Totalitarismo

Burkina Faso: opositores políticos son enviados a combatir al frente

El doctor Daouda Diallo (41 años) es el último de una lista de opositores del capitán Ibrahim Traoré que han sido reclutados de manera arbitraria

FILE - Daouda Diallo, one of Burkina Faso's most prominent human rights defenders poses for a photograph, in Ouagadougou, Burkina Faso, Thursday Feb. 3, 2022. Daouda Diallo — who won the Martin Ennals awards for human rights in 2022 — was taken to an unknown location by men who accosted him in the nation's capital city on Friday, Dec. 1, 2023 the local civic group which Diallo founded said in a statement. (AP Photo/Sophie Garcia, File)
Daouda Diallo, director del Colectivo contra la Impunidad y la Estigmatización de las ComunidadesASSOCIATED PRESSAgencia AP

El doctor Daouda Diallo, férreo defensor de los derechos humanos y de las libertades de la etnia peul, un hombre necesario y galardonado con el premio Martin Ennals por su participación en el cuidado de la sociedad burkinesa, ha sido secuestrado y hace cinco días que su familia tiene noticias de él. Ocurrió el pasado uno de diciembre en Uagadugú, Burkina Faso, cuando el director del Colectivo contra la Impunidad y la Estigmatización de las Comunidades (CISC) fue a renovarse el pasaporte. Tenía la intención de hacer un viaje a Turquía para revisarse una molestia que le afecta al hombro y que lleva años obligándole a tomar una medicación que mitigue los dolores. Por esto fue algo tedioso cuando llegó a la comisaría de Gounghin y los policías se excusaron ante él diciéndole que el comisario estaba fuera, que mejor sería si regresaba pasadas un par de horas.

El testimonio de su chófer explica que Diallo terminaba de salir del rezo cuando le llamaron para que regresara a comisaría; al volver, no salió hasta pasadas dos horas hablando con el comisario. Ya estaba camino al coche en el momento en que le cortaron el paso unos “hombres musculosos” vestidos de civil y que le pidieron que subiera a su coche, que era un todoterreno sin matrícula aparcado muy cerca de donde se encontraban. El activista supo ver el peligro y procuró escapar. Corrió unos metros, los otros corrieron más y le introdujeron a la fuerza en el todoterreno, dejando al chófer de Diallo en la estacada.

Tres días después comenzó a circular por las redes sociales una fotografía de Diallo vestido de militar, subido en una pickup y con cara de sueño. Daniel Gnienhoun es el secretario personal del doctor y relata para LA RAZÓN cómo saben que la imagen es verdadera, y no una manipulación de las redes sociales: identifica asomándole por debajo del uniforme el pantalón blanco que llevaba el día que le secuestraron, y también se ven los mismos zapatos. “Le pusieron el uniforme por encima para hacerle la foto”, concluye Daniel, antes de proceder a explicar por qué piensa que el secuestro puede haberlo cometido el propio Estado.

Señalados, marcados

Habla de una lista negra de reclutamiento que el Gobierno publicó hace un mes y donde aparecían los nombres de 12 personalidades burkinesas conocidas por su oposición a las prácticas violentas de la junta militar. Entre ellos estarían el propio Diallo pero también Charles Wendpouiré, Yacouba Ladji Bama o el periodista Issaka Lingani, de 64 años, activistas y periodistas que han corrido la misma suerte de uniforme de camuflaje y mucho arroz con las comidas. Es la nueva moda desde que el Estado burkinés se arrogó en abril de 2023, por medio de un nuevo decreto de movilización general, la autoridad para escoger a los reclutas de manera arbitraria, justificándose en que sus criterios considerarán “las necesidades expresadas por las autoridades competentes”.

Que le hubieran secuestrado en la puerta misma de una comisaría no hace sino reafirmar que ha sido secuestrado por el Estado y empotrado en las Fuerzas Armadas burkinesas. Se ignora todavía qué necesidades cubrirá.

