Sahel
Fuga de países en la CEDEAO: "Somos objeto y víctimas de la historia colonial"
Mali, Níger y Burkina Faso, unidas bajo la Alianza de Estados del Sahel, anunciaron el domingo su retirada de la organización regional CEDEAO
“La Comisión no ha recibido todavía una notificación formal y directa de los tres Estados miembros, en lo referente a su intención de retirarse de la organización”. Mediante un comunicado donde se negaba un acuse de recibo, la CEDEAO reaccionaba en las primeras horas de la noche al anuncio hecho el pasado domingo por los representantes de Mali, Níger y Burkina Faso y en donde anunciaron la retirada “inmediata” de sus países de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental. La organización de Estados reiteraba en el mismo comunicado su “determinación para encontrar una solución negociada a este impasse político”.
La CEDEAO se resquebraja, cuarenta y nueve años después de su creación. Una organización que ha soportado el peso de 22 años de dictadura en Burkina Faso, décadas de dictadura en Guinea Conakry, dos guerras civiles en Costa de Marfil, sendas guerras civiles en Sierra Leona, Guinea Bissau y Liberia, los embistes del yihadismo que tuvieron sus comienzos en 2012, golpes de Estado en Mali, Costa de Marfil, Burkina Faso, Guinea Conakry y Guinea Bissau, crisis encadenadas en Nigeria y la profunda presión del subdesarrollo, ha encontrado en los acontecimientos de los últimos años la piedra que finalmente hormó su zapato. ¿Qué ha podido cambiar?
El veterano profesor de la Universidad de Abiyán, Yao N'guetta, remarca que debe tenerse en cuenta “una actitud represiva de la CEDEAO [como reacción a los últimos golpes de Estado] mientras los países afectados sufren el terrorismo sin que exista un compromiso real de parte de la organización para prestar su apoyo”. Lamenta, como tantos otros africanos, que la CEDEAO no haya mostrado un compromiso real en la lucha antiterrorista, cuando esta cuestión podría haberse considerado como una oportunidad para reafirmar su autoridad en cuanto a una organización cohesionada y dispuesta a ofrecer resultados. Esta distancia entre la CEDEAO y las necesidades de sus distintos Estados se debe, según N'guetta, a que “ha dejado de ser, o no ha sido nunca, una agrupación en favor de los pueblos, sino una institución motivada por intereses políticos”.
“Los europeos tenéis una representación común de Europa, y los africanos queremos lo mismo, pero no queremos que sea algo hueco, como una lengua común, sino que buscamos algo que se base en nuestra identidad y nuestras necesidades más profundas”. Tanto el profesor como quienes apoyan la decisión de la Alianza de Estados del Sahel (compuesta por Mali, Níger y Burkina Faso) de retirarse de la CEDEAO, señalan la búsqueda de una nueva identidad africana que salga de los tratados firmados por sus anteriores líderes con las antiguas autoridades coloniales y que “beneficiaban a la potencia colonial”. La ruptura con la CEDEAO es vista como una ruptura con un orden previo, desfasado, basado en una relación actualmente inexistente con Europa. Supone un cambio de paradigma que ya llevaba ocurriendo desde comienzos de los años veinte de nuestro siglo.
Uno de los cambios más representativos en lo referente a los golpes de Estado sucedidos en los últimos años, señala N'guetta, sería la disminución de la violencia utilizada en los asaltos al poder: “Los golpes antes se hacían con sangre, los golpes de ahora no. Antes mataban, era matar, matar y matar a los gobernantes, y ahora no. A Lumumba y a Sankara los mataron en el siglo pasado, a Bazoum y a Bongo no los han matado”.
Cambios de paradigma. Nuevos líderes militares que han conseguido reunir el apoyo de sus ciudadanos al canalizarlo a través de las frustraciones que ha despertado el neocolonialismo en las últimas décadas, pero también debido a la escasez de los resultados en la lucha antiterrorista con la ayuda de Occidente. Quienes apoyan a las juntas militares del Sahel consideran gestos como la ruptura con la CEDEAO como movimientos de liberación cuyas garantías persiguen una independencia y una soberanía efectivas. El profesor especifica que “la historia colonial no es nuestra historia, es la historia de Europa. Nosotros somos objeto y víctimas de esa Historia”, y las juntas militares ofrecen una alternativa que salga de esta dinámica.
Es una lucha. No puede darse un cambio de paradigma sin aportar grandes cantidades de violencia social, política e intelectual, la violencia de los gestos y de las palabras, antes que los actos en sí. Y Rusia es el aliado ideal para ello. Ya dice el profesor que “en mi pueblo, cuando un luchador va a la guerra, busca un apoyo, aunque sea una pared o un árbol. No es que queramos cambiar un colonizador por otro, sino que buscamos apoyos tácticos”. Nadie duda que uno de los cambios fundamentales en los últimos años, más allá de la cuestión yihadista y del hartazgo en lo referente a la influencia francesa, sería la aproximación de Rusia a las naciones implicadas.
El escaso PIB de la Alianza de Estados del Sahel vuelve profundamente arriesgado salir de la CEDEAO y establecer una nueva ruta independiente. Sin los apoyos internacionales de su lado, la hecatombe estaría garantizada. Ya cuestionan los primeros críticos que la AES va camino de convertirse de una organización satélite de Rusia, aunque el profesor se despide con una enigmática frase con sabor a Camus: “No por ser algo lógico tiene que ser verdad, y muchas veces incluso nos equivocamos de lógica”. La Alianza de Estados del Sahel se desprende así de la lógica en búsqueda de su verdad particular, ajena a los análisis europeos, y que debe recorrer previamente un camino de cambios históricos y de desenlace aún dudoso.
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