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Ucrania

Por qué Putin puede sobrevivir a esta guerra

Si el presidente decide no luchar hasta el último soldado y se abstiene a ordenar otra movilización, el presidente ruso podría recuperar su posición y su prestigio dentro de la sociedad rusa

El presidente ruso, Vladimir Putin, durante un acto en el Kremlin esta semana
El presidente ruso, Vladimir Putin, durante un acto en el Kremlin esta semanaMIKHAIL METZEL/KREMLIN POOL/SPUTAgencia EFE

El año 2022, un “anushorribilis” para toda Europa Central, llega por fin a su fin, pero los problemas que han surgido durante este año están lejos de resolverse, y las esperanzas que ha suscitado parecen aún más lejanas que antes. Una de ellas, diría yo es la perspectiva de la agitación política en Rusia que muchos creían que podría resultar de la guerra en Ucrania a medida que se torna amarga para el Kremlin.

En el primer mes de la guerra, cuándo los ejércitos rusos se detuvieron en las afueras de de Kyiv y las potencias occidentales habían introducido sanciones sin precedentes que causaron una fuerte devaluación del rublo y un aislamiento económico casi completo de Rusia, la creencia dominante era que el presidente Putin estaba a punto de perder sus poderes. Diez meses después sigue al mando, ya que la mayoría de sus opositores han huido de Rusia, y la economía del país está mucho mejor de lo que parecía hace medio año.

Aunque hoy en día pocos analistas intentan predecir los futuros acontecimientos en el Kremlin, puede ocurrir que Putin esté ahí para quedarse. Hay tres fuerzas potenciales que pueden desafiar al presidente ruso. La primera, y la más fuerte, son las potencias occidentales que se alinearon con Ucrania en su lucha contra la agresión rusa. Pero parece que están en un enfrentamiento que pueda disminuir las capacidades militares rusas, y no en una humillante derrota de Putin. El mejor resultado de la guerra, como se ha mencionado docenas de veces, sería la liberación de las tierras ucranianas y la restauración de su integridad territorial. Nadie prevé la desaparición de Putin y la descomposición de Rusia. Tanto en Europa como en EE UU los líderes del mundo libre temen la falta de un control centralizado en Rusia como se temió durante los últimos años de la Unión Soviética, en los que se apoyó al entonces presidente Gorbachov. Por supuesto, no está ni en el ámbito de la reflexión la opción de matar al gobernante de una potencia nuclear o deponerlo por cualquier otro medio. Por lo tanto, Occidente, que incluso se abstiene de suministrar a Ucrania armas que puedan golpear las instalaciones críticas de Rusia, no es una amenaza tan grande para Putin como se podría creer.

La segunda, y la más obvia, podría ser la oposición rusa, pero no sólo es débil, sino que se vuelve cada vez menos atractiva para la gente por varias razones. Por un lado, las rencillas entre activistas antiPutin van en aumento mientras la mayoría de sus líderes se trasladan a Europa y se enfrentan a un futuro incierto. La reciente historia de la cadena de televisión “Dozhd” (La Lluvia), acusada por el Gobierno letón de infringir las normas del país en materia de medios de comunicación y obligada a abandonar Riga, puso de manifiesto lo dividida que está la comunidad rusa emigrada. Por un lado, las fuerzas anti-Putin más radicales o bien se ponen del lado de los ucranianos y llaman abiertamente a una lucha conjunta contra el Kremlin, o abogan por la división de Rusia en partes y, por lo tanto, para la mayoría de los rusos se trata de traidores y agentes occidentales.

La tercera fuerza, y bastante influyente, podría ser el empresariado ruso que durante años ha estado orquestando cambios políticos y posee vastos recursos y palancas que podrían utilizarse. Pero las políticas de sanciones introducidas por Occidente dejaron a los “oligarcas” sin sus activos en el extranjero y los empujaron de vuelta a Rusia, donde dependen por completo de la ayuda externa. Rusia, donde dependen por completo de la voluntad de Putin y se espera de ellos que se abstengan de cometer “fechorías”. Los negocios en general se han vuelto extremadamente vulnerable en el país también, y yo no apostaría por su revuelta contra el régimen. Es curioso, pero la posesión de bienes que en cualquier otro país les hace más libres, pero ahora les hace aún más dependientes de las autoridades. Yo diría que en la Unión Soviética a finales de los 80 la gente estaba más dispuesta a las protestas también porque no tenían nada que perder.

Lo que hay que mencionar en las últimas semanas es que los funcionarios del Kremlin empezaron a describir la guerra que Rusia está librando como una guerra no contra Ucrania, sino contra toda la alianza de la OTAN. Al mismo tiempo la propaganda está explotando los temores de la gente de que Rusia puede ser ocupada, sus líderes pueden acabar en La Haya, etc. Diría que las autoridades están sobrestimando las dificultades del proyecto expansionista de Putin. En mi opinión, esto puede hacerse mientras se busca una excusa para una posible derrota en el frente ucraniano, y podría ser una buena estrategia, ya que ser derrotado por una alianza de grandes potencias no parece que te convierta en un perdedor (por cierto, lo mismo ha ocurrido en el pasado). Lo mismo le sucedió a Sadam Hussein en 1991 cuando fue derrotado por una coalición internacional. Su país fue parcialmente de-soberanizado, pero permaneció en el poder otros doce años. Los observadores que creen que en Rusia la derrota de un gobernante provoca el colapso de su régimen parecen desconocer otros casos opuestos. El más elocuente sería el de 1905, cuando el Imperio ruso sufrió una humillante derrota a manos de Japón que provocó un levantamiento en todo el país, pero al final la historia resultó en reformas parciales mientras el poder de Nicolás II permaneció incontestado.

Por lo tanto, yo diría que la esperanza de la desaparición de Putin como resultado de la victoria de Ucrania parece muy prematura. El pueblo ruso puede llegar a estar bastante descontento por la guerra (aunque incluso aquí debo mencionar que no menos de la mitad de ellos están orgullosos de lo que su ejército está haciendo en Ucrania), pero eso no significa que odien a Putin más que al “decadente Occidente”. Los empresarios y la burocracia rusos pueden quejarse del régimen actual, pero nadie desea enfrentarse a otra reprivatización o a una campaña de depuración. Pocos pueden creer que la actual clase dirigente sea suficientemente patriota, pero aún consideran menos patriota a los opositores. Así que, si Putin decide no luchar “hasta perder al último ruso capaz de portar armas” y no declara otra movilización masiva después de las fiestas de Año Nuevo, optando por una retirada continua de los territorios ocupados a causa de la “ofensiva de la OTAN”, puede que salve su posición, su prestigio y gobernará una Rusia que se volvería mucho más antioccidental, aislacionista y totalitaria que antes. Incluso diría que siendo evaluada a partir de diciembre de 2022, tal perspectiva parece mucho más probable que la inminente aparición de una “hermosa Rusia futura” con la que siguen soñando los disidentes emigrados.

*Asesor especial del Proyecto de Estudios sobre Medios de Comunicación Rusos de MEMRI, es fundador y director del Centro de Estudios Postindustriales, con sede en Moscú.