Otros de los nombres de aquella lista negra que cita Daniel Gnienhoun han optado por huir u ocultarse de las autoridades, pero el doctor Diallo, un burkinés de 41 años que no cuenta con ninguna preparación militar por tratarse de un hombre pacífico, amigo de los libros y de muy buena conversación, una voz popular cuyo activo útil debe utilizarlo el Estado, en cualquier caso, para combatir a nivel social en lugar de hacerlo con un arma, estará a estas horas haciendo una patrulla en la pickup y con el fusil colgado del hombro, todavía mareado por haber ido a parar allí. Es un hombre condenado a muerte y lo puede ver. Su familia solo sabe de él lo que cabe en una foto, no saben su localización, nada. A su alrededor crecen los soldados ávidos de venganza en el campo de batalla, compañeros a los que criticaba públicamente hasta hace una semana, jóvenes y fervientes seguidores de quien ha puesto a Diallo en esta situación fatídica: el capitán Ibrahim Traoré, jefe de Estado de Burkina Faso desde que triunfó su golpe de Estado en 2022. Su David particular, si Diallo fuera Urías.

Interesará saber que la reacción de un número alarmante de usuarios de X ha sido de júbilo. Pueden leerse decenas de respuestas de cuentas burkinesas y africanas con mensajes como “ningún sacrificio es excesivo para la defensa de la patria”, “qué buenas noticias” o emoticonos de caritas riéndose al conocerse que Diallo y Charles Wendpouiré están en el frente.

Pero si los seguidores de Traoré ven a estos reclutas seleccionados con alevosía como “mala yerba que debe arrancarse del país”, los defensores de los derechos humanos miran a un puñado de hombres valientes como a flores (las malas hierbas en Burkina Faso son las enredaderas del yihadismo, el bandolerismo y las luchas de poder que les atenazan un poco más en cada golpe de Estado) que dan aroma y enriquecen el jardín sagrado de la humanidad con su polen.

La Unión Europea también parece mostrar una tolerancia con Ibrahim Traoré que envidiarían otros países sancionados por Occidente. Si la UE suspendió la ayuda al desarrollo para Níger en cuanto aconteció el golpe de Estado este verano y la EUTM se ha visto reducida a mínimos en Mali, demostrando una clara divergencia en las posturas entre Europa y los africanos, no hace dos meses desde que el Ejército alemán hizo un donativo de 600.000 euros en vehículos y equipo para provecho de los gendarmes y policías burkineses.

Con el fin de dejarlo más claro: la Unión Europea mantiene sanciones sobre Guinea Conakry, Mali y Níger, tratándose como se tratan de tres países que gobiernan juntas militares… pero no ocurre lo mismo con Burkina Faso. Tampoco han emitido Naciones Unidas ni Bruselas algún comunicado que exprese la “grave preocupación” por la situación de la violencia en Burkina. Por ejemplo, cuando sus propios militares masacraron esta primavera en Karma a cerca de 200 civiles. Aunque el presente artículo no busca dilucidar las razones que llevan a la UE a taparse los oídos al escuchar las ilegalidades ocurridas en Burkina Faso (minas, estrategia antiterrorista, geopolítica francesa, etc), por válidas que parezcan, sino que trata de la suerte que corre el Doctor Diallo.

Se presume que está en algún lugar del norte. Mañana puede morir y millones lo celebrarían como una victoria para la patria, cegados por la fe en su líder maquiavélico. Una enfermedad corroe las instituciones burkinesas bajo el pseudónimo de Traoré, se llama autoritarismo y nadie dice nada pero es muy peligroso para la libertad en el país de los hombres íntegros. ¿O diríamos que el rey hebreo se comportó de forma íntegra cuando los amonitas abatieron a Urías?

Y Daniel Gnienhoun reconoce que tiene miedo de aparecer en la próxima lista, aunque no se deja amilanar: da un ejemplo de valentía prestando sus declaraciones a LA RAZÓN, a la vez que explica que su presencia mediática de los últimos días, tanto en radios como en televisiones nacionales, le señala como el siguiente blanco a batir en la apresurada carrera de Traoré por ganar una guerra que está perdiendo.