Ucrania
Victoria Amelina, otro sueño de Maidán que se apaga por la guerra
Los grandes exponentes de la Revolución de Maidán, el suceso que inició el conflicto en 2014, están desapareciendo. La escritora asesinada en Kramatosk pertenece a una generación perdida y engullida por la guerra
Los voluntarios corrían llevando a Victoria Amelina en una parihuela hecha con parte de un toldo gris del restaurante Pizza Ria. Las tiendas del boulevard Kramatorskyi y del hotel de detrás estaban ardiendo. Un misil Iskander ruso acababa de dar de lleno entre ambos. De los escombros salía un batiburrillo de heridos, caras empapadas en sangre y miradas de incomprensión, impotencia, odio, dolor e histeria. Los gritos y las sirenas martilleaban los oídos, mientras los voluntarios corrían cargando a la joven escritora, promesa de las letras ucranianas, hasta una ambulancia que la esperaba con las puertas abiertas.
Cuando la subieron la vi tendida, inerte, como mal dormida, su cuerpo bamboleándose sin rasguño aparente, mientras se le escapaba la vida por la herida en la cabeza causada por la metralla. Cuando cerraron las puertas, entre las ruinas humeantes de una existencia sesgada antes de tiempo, empezaron las últimas horas de la poeta y escritora convertida en investigadora de crímenes de guerra, cuya corta vida atestigua cómo, cuando un alma cándida perece en una guerra, algo muere en el imaginario colectivo de lo que Abraham Lincoln llamó “los mejores ángeles de nuestra naturaleza”.
Tenía 37 años y había decidido poner pausa a su literatura porque “es imposible escribir de otra cosa que no sea la guerra y ya hay demasiados periodistas más capacitados que yo para contar lo que sucede. Decidí hacer algo por los que ya no se puede entrevistar”, declaró hace tiempo al "Kyiv Independent". Amelina, ganadora del Premio Literario Joseph Conrad y finalista del Premio de Literatura de la Unión Europea, puso su arte al servicio de los ciudadanos de Ucrania.
“No creo que el Derecho y los derechos humanos sean campos reservados a las personas licenciadas en Derecho. En última instancia, el derecho trata de seres humanos, o al menos debería tener a las personas en el centro; esto es lo que hace que se parezca a la literatura”. Su objetivo: documentar los crímenes de guerra rusos trabajando para la organización no gubernamental Truth Hound, en los frentes del este, sur y norte de Ucrania, así como laboraba su primer libro de no ficción en inglés, ‘Diario de guerra y justicia: Mirando a las mujeres, mirando a la guerra’.
Sin embargo, de tanto asomarse al abismo, este le devolvió la mirada y murió pocos días después, el 1 de julio, cuando falleció al no poder recuperarse de sus heridas. Los que estaban sentados con ella, el excomisionado de Paz Sergio Jaramillo, el escritor Héctor Abad Faciolince y la periodista Catalina Gómez, escaparon milagrosamente con apenas unos rasguños. La visión de Catalina, pegada al teléfono, delante de la ambulancia intentando averiguar el hospital al que se llevaban a su amiga Amelina, fue una explosión de horror, pero también la constatación de que, antes que el oficio, está la humanidad. Un breve rayo de luz durante la tempestad de acero.
La muerte indiscriminada causada por el impacto de un misil ruso no tiene explicación. ¿Por qué unos se salvan y otros no? Esa es una de las muchas pesadillas con las que todo el pueblo ucraniano convive a diario. La guerra es una puerta a la esquizofrenia donde el mejor talento suele acabar en el cementerio, o perturbado de por vida.
El ataque, que Moscú todavía asegura se produjo contra un objetivo militar, ha silenciado una pluma sincera y descarnada nacida en Leópolis, en 1986. Pero nos queda lo que tuvo tiempo de escribir, como su novela debut ‘El Síndrome de Noviembre u Homo Compatiens’, sobre el Euromaidán de 2014, con la que fue preseleccionada para el premio ucraniano Valery Shevchuk. O su otra novela ‘Un hogar para Dom’, la cual fue nominada como mejor libro en prosa del año en el Festival de Literatura de Toloka, Asimismo, en 2016 publicó el libro infantil ‘Alguien, o Corazón de Agua’.
El entierro de Amelina tuvo lugar en la siempre resplandeciente iglesia de San Miguel de las Cúpulas Doradas, que todavía sigue custodiada por el museo creciente de vehículos y tanques rusos destrozados en el frente. Posiblemente, la atracción turística más frecuentada de Kyiv. Irónicamente, fue despedida multitudinariamente en uno de los templos clave de la Revolución de Maidán, en la que ella emergió como una voz nueva y joven, cuando en esos días las paredes de sobrecogedora belleza iconoclasta de los dorados de la iglesia ortodoxa ucraniana se convirtieron en un hospital de campaña y estación médica, durante las duras batallas callejeras contra el Berkhut, o policía especial, del expresidente Víctor Yanukovich.
Testigo del Euromaidán
Como testigo de aquellas jornadas alucinadas entre garrotes, armaduras de fantasía, cócteles molotov, fuego y lucha juvenil, así como de los días que culminaron con la victoria del Euromaidán, el hecho de que Amelina hiciese su último viaje desde ese punto telúrico de la religiosidad nacional es un recordatorio del idealismo europeísta nacido allí, así como de que esta guerra empezó mucho antes de 2022. Que el sufrimiento viene de lejos y las consecuencias del conflicto son cada más devastadoras e inaguantables, y sin un resquicio de diplomacia a la vista.
Los protagonistas del idealismo de Maidán, recordado ahora en el centro de la capital con la Avenida de los Cien Héroes, están desapareciendo a pasos agigantados. Su generación empieza a perderse devorada por la guerra. Los héroes suelen terminar en los cementerios, pero eso es un consuelo para tontos. Victoria Amelina fue una testigo tan importante de su tiempo que este la acabó masticando sin caridad. Su muerte también debe hacernos pensar en la de tantos otros a los que pocos, o nadie, acabará recordando.
Para todos ellos, si existe el otro lado, quién sabe, quizás están volviendo a escuchar el sonido del famoso piano de Maidán, el instrumento pintado de amarillo y azul situado en primera línea de barricada, banda sonora de muchas luchas, alrededor del cual se arremolinaban los que, durante aquellos días, soñaban con la libertad. Quizás han vuelto al momento de la revolución donde fueron, y serán, eternamente jóvenes. Donde empezó el conflicto porque Rusia se negó a que Ucrania gravitase hacia Europa, y en el que Amelina fue participante y un testigo privilegiado. Las llamas como la suya no se extinguen.
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