Crisis política
El presidente portugués convoca las elecciones anticipadas el 30 de enero
Rebelo de Sousa disuelve el Parlamento tras tumbar la izquierda los presupuestos del Gobierno socialista de Antonio Costa
Portugal tiene ya fecha para intentar salir de la crisis en la que lleva inmerso una semana. El 30 de enero el país celebrará elecciones anticipadas, poniendo así fin a la legislatura que comenzó a finales de 2019, la segunda con el socialista António Costaal frente de un país que en una semana ha pasado a asomarse al vacío de la incertidumbre. “Es hora de devolver la palabra al pueblo”, ha explicado esta noche el presidente del país, Marcelo Rebelo de Sousa, en un mensaje televisivo programado para anunciar oficialmente que disuelve el Parlamento.
Rebelo de Sousa justificó la decisión por el rechazo del hemiciclo a los Presupuestos para 2022 del Gobierno socialista, unas cuentas “especialmente importantes” planteadas en un momento “decisivo para la salida duradera de la mayor pandemia y crisis económica” de la que se tiene memoria. “Todos dispensábamos otras elecciones, pocos meses después de unas”, ha dicho, en referencia a las municipales celebradas el pasado septiembre, pero la situación se ha vuelto insostenible para el Gobierno, que tiene “diferencias de fondo” con los socios de izquierda, el Partido Comunista y el marxista Bloco de Esquerda, imposibles de contornar para intentar encontrar una “tercera vía” que no sea ésta.
Era la solución esperada, porque así lo había advertido el propio presidente y porque contaba ya con el apoyo de todos para dar adelante el paso. Así se constató en las fases previas que marcan la Constitución lusa para disolver el Parlamento, cumplidos escrupulosamente desde la semana pasada, y que incluyeron entrevistas del jefe de Estado con sindicatos y patronal, líderes de todos los partidos políticos y por último una consulta con el Consejo de Estado, que le había dado su respaldo este miércoles “por mayoría” al movimiento, sin que la fecha de los comicios formase parte de las conversaciones. Ha sido decisión del presidente y quizás el elemento más importante del desenlace anunciado, dado que había protagonizado importantes conflictos sobre todo en los partidos de derecha, inmersos en procesos de renovación que podían no estar completamente concluidos si el presidente decidía convocar elecciones al inicio de enero.
Rebelo de Sousa consultó antes con los líderes políticos qué fecha les parecería más adecuada. Las opciones eran a inicio de enero o ya en febrero, algo que temía provocar aún más fracturas en la recientemente agitada vida política portuguesa.
En un intento de contentar a todos, y muy especialmente de no dar marcha atrás ante el país, la decisión fue votar el día 30, fecha en la que se espera que el PSD, el partido líder de la oposición, de centroderecha, tenga ya resuelta la incógnita de qué líder aspirará a gobernar Portugal, con su responsable, Rui Rio, pidiendo desesperadamente la confianza de sus militantes para que no le reemplacen a principios de diciembre por su rival Paulo Rangel, jugándoselo todo a una carta. “O soy primer ministro después de estas elecciones o son las últimas elecciones de mi vida”, ha sostenido en una primera reacción tras conocer la fecha en las que se irá a las urnas. En el PSD saben que ésta es su mejor opción en seis años para recuperar el poder en el país.
Por parte de la izquierda, los discursos oscilan en el reparto de culpas. “El Partido Socialista hizo todo para evitar esta crisis política, buscando un acuerdo hasta el límite para salvar estos Presupuestos”, insistió la noche del jueves el secretario general adjunto de los socialistas, José Luís Carneiro, mientras Costa permanece hermético. Hasta el 30 de enero tendrá tiempo suficiente para recomponerse y construir una candidatura sólida para dirigir el país, algo que en un principio aseguró que haría, pero sobre lo que aumentan las dudas, mientras enemigos internos del partido, como el ministro de Infraestructuras, Pedro Nuno Sanros, es sondeado cada vez más por la prensa.
Mientras, la reacción general de los partidos es de casi resignación, en un momento en que no hay mayorías claras en el horizonte electoral y nadie parece estar en una posición fuerte como para avanzar en la compleja tarea de tejer acuerdos, algo sobre lo que ya ha avisado el propio presidente, que se dice listo para que la inestabilidad dure varios meses más allá de las elecciones, especialmente en lo referido a las alianzas de izquierdas que han conducido al país desde finales de 2015.
El pesimismo parece imponerse de momento entre los portugueses, que a pesar de estar de acuerdo con el adelanto electoral —respaldado por el 59 % de los ciudadanos, según una reciente encuesta para varios medios de comunicación— creen también que será malo para el país, algo que afirma el 53%. Y el principal culpable de lo sucedido, apunta el 28 %, es el gobernante Partido Socialista.
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