China

Réquiem por la libertad en Hong Kong

China da un paso más para desterrar a la oposición democrática de Kong Kong ante la indignación de Occidente, que recalibra su estrategia

Xi Jinping quiere un «gobierno de patriotas» en Hong Kong y eso en su lenguaje significa que sólo aquellos que juren lealtad al Partido Comunista chino podrán acceder a cargos públicos en el territorio autónomo. La Asamblea Nacional Popular (ANP), el órgano legislativo chino, aprobó esta semana una amplia reforma de la ley electoral que cierra el paso a la oposición democrática de la ex colonia británica.

Es el último movimiento de Xi Jinping para reforzar su control sobre la ciudad autónoma y convertir en papel mojado el principio «un país, dos sistemas» por el que Reino Unido cedió a China la soberanía de Hong Kong en 1997. Deng Xiaoping se comprometió en la declaración sino-británica de 1984 a preservar el sistema capitalista y el régimen de libertades consagrado en la Ley Básica de Hong Kong hasta 2047. Era una condición sine qua non para entregar la soberanía de la ciudad a Pekín. No se ha cumplido.

Fin de la historia

La euforia por la implosión de la Unión Soviética a finales de los 80 y principios de los 90, hizo que políticos e intelectuales contemplasen la democracia como una fuerza inexorable que acabaría imponiéndose en todos los rincones del planeta. Londres creyó que la apertura económica impulsada por Deng Xiaoping conduciría a la postre a una asimilación democrática.

«El fin de la historia», que auguró Francis Fukuyama en 1989 cuando el telón de acero daba sus primeros signos de desmoronamiento, ha resultado ser una teoría efímera que poco tiene que ver con el mundo al que nos enfrentamos. «No solo Reino Unido se mostró demasiado optimista a este respecto, también lo fue EE UU y el resto de las potencias europeas.

Durante las décadas de 1980 y 1990, muchos países occidentales tenían una creencia bastante extendida de que el compromiso económico con China llevaría a que el país se integrara más profundamente con el resto del mundo y lo empujara en la dirección de la democracia. La primera tendencia se desarrolló como se esperaba, pero, a pesar de algunas promesas iniciales, su contraparte política no se ha materializado», reflexiona el profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Cornell, perteneciente a la prestigiosa Yvy League, Allen Carlson.

Tras casi veinticinco años de dominio chino, el panorama en Hong Kong no puede ser más sombrío. La legitimidad de los «príncipes rojos» no se deriva de un sistema representativo sino de una mejora de las condiciones de vida de sus ciudadanos –sobre todo en las grandes ciudades– gracias a una economía global que ha crecido a velocidad de crucero. «Especialmente bajo Xi, el Estado chino se ha vuelto más experto en promover el desarrollo económico mientras mantiene silenciada a la sociedad china a través de una sofisticada mezcla de promoción del sentimiento nacionalista y la utilización de nuevas tecnologías para influir y controlar la opinión pública, y acallar proactivamente todos los disidentes internos en el país.

Hong Kong es el ejemplo más destacado de esta dinámica y, posiblemente, el más preocupante», añade Carlson. China sigue el modelo de lo que denomina una «democracia socialista» en la que el Partido Comunista chino está por encima del individuo. El principio «un país, dos sistemas» se ha visto superado por «un país, un partido». Esa uniformidad quedó patente durante la votación de la reforma electoral en la ANP: el proyecto de ley salió adelante con 2.895 votos a favor, uno en blanco y ninguno en contra. Con esta ley se otorga más poderes al Comité Electoral para elegir a los candidatos al Parlamento regional.

En una deriva aún más preocupante, los medios de comunicación chinos especulan también con la posibilidad de que la pre selección de los cargos públicos se extienda al mundo de la judicatura, lo que supondría el fin de la apreciada independencia del poder judicial, herencia británica, en contraposición a unos tribunales secretos y leales al partido en la China continental.

Leyes draconianas

Las protestas inéditas de 2019 contra la Ley de Extradición –que permitía que los hongkoneses fueran juzgados en China– pusieron en jaque a las autoridades comunistas que temieron perder el control del territorio autónomo. Un temor que se confirmó con la aplastante victoria de la oposición democrática en las elecciones municipales de ese mismo año. La jefa del Gobierno hongkonés, Carrie Lam, retiró la ley, pero esa cesión ha sido un espejismo.

En mayo la ANP aprobó la draconiana ley de Seguridad Nacional que permite la prisión permanente en determinados «delitos graves». Este mayo se juzgará a 47 destacados dirigentes opositores, entre ellos Joshua Wong, por violar la ley y «conspirar para subvertir los poderes del Estado». La creciente injerencia de china en la justicia hongkonesa hace prever el peor de los escenarios. A pesar de los llamamientos de Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Europea para retirar la Ley de Seguridad Nacional y poner en libertad a los líderes políticos, China redobla su apuesta sobre el control de la ciudad autónoma de 7,5 millones de habitantes.

En diciembre, la UE y China firmaron un acuerdo comercial. La Comisión destacó «los compromisos de Pekín que van en la dirección correcta». No parece que la reforma de la ley electoral sea una buena señal y la UE estudia dar una respuesta en el próximo Consejo. China ha demostrado que no sólo no está dispuesta a dar más autonomía a Hong Kong sino que quiere gobernar con la ley del puño. Europa debe hacerle entender que la represión no es una buena carta de presentación para hacer negocios.