de Seguridad, aunque ya existe un plan de retirada en varios años, sin fecha límite final. El presupuesto anual de esta misión, que cuenta actualmente con alrededor de 15.000 cascos azules, se acerca a los mil millones de dólares. Los habitantes del este del Congo se quejan de la ineficacia de la Brigada de Intervención Rápida (FIB) de Monusco en la región de Beni y las operaciones conjuntas entre el ejército congoleño y las fuerzas de paz están paralizadas. La misión de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas ha estado presente en la República Democrática del Congo desde 1999.
Attanasio es el primer embajador asesinado en el país desde que el francés Philippe Bernard fuera tiroteado durante los disturbios en la capital, Kinshasa, en 1997. Normalmente, los convoyes de ayuda que cruzan el este de la República Democrática del Congo están fuertemente custodiados por tropas de la ONU y ahora se multiplican las preguntas sobre el nivel de seguridad del convoy de Attanasio. El ataque destaca el hecho de que la estabilidad en la región solo regresará si se encuentra una solución a los problemas políticos de todos los países que la rodean.
Pese a las promesas del presidente Félix Tshisekedi, en el poder desde enero de 2019, y su anunciada intención de estar dispuesto a “morir” por la paz en el Este, nada ha cambiado realmente en la región y es manifiesta la tensión con sus recelosos vecinos, Uganda, Ruanda y Burundi
La República Democrática del Congo sufre aún las consecuencias de los muchos años en los que estuvo en el centro de lo que se llegó a llamar “Gran Guerra Africana”, una brutal guerra civil que implicó a varios países vecinos. El conflicto se saldó con la muerte de cinco millones de personas entre 1994 y 2003. El fin de la guerra no trajo consigo la paz: decenas de milicias y grupos rebeldes continúan operando en las regiones orientales.
Mientras no lleguen soluciones, los “regalos” con los que la naturaleza ha dotado al gigante africano (diamantes, coltán, cobre, bosques, energía hidroeléctrica) solo le seguirán trayendo derramamiento de sangre. Ya se encargaron la colonización belga y las sucesivas potencias desde la independencia (1960) de derrochar estos recursos, para enriquecer a los gobernantes y a sus aliados extranjeros. De hecho, y como testigo de esto, muchas provincias congoleñas están mejor conectadas con los estados vecinos, al este y al sur, que con el resto de la RDC. El saqueo de recursos por parte de las élites de Kinshasa anima a cada región a quedarse con el beneficio extraído de los recursos naturales que se encuentran en su territorio, en detrimento de la solidaridad nacional.
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