Guerra comercial

La UE da tiempo a Londres para frenar la «guerra de las salchichas»

Disputa entre las dos partes por el control de productos cárnicos en Irlanda del Norte

El 30 de junio vence el plazo para que Bruselas imponga restricciones a las exportaciones británicas hacia la UE. EP
El 30 de junio vence el plazo para que Bruselas imponga restricciones a las exportaciones británicas hacia la UE. EPDPA vía Europa PressDPA vía Europa Press

El Reino Unido y la UE se muestran optimistas de poder alcanzar esta semana un acuerdo que pueda dar tregua a la llamada «guerra de las salchichas». El título no es especialmente glamuroso. Pero lo que está en juego es una auténtica guerra comercial entre el Reino Unido y la UE. Y todo por el polémico Protocolo de Irlanda, recogido en el Acuerdo de Retirada del Brexit, de cuyo cumplimiento depende también en última instancia el eventual pacto de libre comercio que Londres quiere cerrar con los Estados Unidos.

Según avanza la prensa británica, Bruselas estaría dispuesta a otorgar un aplazamiento de tres meses a los nuevos controles que debían entrar en vigor el 1 de julio en los puertos norirlandeses, donde las nuevas reglas que existen tras la salida de la UE están creando problemas de abastecimientos en los supermercados y grandes tensiones políticas entre las comunidades de la provincia británica.

El objetivo de las arduas negociaciones del Brexit siempre fue el de no poner en riesgo el Acuerdo de Paz entre católicos y protestantes firmado en 1998, el mismo en el que tanto empeño puso Washington, el mismo que defiende ahora el presidente Joe Biden con tanta pasión.

El Brexit creaba un auténtico reto para la frontera entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda, la única terrestre (aparte de la de Gibraltar), entre el Reino Unido y la UE. Ante la negativa de Boris Johnson de permanecer dentro de unión aduanera (lo que habría controles de mercancías), finalmente se acordó una compleja solución por la cual la provincia británica de Irlanda del Norte queda ahora dentro de la unión aduanera de la UE y alineada además con el mercado único.

De este modo, la frontera se ha «movido» al mar de Irlanda, que separa a Irlanda del Norte de Gran Bretaña (Inglaterra, Escocia y Gales). Los controles, por tanto, deben realizarse ahora en los puertos norirlandeses. Las exportaciones de salchichas y otras carnes refrigeradas desde Gran Bretaña a Irlanda del Norte quedaban en principio prohibidas a finales de junio, cuando termina el periodo de gracia, ya que la regulación de la UE no permite la exportación de este tipo de productos para consumo humano desde terceros países a territorio europeo que no estén congelados, por motivos fitosanitarios. Pero Londres amenazaba con ignorarlos y Bruselas advertía que estaba dispuesta a tomar acciones legales e imponer aranceles.

La polémica protagonizó la última cumbre del G7 en la que Johnson actuó como anfitrión. Recientemente, Downing Street ya decidió unilateralmente extender el periodo de gracia para los controles que habían de aplicarse para otros productos. A Bruselas comenzaba a agotársele la paciencia. Con todo, según explicaba recientemente Simon Coveney, el ministro de Relaciones Exteriores de Irlanda, se ha decidido actuar de nuevo con «flexibilidad y pragmatismo» a fin de conseguir que el Protocolo de Irlanda funcione.

Lo cierto es que la situación en Belfast es de completa inestabilidad. Y en las calles, donde ya se han organizado diferentes manifestaciones violentas, se teme que la tensión empeore el próximo mes, cuando empiecen los desfiles anuales de la llamada «Orden de Orange», una fraternidad protestante de carácter conservador que defiende la pertenencia de Irlanda del Norte a la Corona británica.

La crisis política que se vive en la provincia británica ha llevado precisamente a los protestantes del DUP -que gobiernan en coalición con los católicos del Sinn Fein- a una auténtica guerra civil. Su nuevo líder, el radical Edwin Poots, se ha visto obligado a dimitir tan solo tres semanas de ocupar el cargo tras la rebelión de las filas. Poots nombró como ministro principal norirlandés al también radical Paul Givan. Pero la decisión no contó con el beneplácito de los suyos. En los próximos días, por tanto, será sustituido por Jeffrey Donaldson, quien había quedado segundo en las recientes primarias que celebró la formación.

Donaldson será nombrado tanto líder del DUP como ministro principal norirlandés. Sus políticas internas son más moderadas. No obstante, como sus antecesores, se muestra especialmente crítico con el Protocolo de Irlanda. Los unionistas se sienten traicionados por el «premier» Boris Johnson al haber dejado a la provincia británica con un estatus diferente al del resto del Reino Unido, una situación que, tal y como denuncian, da más munición a los católicos para pedir un referéndum de reunificación con los vecinos del sur, la República de Irlanda.

Por lo tanto, aunque la más que probable prórroga para los controles que Bruselas está dispuesta a ofrecer ahora calme los ánimos, el conflicto detrás de la guerra de las salchichas no está ni mucho menos solucionado.