Rituales

Así son los Jíbaros, la poderosa tribu que reducía la cabeza de sus enemigos para apoderarse de su espíritu

Des esta forma el alma enemiga estaría al servicio del vencedor, que lo utilizaba a mono de talismán

Los shuar, a los que los españoles llamaroj jíbaros de forma despectiva, reducían las cabezas de sus enemigos para adueñarse de los poderes de su espíritu
Los shuar, a los que los españoles llamaroj jíbaros de forma despectiva, reducían las cabezas de sus enemigos para adueñarse de los poderes de su espírituArchivo

Cuando Cristóbal Colón llegó a América logró doblegar a todas las culturas que se interpusieron en su camino para la conquista del continente. Bueno, no todas. Los Shuar fueron una excepción. Esta comunidad indígena que habita en cuenca amazónica de Ecuador y Perú logró con su fortaleza y su espíritu guerrero mantener alejados a los enemigos.

Primero a los incas y luego a los conquistadores llegados del viejo continente. Los españoles, a los que lograron expulsar definitivamente en 1599, les denominaron jíbaros de forma despectiva. Una forma de disimular su fracaso y no reconocer la derrota ante una tribu poderosa y temible. .

Además, sus prácticas tras ganar una batalla hacía que los invasores se lo pensaran dos veces. Y es que los shuar tenían una particular forma de asegurarse de que habían acabado con los enemigos: no sólo les cortaban la cabeza, sino que les sacaban los huesos del cráneo para reducir su tamaño. Es decir, reducían el tamaño de sus cabezas para acabar con su alma y luego las conservaban como si fueran trofeos de guerra. Una práctica conocida como tzantza que fue prohibida en Perú en los años 50 y una década después en Ecuador.

Imagen de un museo de una cabeza reducida de los jíbaros
Imagen de un museo de una cabeza reducida de los jíbarosArchivo

Como en la mayoría de ocasiones, este tipo de prácticas están relacionadas con sus creencias religiosas, mágicas o espirituales. Los shuar vivían en comunión con la naturaleza y para ellos era muy importante la conexión con el universo porque creían en la vida después de la muerte. Por ello, cuando alguien muere, su espíritu sigue vivo en la cabeza y la manera de acabar con él mediante el tzanza. Para lograrlo, el vencedor tenía que cortar la cabeza del rival y reducirla mediante un elaborado proceso y de esta manera dejarían encarcelado al espíritu del vencido, una forma de esclavizarlo. La creencia popular era que al estar encerrado en la cabeza, seguía vivo y así trabajaría en beneficio del poseedor de la cabeza.

Los jíbaros reducían las cabezas de sus enemigos y se las colgaban al cuello a modo de amuleto
Los jíbaros reducían las cabezas de sus enemigos y se las colgaban al cuello a modo de amuletoArchivo

¿En qué consistía el Tsansa?

Después de una batalla, se procedía a elegir la cabeza de algún enemigo, a ser posible del más poderoso, y se le cortaba lo más cerca de los hombros posible. Después, realizaban un corte en la parte posterior para poder retirarle la piel del cráneo.

Posteriormente, utilizaban un objeto cortante para sacarle los ojos, la grasa y los músculos para que quedara el hueso limpio, tapaban todos los orificios con espinas -para que no escapara el espíritu y se vengara- y cocían la piel durante media hora en agua sin que llegara a hervir. Este punto era importante porque corrían el peligro de que si el agua estaba muy caliente la piel se podía romper y se podía desprender el pelo.

Cuando la piel ya había reducido su tamaño, le daban forma de bolsa para manipular sus rasgos con piedras calientes grandes primero, más pequeñas después y finalmente con arena. La temperatura hacía que el tamaño de la cabeza se redujera un quinto de su tamaño original. Después retiraban las espinas y rellenaban el hueco de los ojos y la boca con otros materiales.

Para acabar el proceso, le daban un tono más oscuro a la piel frotándola con ceniza y adornaban la cabeza con plumas, caparazones de escarabajos o conchas. Para acabar su particular “souvenir”, le practicaban dos agujeros en la parte superior del cráneo para meter una cuerda y colgárselo al cuello a modo de talismán.

Pero estos amuletos tenían fecha de caducidad porque perdían sus poderes. Cuando la mujeres dejaban de ser fértiles o las cosechas no eran buenas era un síntoma de que los espíritus de las cabezas estaban empezando a perder su poder. Esto solía ocurrir año y medio o dos años después de haber realizado el tsansa y era habitual ver cómo los miembros de la tribu cambiaban las cabezas por otros objetos cuando recibían la visita de algún explorador europeo.