Coronación

Reino Unido da la bienvenida al nuevo reinado de Carlos III y Camila

El rey de 74 es coronado en la Abadía de Westminster en una ceremonia medieval y cristiana en la que no faltó la pompa y la solemnidad y con la que sucede oficialmente a su madre Isabel II, siete décadas después

Carlos tenía sólo dos años cuando protagonizó su primer saludo en el balcón del Palacio de Buckingham. A lo largo de su vida han sido innumerables las ocasiones en las que ha aparecido en uno de los escenarios más emblemáticos para los Windsor. Pero ayer fue única en la historia porque era la primera vez que lo hacía convertido en rey.

Tras siete décadas de era isabelina, Carlos III, de 74 años, marca ahora el inicio de una nueva etapa en la que se niega a ser tan sólo un monarca de transición. Quiere dejar su impronta. Sabe de la importancia de respetar la tradición. Pero, al mismo tiempo, quiere modernizar "La Firma", incluir cambios, consciente, al fin y al cabo, que la adaptabilidad a los nuevos tiempos es la única manera de garantizar la supervivencia de una institución de la que ahora es el máximo responsable.

Fue ese binomio -tradición y modernidad- lo que marcó ayer su coronación en la Abadía de Westminster, el mismo templo en el que los reyes ingleses llevan siendo coronados durante cerca de mil años. La música, donde se incluyó por primera vez gospel y piezas en galés, fue quizá una gran representación del balance. El Aleluya del coro de seis cantantes negros se mezcló con el alegórico "Sado", el himno compuesto por Händel en 1727 para la coronación de Jorge II. Entre los más de 2000 invitados estuvieron los reyes de España, Felipe VI y Letizia.

La ceremonia tuvo importantes cambios respecto a la de Isabel II en 1953. Hubo mujeres obispas, fue más multirracial y más multiconfesional porque el objetivo, al fin y al cabo, es reflejar la actual sociedad británica, donde el primer ministro Rishi Sunak, es indio y practica el hinduismo.

Pero se conservaron todos los ritos. Uno de los momentos más simbólicos fue el de la unción del monarca con aceites consagrados traídos del Monte de los Olivos de Jerusalén, que se ponen en el pecho, frente y manos. El instante, tan sagrado como íntimo, fue el único que no fue emitido por las cámaras, ya que el rey quedó cubierto por un dosel diseñado ex profeso para la ocasión.

Iglesia y Estado

Al contrario que las monarquías continentales, la coronación en el Reino Unido no es un asunto parlamentario, sino religioso. No se jura ante el Gobierno, sino ante Dios. Y desde que Enrique VIII rompiera en 1534 con la Iglesia de Roma para poder casarse con Ana Bolena, el jefe de Estado se convierte también en la máxima autoridad de la Iglesia Anglicana. No obstante, el rito del juramento se modificó ayer para incluir la promesa de fomentar un ambiente en el que personas de todas las confesiones y creencias puedan vivir libremente.

También se realizaron cambios respecto a las referencias de la Commonwealth, la mancomunidad de 56 naciones con lazos históricos con el Reino Unido. En lugar de nombrar uno por uno los países de los que Carlos III sigue siendo monarca se ha hecho una alusión genérica. Al fin y al cabo, la lista es cada vez más reducida. En su momento, Isabel II llegó a ser jefa de Estado en 32 de esas naciones. Pero Carlos III sólo lo es ahora en 14.

En el Reino Unido el movimiento republicano sigue siendo una minoría. Pero se trata de una minoría que va creciendo y que ayer logró reunir a más de 2.000 personas en la plaza de Trafalgar al grito de “no es mi rey”. El Brexit ya dejó claro que los británicos no son necesariamente contrarios a los grandes cambios constitucionales.

No obstante, a juzgar por los últimos sondeos y las imágenes de ayer, donde pese a la lluvia, miles de personas salieron a la calle a arropar al nuevo monarca, a los Windsor les queda aún largo recorrido. Tienen presente. Y también un futuro representado en el príncipe Guillermo y Kate, que siguen siendo los más populares.

Coronación de Camilla

Guillermo, como hizo 70 años atrás su abuelo Felipe de Edimburgo ante Isabel II, se arrodilló ayer ante su padre para jurarle lealtad con su propia vida. Y, a continuación, darle un beso en la mejilla. Fue uno de los momentos más simbólicos. Junto con la coronación de la propia Camilla. A la que en su día fuera la mujer más odiada del Reino Unido se le puso ayer la misma corona que la reina María, la esposa de Jorge V. El gran acierto de Camilla fue el no querer emular nunca a Diana, por lo que poco a poco fue ganándose la aceptación del pueblo. Las miradas de complicidad compartidas entre Carlos III y su esposa no pasaron desapercibidas. Triunfó, al fin y al cabo, el amor de una pareja que tenía todo en contra.

Aunque el monarca deberá enfrentarse ahora a otros retos. Entre ellos, mantener unas cuotas de popularidad con las que nadie contaba. Y seguir respetando la neutralidad que se presupone a su cargo, algo que tampoco se daba por hecho debido a todas las polémicas por las intromisiones en asuntos políticos que demostró en su larga época como heredero al trono.

Su principal misión es la de modernizar a la Familia Real, a la que quiere además reducir de tamaño. A día de hoy, hay 12 miembros en activo que representan la Corona, entre ellos, los octogenarios primos de Isabel II. Algo inconcebible en el resto de monarquías europeas.

Aunque en los últimos años, ha habido bajas forzadas. Harry y Meghan, la primera pareja mixta de los Windsor, fueron en su momento la mejor campaña de `marketing´ para `La Firma´. Pero desde que en 2020 decidieran poner tierra de por medio su relación con Palacio es prácticamente inexistente. De hecho, Harry acudió ayer sólo a la ceremonia. Fue relegado a la tercera fila de asientos y no salió al saludar al balcón del Palacio. Apenas terminaron los fastos puso rumbo de nuevo a Los Ángeles. No se reunió con los suyos en el Palacio de Buckingham por lo que no aparecerá en las fotos oficiales y personales que quedarán para el recuerdo de una cita, al fin y al cabo, histórica, y que nadie sabe con certeza si volverá a repetirse. Todo dependerá en última instancia del contrato que el soberano firmó ayer con sus súbditos y de la aceptación de las reglas actuales por ambas partes.