Opinión

Leopard: Putin no nos deja otra opción

Los próximos meses son decisivos para que Ucrania recupere la iniciativa y demuestre a Rusia que se ha quedado sin margen de maniobra para seguir mordiendo terreno ajeno

La solidaridad de Occidente con Ucrania se mantiene inquebrantable tras casi un año de conflicto armado y a pesar del alto coste que supone para las familias por la subida de los precios de la energía y de la inflación en pleno invierno. Paradójicamente, cada mes que pasa toma forma la propaganda de Vladimir Putin como una profecía autocumplida que presenta Ucrania como el teatro de batalla de un enfrentamiento más amplio entre Rusia y la OTAN, aunque con un gran matiz: mientras el jefe del Kremlin se presenta como la víctima del expansionismo aliado, el resto del mundo ha sido testigo de sus atrocidades en Bucha, Mariupol o Dinipro...

La decisión estratégica de equipar a Kyiv con tanques pesados abre una nueva etapa en la guerra y eleva el compromiso de las potencias occidentales con el resultado final. Alemania se ha resistido todo este tiempo a dar este paso. Había una preocupación genuina de que la entrega de sus Leopard (los tanques más sofisticados y eficaces de su generación) provocase una escalada al entrar equipos occidentales y rusos en un enfrentamiento directo. Los alemanes siempre han estado convencidos de la superioridad de sus carros de combates y consideran que su suministro puede inclinar la balanza a favor de Ucrania. La presión sobre Berlín ha sido feroz. En los titubeos del canciller Olaf Scholz ha jugado un papel importante la carga histórica de los crímenes del Ejército nazi y el miedo a que la OTAN se vea arrastrada al conflicto. Alemania no quería asumir la responsabilidad en exclusiva de esta decisión y ha querido compartir el peso con Estados Unidos. Aguantó estoicamente en la cumbre de Ramstein y consiguió al final la involucración de la Casa Blanca en la entrega de tanques Abrams. De esta forma, Berlín obtiene el mismo grado de implicación de EE UU y logra una especie de paraguas protector. Como consecuencia, entre 50 y 100 tanques podrán estar disponibles en los próximos meses, listos para la ofensiva que preparan las fuerzas rusas en primavera.

Resulta extraño que en la época de drones, misiles auto guiados y guerra tecnológica, los tanques, desplegados por primera vez en la Primera Guerra Mundial, sigan siendo cruciales para repeler una agresión armada. Pero la invasión de Ucrania es (todavía) una guerra convencional. Las tácticas rusas son en sí mismas las de 1916: avances terrestres precedidos de bombardeos masivos, oleada tras oleada de jóvenes reclutas sacrificados absurdamente para conquistar ciudades, destrucción indiscriminada de infraestructuras, comunicaciones y viviendas civiles. Ucrania necesita los carros de combate occidentales no sólo para su defensa, sino para aplastar los viejos tanques de la era soviética y recuperar la iniciativa militar en el frente ahora que parece perder terreno (véase la retirada de Soledar). Quiere avanzar en Lugansk y Donetsk y liberar las regiones anexionadas por Rusia antes de que llegue el refuerzo de tropas a finales de marzo. Los próximos meses son decisivos para que Ucrania pueda golpear la línea de defensa rusa y enseñar a Moscú que se ha quedado sin marger de maniobra para seguir mordiendo terreno ajeno. Por lo tanto, Alemania y los aliados, entre ellos España, que enviarán en los próximos meses sus Leopard hacen lo correcto. Putin no nos ha dejado otra opción.