China
Miedo a un nuevo brote en China después del Año Nuevo Lunar
La ola que arrasa en gigante asiático ha colapsado hospitales, funerarias y crematorios. Para muchos ciudadanos, este año hay poco que celebrar
Las estaciones de tren de las grandes ciudades chinas han estado abarrotadas durante toda la semana con miles de pasajeros por motivo del Año Nuevo Lunar, que en esta ocasión cae en 22 de enero.
Después de tres años bajo la estricta política “Cero Covid”, es la primera vez que los ciudadanos pueden viajar sin controles sanitarios ni cuarentenas y celebrar una de las festividades más importantes del país. A los viajes por turismo, se suman los que hacen los trabajadores de las metrópolis, que regresan a casa con sus familias en las zonas rurales.
El aumento en el volumen de viajeros se ve durante los 40 días que dura el periodo festivo, que se prolongan durante las dos semanas anteriores y posteriores al día de año nuevo.
Las cifras no llegarán a niveles prepandémicos pero el Ministerio de Transportes chino estima que se realizarán más de 2.000 millones de desplazamientos a través del país entre el 7 de enero y el 15 de febrero.
En Shanghái, la ciudad más poblada de China, se han añadido trenes nocturnos temporales para satisfacer la demanda de viajeros que se dirigen a la provincia de Anhui, según ha informado la agencia estatal de noticias Xinhua.
El Gobierno de Hong Kong ha aumentado de 50.000 a 65.000 la cuota diaria de personas que pueden cruzar los puntos fronterizos terrestres con la China continental entre el 18 y el 21 de enero. “Ahora que China ha abierto frontera con Hong Kong y se han relajado las medidas en ambos, aprovecharé mis vacaciones para visitar a mi familia y amigos que viven allí”, afirmaba una joven de Pekín.
Con tanta gente en movimiento, los expertos sanitarios temen que se produzca un nuevo brote de COVID y advierten que perjudicaría sobre todo a las zonas rurales menos desarrolladas, que cuentan con escasos recursos médicos y donde residen muchos mayores que no han recibido la vacuna de refuerzo.
A diferencia de muchos otros países, la apertura del gigante asiático no ha sido gradual. Tras haber adoptado un rígido sistema de confinamientos y controles de movimiento desde finales de 2019, China abandonó repentinamente su política de “cero COVID” a principios de diciembre. La ola que desde entonces arrasa en el país ha colapsado hospitales, funerarias y crematorios de las grandes ciudades.
Por eso para otros muchos ciudadanos, este año es difícil tener espíritu festivo. Una residente de Hangzhou, la capital de la provincia de Zhejiang, asegura que prefiere ser precavida otro año más y no visitar a sus padres en su pueblo natal. “No me planteo viajar en estas fechas porque tengo un poco de miedo al COVID. Quizá considere hacerlo en unos meses cuando haya menos riesgo de contagio”.
La Comisión Nacional de Salud comunicó el sábado pasado que casi 60.000 personas con COVID habían muerto en hospitales entre el 8 de diciembre y el 12 de enero, un aumento de las cifras dadas semanas antes y que habían sido criticadas por la Organización Mundial de la Salud por no reflejar la escala y la gravedad del brote.
Los datos excluyen a los fallecidos en casa y algunos médicos han admitido que se les disuade de incluir el COVID en los certificados de defunción, por lo que la realidad podría ser peor. Un estudio de la Universidad de Pekín, estima que ya se han contagiado 900 millones de habitantes, lo que supone el 64% de la población.
Ahora, de cara al Año Nuevo Chino, las autoridades sanitarias aseguran que refuerzan suministros de medicamentos y equipos en los hospitales rurales. Incluso el líder chino, Xi Jinping, se mostró especialmente preocupado por la propagación del virus en el interior del país, en una aparición especial por el Año Nuevo Lunar televisado por CCTV. “Lo que más me preocupa son las zonas rurales. Las instalaciones médicas son relativamente débiles ahí, por lo que la prevención es difícil y la tarea ardua”, dijo Xi, añadiendo que los ancianos eran una prioridad absoluta.
Los médicos de clínicas rurales denuncian que las medicinas contra el COVID son difíciles de conseguir y su precio ha subido mucho. Los datos más recientes indican que más del 90% de las personas mayores de 60 años habían sido vacunadas, pero que la proporción de mayores de 80 años que habían recibido refuerzos de la vacuna era solo del 40%.
Los ciudadanos de China se han visto obligados a aprender a convivir con el virus de manera abrupta tras tres años cribados masivos, restricciones de viaje y cierres patronales. Lo hacen con los retos añadidos de un gobierno opaco, un sistema sanitario débil en las zonas rurales, baja tasa de vacunación en mayores y escasez de medicamentos. Se preguntan por qué las autoridades no se prepararon mejor antes de eliminar las medidas y abrir fronteras, especialmente para proteger a los ancianos.
✕
Accede a tu cuenta para comentar